Abrazar la extravagancia

Casi nadie daba un peso por los Pixies. Con su primer lanzamiento, el EP "Come on Pilgrim", sólo consiguieron la atención de los iniciados en el mundillo del college rock, así que no hubo mayor expectación ante la salida de su disco debut, que vendría seis meses después, en marzo de 1988. Titulado "Surfer Rosa", el álbum se convirtió en uno de los más influyentes en la historia del rock, pero inicialmente fue recibido con indiferencia: ni siquiera apareció en el fondo de las listas. Lo editó un legendario sello inglés independiente, 4AD, donde también militaban los Cocteau Twins. Era un circo pobre: tanto la guitarra quebrada que aparece en la tapa de "Surfer Rosa" como la que toca Joey Santiago en River Euphrates le pertenecían a Robin Guthrie, la mitad del dúo completado por Elizabeth Fraser.

Ni siquiera el productor del disco tomaba en serio a los Pixies. El deslenguado Steve Albini se refirió a la placa como "bosquejos y migajas de una banda de college rock que, en su mejor día, sólo era medianamente entretenida". Eventualmente, tuvo que tragarse sus palabras y pedirle disculpas al cuarteto. "Surfer Rosa", a fin de cuentas, fue el anzuelo que mordieron nombres como Nirvana y PJ Harvey para solicitar sus servicios: todos querían sonar tan abrasivos como Black Francis y compañía. La mano de Albini, que venía del punk y el noise, se hacía notar. Purista hasta la médula, instaló máquinas de grabación en un espacioso baño de cemento que tenía el estudio con el fin de obtener eco natural en Where Is My Mind? . Otro de sus trucos: pasar la voz de Francis por un amplificador de guitarra para exacerbar la agresividad de Something Against You .

Cuando los Pixies sacaron un documental sobre su lucrativa gira de reunión, lo titularon "loudQUIETloud". En español, "loud quiet loud" quiere decir "ruidoso quieto ruidoso", en referencia a la dinámica de la mayoría de sus canciones, copiada hasta la náusea por sus numerosos discípulos noventeros, pero incomprendida a fines de los ochenta. A oídos del mainstream rockero de su época, "Surfer Rosa" sonaba demasiado esquizoide y disparatado como para encajar. La inestabilidad que transmitía el grupo calzó a la perfección con la sensibilidad de la camada posterior: Billy Corgan vio en "Surfer Rosa" una inspiración para Smashing Pumpkins. Los Pixies le enseñaron a una generación que estaba bien ser distinto a la manada, abrazar la extravagancia y sacar a relucir todo lo que te haga parecer extraño ante los incomprensivos ojos de otros.

Con la posibilidad de mirar los eventos por el retrovisor, sería fácil tildar de poco visionarios a los que, en su momento, nunca engancharon con la banda ni con su debut, pero hay que ser justos: estaban frente a un disco que, pese a tener un trabajo melódico de alto vuelo, exploraba tópicos inusuales (fantasías sangrientas, sexuales y surrealistas) y bebía de fuentes improbables (la influencia de la cultura hispana y el flamenco en Oh My Golly! y Vamos ) en un año en que el rock todavía era gobernado por Van Halen, Bon Jovi, Guns N Roses y Def Leppard.

El reconocimiento para Pixies llegó tarde, acentuado por el fanatismo de Kurt Cobain y una inolvidable escena de "El Club de la Pelea". Una de las empresas más grandes del mundo, Apple, usó Gigantic en el comercial del iPhone 5. Nadie les contó que Kim Deal la escribió después de ver "Crímenes del corazón", una película que incluye un romance interracial entre una mujer blanca y un hombre afroamericano. "Qué gran lío negro, qué pedazo de amor" (...) Gigantesco, gigantesco, gigantesco, un gran, gran amor", dice la letra. No es necesario explicar de qué se trata.

Andrés Panes

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