Quilapayún frente a dos Chiles Miércoles, 21 de Febrero de 2018 El último Festival de Viña de la Unidad Popular comenzó el 2 de febrero de 1973, a pocas semanas de unas elecciones parlamentarias que tenían a Chile sumido en un clima de polarización entre los adherentes de Salvador Allende y los detractores del gobierno, agrupados en la Confederación de la Democracia. Como nada escapaba a las interpretaciones políticas, el evento veraniego también fue escenario del conflicto.Cada bando contaba con representantes en el cartel: Quilapayún por el oficialismo y Los Huasos Quincheros por la oposición. Previsiblemente explosiva, la combinación auguraba problemas, pero daba cuenta de los extremos ideológicos que dividían a la sociedad chilena. El quiebre se hacía notar en Viña: en la edición del 72, la cantante sudafricana Miriam Makeba, famosa por su Pata Pata , fue abucheada por alabar la vía chilena al socialismo, un reflejo del tenso ambiente previo al infame paro de los camioneros financiado por la CIA. La situación se venía arrastrando por años: en el 71, los porteños de Tiempo Nuevo sufrieron el rechazo del público viñamarino por su compromiso con la Unidad Popular.Pese a su popularidad y éxito, Quilapayún no la tuvo fácil en el festival debido a su plena identificación con Allende y sus propuestas. Antes de su arribo a la Ciudad Jardín, se realizó una campaña llamando a boicotear su presentación. Panfletos con insultos y amenazas (por ejemplo, incitaciones a "cortarles la cabeza a estos upelientos") contra el grupo circulaban mientras, por su lado, los aludidos donaban todo su pago por la presentación para comprarle entradas a obreros y estudiantes. La producción del evento temió que se desatara la violencia dentro del recinto: en su calidad de director escénico, Eduardo Ravani se acercó al conjunto para pedirle que eliminara de su repertorio el contenido social, refiriéndose específicamente a Nuestro cobre y La batea .Cualquier nexo político generaba resquemores en Viña 73. En la competencia folclórica, un tema de Pablo Neruda y Vicente Bianchi ( A la bandera de Chile , interpretado por Los Fortineros) generaba aplausos y pifias por igual con su coro en el que se repetía la palabra "rojo". Tal vez para evitar polémicas, quedó en el segundo lugar, el mismo puesto al que fue relegada en la competencia internacional una canción francesa que, traducida al inglés por Paul Anka como Let Me Try Again , se haría famosa en la voz de Frank Sinatra.La Quinta Vergara hizo erupción cuando César Antonio Santis, el animador de esos años, presentó a Quilapayún. Reflejando lo que ocurría en el país, la audiencia tuvo dos reacciones diametralmente distintas, apoyo y rechazo, acentuadas por la dedicación del show a Violeta Parra y "al compañero" Rolando Alarcón. "Traemos el saludo de los artistas de la Nueva Canción Chilena (...) Vamos a comenzar nuestra actuación de esta noche dedicada a Violeta y a Rolando con una canción que nosotros sabemos que a ellos como a cualquier chileno le tiene que haber llegado muy profundamente, es una canción de profundo contenido patriótico, es una canción que celebra la recuperación de nuestra riqueza básica, el cobre, por parte de los chilenos".Escrita por Eduardo Yáñez, Nuestro cobre festejaba la nacionalización del mineral promulgada por Allende. Su interpretación fue todo lo que bastó para convertir a la Quinta Vergara en un auténtico pandemonio. Ante un ruido ensordecedor, mitad aprobatorio y mitad reprobatorio, Quilapayún siguió adelante con un cancionero que incluyó el otro tema que los organizadores pidieron omitir, La batea , así como también Las ollitas , dos sátiras políticas que se burlaban ácidamente de la oposición. La primera, pedida a gritos por el público que los apoyaba, hablaba de las conspiraciones derechistas para desestabilizar al país. La segunda se burlaba de los cacerolazos de los adinerados que llenaban sus despensas gracias al contrabando. Ambas canciones mencionaban a Patria y Libertad.En su libro "Quilapayún, la revolución y las estrellas", Eduardo Carrasco, uno de los fundadores de la agrupación, asegura que agitar a las masas nunca fue el plan: "Cuando recibimos la invitación, comprendimos de inmediato que nuestra presencia crearía grandes tensiones, pero, por otro lado, no podíamos sin más dejarle este terreno al adversario; en un momento como aquel, ésa era una buena ocasión de mostrar que nuestras canciones no herían a nadie, y que podíamos encarar nuestra participación, buscando el consenso, más que el enfrentamiento. Nuestra intención estaba lejos de ser provocadora, queríamos hacer un buen papel, mostrar nuestro nivel profesional, el contenido amplio de nuestras canciones más importantes, queríamos expresarnos, asentar nuestro derecho a defender nuestras ideas, y, especialmente, dejar bien puesta nuestra orientación de artistas populares".Según el testimonio de Carrasco, Quilapayún tenía listas varias versiones de la actuación, dependiendo de la actitud del público, y al comprender que no había caso con la batahola, procedieron a la ejecución de su repertorio más político. "El clima había llegado a una tal tensión, que para algunos dirigentes de la izquierda, nuestra actuación aparecía como un acto heroico: pocos minutos antes de salir al escenario, recibimos muchísimos telegramas de personeros políticos, en los que se nos llamaba al coraje, a la lucha, a mantenemos firmes frente a la agresión. Cuando salimos al escenario, íbamos como soldados al frente de batalla, con la convicción de que teníamos que dejar allí el cuero si era necesario, por la defensa de la Unidad Popular. ¡Venceremos!".La presentación había sido diseñada para ser vista en los televisores de todo Chile, con una serie de discursos y el grupo pendiente de las cámaras. Sin embargo, el director general del Festival de Viña, Gonzalo Bertrán, decidió no transmitirla. En aquel entonces, cada noche era grabada para ser emitida al día siguiente, pero el paso de Quilapayún por el escenario ni siquiera fue registrado para la posteridad, lo que generó una crisis dentro de Televisión Nacional. Tanto Bertrán como Ravani fueron sumariados por el canal. Por motivos de seguridad, el cierre del Festival de Viña 1973 no ocurrió en la Quinta Vergara, sino en el Teatro Municipal de la ciudad. La aparición de los Huasos Quincheros fue cancelada.Tuvo que volver la democracia para que la Nueva Canción Chilena y el discurso abiertamente izquierdista regresaran al certamen de la mano de Illapu en 1992. Doce años más tarde, en la misma edición en la que tocó Inti-Illimani, Álvaro Henríquez con sus Pettinellis homenajearon a Quilapayún (citados también en la portada de su único disco) sobre el escenario de su histórico y controversial show a meses del golpe. La noche en la que se pararon frente a dos Chiles: el de los patrones y el de los obreros, el de los pudientes y el de los que entraron por los boquetes en las alambradas, el de los veraneantes y el de los pobladores de los cerros, el de los que hacen sonar sus joyas y el de los que aplauden. Dan ganas de afirmar que todo eso quedó en el pasado, pero no sería cierto.Andrés Panes Tags # Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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