Todos flotan: Historia oral del aggro metal chileno A 22 años de la publicación de «Apgar:0» de Rekiem Martes, 17 de Enero de 2023 (Publicado originalmente en revista #Rockaxis212, febrero de 2021) El pasado 15 de enero de 2021 se cumplieron 20 años de la publicación de “Apgar:0” de Rekiem, uno de los álbumes punta de lanza de la escena aggro metal chilena, que justamente aquel lejano 2001 tendría su cénit. A dos décadas de ese momento creativo, indicado por algunos como el último movimiento de rock a gran escala previo a la masificación digital, músicos y periodistas cuentan sus experiencias sobre el fenómeno en suelo nacional, construyendo un relato desde sus inicios, desarrollo y posterior ocaso. Por Equipo RX J.P. Andrews, F. Godoy, C. Tudela, J. Parraguez, C. Rodríguez y P. Cerda Foto portada: Mauro Araya «El que no salta es Linkin Park», grita un sulfurado fanático en una extensa previa al debut de Korn en Chile. Es un caluroso 9 de marzo de 2002, plena hora de almuerzo y el frontis del Estadio Nacional es una caldera. El hiperventilado fan, cercano a un hincha de fútbol, logra la recepción de varios de sus pares que aguardan impacientes por ver al quinteto de California, por esos días en la cima del mundo. Unos metros más allá, se produce un enfrentamiento entre fanáticos, que tiene como momento cúspide el lanzamiento de un “melón volador”, presumiblemente con una bebida espirituosa en su interior. Una vez al interior del recinto ñuñoíno, la situación no es muy diferente, con una muy calurosa respuesta del público local. La escena antes descrita refleja, de alguna manera, el notable interés que despertó el nu metal en Chile, quizás el último gran subgénero del rock de trazos gruesos previo a la era digital. Los amantes de las guitarras duras necesitaban un estilo fresco y esta variante, que acá se conoció más popularmente como aggro metal desde finales de los noventa, lo tenía. El grunge había dejado un vacío –sobre todo en Estados Unidos– en el rock alternativo más pesado y moderno que, por un periodo, el aggro se aseguró en llenar. En nuestro país, no solo se vivió esta efervescencia desde la admiración extranjera a las distintas bandas que levantaban cada una un sonido en particular (Korn, Deftones, Slipknot, System of a Down, etc.), sino que cual bola de nieve, el movimiento comenzó a fraguarse desde el underground a mediados de los noventa, y vería su plenitud en el cambio de milenio. El aggro metal chileno aglutinó a un buen número de agrupaciones, generó un circuito, una legión de fanáticos, impuso una moda estética, vio la creación de un par de festivales, se consolidaron lugares para las tocatas, y hasta hubo tiendas dedicadas al estilo. El golpe definitivo fue cuando, de forma orgánica, el fenómeno se tomó por asalto las radios juveniles. En formato de relato oral, reconstruimos parte de lo que fue la historia del aggro metal en Chile, en base a testimonios de comunicadores como Fernando Mujica, Felipe Arratia y Francisco Reinoso, el productor Mariano Pavez, y algunos de los músicos que fueron protagonistas de la escena local: Alex de la Fuente y Javier Hernández de 2X; Gino Fuenzalida y Daniel Pierattini de Rekiem; Daniel Campos de Rama; Pablo Rodas y Eugenio Marín de Rey Chocolate; Cote Foncea de Dracma; César Ascencio de Libra; José Ramón “Moncho” Rubilar de Lupus; Rodrigo “Atilio” Sánchez de Total Mosh; Andrés Espinoza de Raza. Y, cómo no, Julián Durney, el fallecido guitarrista de Rekiem y artífice de la escena, cuya voz rescatamos a través de entrevistas de archivo sacadas de radio Rock & Pop y la revista Rockaxis, ambas de 2001. Primer Acto: Génesis «Despegar, volver a volar» Fernando Mujica (director revista Extravaganza!): El aggro metal lo conozco en 1995, cuando era director musical de Vía X, que estaba partiendo. El 96 me voy a Inglaterra al festival de Donington porque quería ver la reunión de Kiss. Ahí estaba súper atento porque tocaba Korn y ya cachaba ‘Blind’. Ese día nos encontramos un flyer que decía que tocaban un side show en el London Astoria. Veo a Korn en una hueá como para tres mil personas y fue un combo en el hocico. Korn tocando el disco entero con sus buzos Adidas muy, muy agresivos y quedé enfermo de la cabeza. «La cagó esta hueá», dije. Ese show fue muy importante para mi y ahí dije «esta es la nueva gran hueá que van a tirar los gringos». Mucho más fuerte que el rock industrial o lo que había sido el grunge. Esto tenía otra cosa, porque era yankee taquilla; el grunge tenía eso como de perdedor, “lo estoy pasando mal”, “qué feo que es vivir”. Esto era como “dónde están las chelas, rompamos todo”. Tenía una onda media thrasher. Alex de la Fuente (vocalista 2X): En 1994 partimos con 2X como una banda hip-hop (en el Liceo de Aplicación). Hacíamos rap experimental, no habían samplers, entonces era todo muy arcaico cómo se hacían las bases: con casetes que se iban grabando pedacitos de otras bandas para así armar una base y encima grabábamos con guitarras, teclados, y de a poco fuimos metiendo instrumentos. Era muy difícil encontrar músicos que estuvieran dispuestos a tocar una mezcla de estilos, incluso para los mismos raperos. La otra persona que cantaba conmigo se fue porque no le gustaba la mezcla de rap con metal, y encontrar músicos metaleros que quisieran tocar metal mezclado con rap era inconcebible. Fue chistoso. Cuando invitaba amigos metaleros a tocar me decían: «¿pero cómo rap con metal, Alex? No entiendo. Es como Metallica con Kris Kross», y no querían. Javier Hernández (guitarrista 2X): Con 2X jamás nos consideramos una banda de aggro metal. Nosotros queríamos tocar música, cada uno tenía su influencia y salía lo que salía. Principalmente queríamos hacer rock con letras contestatarias, que reflejaran la realidad post-dictadura, del Chile de ese tiempo. Empezamos a tocar, nos conocimos con Rekiem, empezamos a tocar juntos y ahí empezó a armarse una escena. Julián Durney (guitarrista Rekiem): La historia como oficial del grupo, profesionalmente y más seria, empieza el año 94. Esta etapa es la que tiene estos dos discos: “Unlike” que es del 96, en realidad salió el 97 pero lo grabamos el 95, y el de ahora que es “Apgar:0”, que es de 2001. Pablo Rodas (bajista Rey Chocolate): La idea de la banda partió cerca de 1994-95, cuando nos juntábamos con Christian (González, guitarra) a hacer bulla en la casa de Lucas (Kaulen, batería). Después de un par de años de buscar un rumbo musical, apareció en escena Rage Against the Machine, Korn y Deftones. Ahí se unió más gente a la banda. Era una mezcla de todo, desde Slayer a Beastie Boys, pasando de Todos tus Muertos a Snot. Teníamos una buena amistad con Los Morton y otras bandas chilenas que nos influyeron mucho al principio, como Entreklles, Supersordo, Yajaira y los Fiskales Ad-Hok. Cerca de 1998 y habiendo entrado Eugenio (Marín) en batería, nos salió una tocata con Babasónicos en la Blondie. Daniel Campos (guitarrista Rama): Con Sebastián (Cáceres, vocalista) éramos compañeros de curso en el colegio, y en esa época estaba el grunge a full. Yo tenía una bandita que tocaba temas de Pearl Jam y ese tipo de cosas, y el Seba tenía otra, pero un poco más avanzada, tocando Helmet, en una onda más moderna. En esa búsqueda en la que andaba él, me dice que toquemos juntos y que armemos una banda en serio. Ahí dejé de tocar covers y nos pusimos hacer canciones. Luego me invitó un día a un ensayo, ahí ya estaba tocando con Helmuth (Wellmann, batería) y Marcelo (Correa, bajo), los integrantes de la primera etapa de Rama, y salió súper bueno, quedamos felices y de ahí en adelante empezó la historia. Luego ya el 96 estábamos ensayando todos los días, dedicados y haciendo canciones, y el 97 ya tuvimos nuestro primer estreno en grande, tocamos en un par de festivales, en La Batuta, en la Laberinto. Con eso se hizo más conocida la banda. Andrés Espinoza (bajista Raza): Nosotros empezamos el 95. De lo que recuerdo de esa época, era una escena bastante movida del metal, con Criminal, Slavery, Dorso, y también del punk, con Fiskales Ad-Hok y Miserables. No había mayores referentes de puntos intermedios, quizás Los Morton, Supersordo, Silencio Absoluto, Enfermos Terminales. Gino Fuenzalida (vocalista Rekiem): Básicamente, mi inicio en Rekiem fue allá por 1996. Conocí a Mauricio Aguilera, amigo cercano del barrio en Maipú, que era el baterista en ese entonces. Partí siendo roadie de la banda, acompañaba a Mauricio a instalar las baterías, que ocupaba doble bombo. En ese tiempo éramos Requiem (con “q”), y estábamos muy ligados al metal con influencias de Pantera (el vocalista, Jorge Fica, tenía un look más menos parecido a Phil Anselmo), y con guitarras abrasivas de bandas como Helmet y Corrosion of Conformity. A Julián le gustaba mucho el grooveo de las guitarras, el shoegazing hacia abajo. Julián me conoció en uno de los carretes, por ahí empezando a cantar, haciendo coros de algunas canciones de Helmet, Faith No More, cosas variadas. En un momento se me acerca y me pregunta si he cantado antes, y yo no había estado en una banda hasta ese momento, lo hacía más de hobby. Y bueno, esa fue la puerta que Julián me abrió. Me dijo: «mira, apuesto por ti, me la juego por ti y quiero que empecemos a trabajar en un disco”. Ese disco sería el “Unlike”, el antecesor de “Apgar:0”. Eugenio Marín (baterista Rey Chocolate): Partí en la banda en 1998, por ahí. Pero era como otra onda, como una banda de amigos donde estaba el Pablo Rodas, Christian González y el Lucas Kaulen. Antes estaba en otra banda, Manifesto, pero cuando el Lucas se fue de Rey Chocolate me llamaron para tocar. En ese entonces ya estaban tocando un estilo medio Deftones y ahí cantaba el “Gato” (Nelson Norambuena). Nuestra primera tocata fue con Babasónicos en la Blondie, en octubre del 98. Luego, grabamos un par de temas con el Gato, pero no pasó nada y después se fue al otro año. Ahí entró Ricardo Quinteros como vocalista y en el 2000 grabamos el primer EP. “Moncho” Rubilar (vocalista Lupus): El génesis [de la banda] es en 1999. Voy recolectando músicos por varios lugares, eso me tomó un rato, y más o menos por enero o febrero de 2000 ya tengo a la banda que duró los primeros cuatro años, que fue la que todo el mundo conoció, y donde teníamos DJ también. Lo del DJ era algo distinto. Cuando nos invitan a tocar en el Aggrofest ya es agosto de ese año. Debutamos en el Aggrofest, no habíamos tocado antes con esta banda. Fernando Mujica: El 97 vuelvo a ir a Inglaterra y me pillé a varios locos en festivales alternativos, no en festivales metaleros. Me aparece Coal Chamber, que pegó fuerte con el disco “Loco” [sic] (en referencia al single del disco homónimo debut de 1997); después me pillo a Deftones, con el primer disco, tocando con Bad Religion y NOFX, una movida muy hardcore, puro pendejo con skate. Y empiezo a cachar que se viene una movida. El 98 me voy al festival Dynamo Open Air y al Ozzfest. Ahí vi a Static-X y veo de nuevo a Deftones. Felipe Arratia (periodista): Estando en Extravaganza!, ahí recién le pude poner un nombre a lo que estaba ocurriendo con este fenómeno musical que venía desde los bordes, del under, y que inició su camino natural al mainstream. Nu metal. A uno le gustaba y veía en MTV Latino a bandas como Korn, Deftones, después Limp Bizkit y el resto, que bien sabemos tenían hartas cosas en común, pero también muchas otras que no, porque se metió en el mismo saco a un montón de bandas que eran muy diferentes entre ellas, como Slipknot e Incubus. Julián Durney: Creo que la influencia más fuerte que tenemos nosotros es Faith No More, de ahí venimos todos y hacia allá queremos más o menos enfocarnos. Tenemos referencias también súper obvias con Deftones, Korn, Tool, grupos de esa onda, que en cierta forma son grupos de ahora, pero nosotros venimos de un poco antes, de Faith No More. Andrés Espinoza: Para nosotros, desde un inicio Sepultura fue un gran referente, sobre todo por la cercanía latina. Escuchábamos mucho Metallica, Faith No More y Primus también. Luego de eso, los primeros discos de Korn, Deftones, Coal Chamber y Nothingface nos influenciaron harto, pero sobretodo A.N.I.M.A.L. y Los Jaivas fueron las bandas que nos inspiraron a seguir esa influencia latina y hacer el crossover con el metal; fueron esas las máximas influencias de nuestro primer EP y de “Alóctono”. Alex de la Fuente: Cuando partimos no había aggro, no existía el nu metal. Nosotros estábamos haciendo algo un poco a la vanguardia de lo que estaba pasando afuera, con bandas como Rage Against the Machine, Body Count, la mezcla de Public Enemy con Anthrax. Estaba partiendo un crossover súper potente, pero no se llamaba aggro metal aún. Daniel Campos: Había una pequeña escena rockera que venía de antes, desde el fin de la dictadura y más independiente. Ahí estaban Los Morton, Entreklles, Fiskales Ad-Hok. Y había otra escena, más underground, donde estaba Julián con Rekiem, que también venía haciendo cosas de antes; Primate, una banda que también tenían una propuesta igual interesante, bien metalera/técnica para la época; también estaba Total Mosh, ya existía Rey Chocolate por ahí en el 97, y nosotros. Así que ya había un movimiento de bandas que estaban pensando y mirando un poquito en lo nuevo. Eugenio Marín: Te podría decir que, en esa época, creo que fuimos de las primeras bandas del estilo que hoy se conoce como aggro metal. De hecho, no se conocía la palabra. Pero claro, teníamos una influencia de Korn, Deftones… había recién aparecido Slipknot. Pero yo escuchaba Pantera, Sepultura, veníamos de una escuela metalera obviamente escuchando otras cosas. Musicalmente no nacimos con el aggro, pero se fue gestando eso. Rodrigo “Atilio” Sánchez (baterista Total Mosh): Venía de grabar el disco “Violencia Necesaria” (1997), que nos llevó a tocar con grandes bandas como Pantera y shows de todos los tamaños por gran parte de Chile. Ese disco también para muchos fue una especie de álbum crossover, que combinó el metal moderno de Fear Factory, Pantera, Sepultura, pero cantado en español y con un sello propio, eso lo diferenció mucho en los noventa. Luego, con cambios de integrantes (en los que me incluyo), los siguientes discos fueron mucho más cercanos a la corriente aggro metal, que era lo que quería la banda y sus nuevos integrantes. Gino Fuenzalida: Estaba en el colegio en ese entonces, era el año 96-97. En el 98, más menos comenzamos a trabajar en el disco y trabajamos casi un año. Julián tenía la musicalización y yo fui agregándole texturas sonoras vocales, improvisando, y a la vez codeándome con el inglés. En ese entonces todavía existía una mentalidad de que una banda para poder triunfar tenía que hacer temas en inglés. Era como ese el circuito que había, no existían bandas con temas en español. Ensayábamos tres o cuatro veces a la semana, salía del colegio y tomaba la micro que me llevaba a Bellavista, donde está ahora el Teatro Mori. Antes había una casona gigante, “la Casona del Diablo”, porque ensayábamos en el subterráneo de la casa, donde los personajes que vivían eran de cuento de terror. Había una señora que era la tía abuela de un amigo de Julián y de la banda, y era una hueá muy rara. Teníamos todo un cuento ahí, un culto al demonio abajo en la sala, y la señora, puta, nos alegaba «que la música, que los ruidos». Todos los meses era lo mismo, pero cuando le pagábamos se le pasaba. Andrés Espinoza: La autogestión fue siempre nuestra forma de dar a conocer nuestra música, desde conseguir las lucas para grabar y luego para sacar copias, hasta organizar muchas tocatas. Fue ahí donde coincidimos con los Rey Chocolate en un inicio y luego con Rekiem, Rama y 2X. La escena en un inicio éramos básicamente esas bandas, cada una organizaba tocatas donde nos íbamos invitando. Francisco Reinoso (periodista): Te puedo decir esto con mucha propiedad, porque Julián (Durney) me lo dijo dos veces: la primera tocata donde él sintió que su banda funcionaba fue una tocata donde puse música y tocó Rekiem con Rama en 1998. Entre 1998-99 pasa un tema choro [con el aggro]. Cote Foncea (baterista Dracma): Cuando hicimos el disco (“Dracma”, 1999), nos empapamos de lo que hacían Rage Against the Machine, Deftones y Korn, pero también nos encantaba Eleven. Estaba también la influencia melódica de Soundgarden, los riffs de Living Colour e, incluso, un poco de jazz gracias a Leo Araya (bajista), que era músico de conservatorio. En una oportunidad, él estaba haciendo un ejercicio y le dije que escuchaba algo interesante en lo que estaba tocando. Leo solo estaba estudiando, pero empezamos a improvisar sobre su línea de bajo, le redujimos la velocidad y lo convertimos en el comienzo de ‘Verte morir’. ‘Hijo de puta’ empieza en 7/4, después pasa a 11/4 y en el estribillo llega a los 4/4, entonces experimentamos mucho con las influencias. Daniel Campos: Éramos súper chicos, tratando de dedicarnos a la música. Haciendo lo imposible en Chile: hacer una banda de rock. Entonces, de cierta forma, cuando empezamos a ver que estaba funcionando y que los pequeños conciertos que hacíamos ya se empezaban a llenar y veíamos a la misma gente, sentíamos que estábamos trayendo algo más fresco a lo que había y que gustaba mucho, de la misma forma que a nosotros nos gustaban las bandas gringas que estaban saliendo: Deftones, Limp Bizkit, Head PE. Estábamos trayendo un poco eso a la escena. También, había toda una onda con el look, estábamos en esa época con dreadlocks, con las Adidas (zapatillas y buzos), que también fue algo súper llamativo del movimiento. Andrés Espinoza: El primer EP (“Furia Popular”) lo grabamos en un Pentium 100 con una tarjeta de sonido ultra básica en el año 98. Ya cinco años después de eso la tecnología había crecido mucho más en calidad y sobre todo en accesibilidad. Empezaron a llegar mejores instrumentos, la difusión por internet empezó a crecer cada vez más, en fin, fuimos parte de la transición análoga/digital, y con certeza te puedo decir que eso ayudó mucho a que aparecieran muchas bandas nuevas. Además, la exposición era enormemente mayor, ya no era necesario aparecer en la radio o en alguna revista, ahora tenías My Space y Napster, que ayudaban mucho a que tu música se compartiera. César Ascencio (guitarrista Libra): Por octubre/noviembre de 2002 nos conocimos con Jimmy (Jaime Fernández, vocalista) y ahí fluyó todo rápido. En esa época estaba pegando a full el nu metal a nivel mediático. Difícil no influenciarte por esa sonoridad si querías hacer rock en ese momento, pero nuestro background musical venía de otras bandas. El efecto “novedad” creo que siempre tiene una cuota extra en temas de influencia y eso creo que se notó harto en lo primero que hicimos. Segundo Acto: Desarrollo y cúspide «Es la hora de romper la calma» A fines de la década de los noventa, el nu metal ya era una tendencia marcada en Estados Unidos. Solo Korn ya contaba con cuatro discos de estudio y ocho millones de copias vendidas en ese país de “Follow the Leader” (1998) e “Issues” (1999), transformándose en el canon de cómo debía sonar el rock moderno de cara al nuevo milenio para estar en el mainstream. En Chile, la reminiscencia del sonido pesado de los californianos tuvo llegada en las nuevas bandas del circuito underground del rock más pesado, aunque también, tempranamente comenzaron a diferenciarse, teniendo propuestas que hicieron eco a otras bandas como Deftones, Slipknot o Rage Against the Machine. Felipe Arratia: La Extravaganza!, luego de una pausa en su publicación, reaparece en agosto de 1998 con su edición no.40. Y lo hace con Deftones en portada, ya que su nota principal, bautizada como “Los siete pecados capitales”, era un especial nu metal que incluyó a Incubus, Limp Bizkit, Snot, Downset y Coal Chamber, siendo súper adelantados al fenómeno. Además, viene una entrevista que le hice a Total Mosh, una de las bandas pioneras en la escena aggro local. Fernando Mujica: Cuando saco la portada de Deftones el 98, probablemente aquí fue adelantarse a la jugada, pero Korn ya estaba todo el día en MTV. Cuando caché que la cosa era fuerte publiqué ese reportaje, pero antes de esa portada, ya teníamos comentarios de discos de bandas de esa línea que la prensa gringa le llamaba aggro metal desde el 94-95. Javier Hernández: En algún momento, tuvimos la suerte de que nos contactaron de Big Sur (que era el sello que trabajó también con Los Mox! y Dogma), y nos dijeron que nos querían grabar. O sea, nosotros ya teníamos un disco que no quedó tan bien y el sello dijo «está bien, pero nosotros lo vamos a producir de otra manera», así que ahí lo grabamos mejor. Eran las mismas siete u ocho canciones, e hicimos un par más y armamos el disco. Daniel Campos: Nosotros fuimos al hueso con ese sonido aggro en el primer disco de Rama (el homónimo, conocido como “Disco Amarillo” de 1999), que las influencias son mucho más claras de esa época y nos funcionó bien y nos ayudó a seguir avanzando. Pero a pesar de ser un disco bien duro (en su sonido), había mucha melodía y mucha armonía musical, más allá del típico riff de la época que era como la “fórmula”, con la nota baja. Y el mensaje que pudimos entregar era súper llamativo. Eran letras introspectivas, cosas más sentimentales. Julián Durney: Donde más se ha notado el cambio, sin duda es en la batería. Cuando llegó Álvaro (Vidal), dijo que no quería tocar como lo hacía Mauricio, aunque él tocaba la raja, pero era de otra escuela y estilo. Álvaro ha simplificado a tal punto la música que incluso, en un principio, a mí me molestaba. Pero ahora me sale natural y si algo es muy complejo hasta me desagrada. “Moncho” Rubilar: Para poder grabar las guitarras de siete cuerdas en Chile, uf, costaba tanto… Los ingenieros en sonido, los dueños de estudios, no entendían, querían llevarte siempre hacia el metal, y tú tenías que discutir «no, la afinación es esta», y se saturaba todo. El estudio tuvimos que armarlo nosotros. Ahí se grabaron los primeros demos de Raza, los primeros bajos de Rey Chocolate. Había un estudio ahí que era del baterista de los Raza (Marcos Pérez) y del gringo, el guitarrista que tocaba con nosotros (Alex Caicedo). Pablo Rodas también estaba en ese estudio y era bacán cómo artesanalmente, con lo que tenían, pudieron captar el sonido y la saturación. Maravilloso. Y se llamaba Pulso, porque todo era hecho a pulso. Era un home studio pero era bacán, tenía consola y todo. Javier Hernández: Hay un dicho de los alemanes que en español sería «buen sonido cuesta dinero». Lamentablemente es así, para tener un buen sonido hay que invertir plata. Nosotros no la teníamos, éramos cabros de barrio, pero tuvimos la suerte de que el sello pagó por la producción, habló con Mariano Pavez y él se dio cuenta del sonido que podía sacar con nosotros, lo hizo y nos ayudó un montón. Fue un aprendizaje enorme para nosotros trabajar con él. Mariano Pavez (productor): En general, [los artistas chilenos tenían] muchas ganas por hacer cosas, por hacer material competitivo, pero lo que llamaba la atención era la calidad de las bandas. Todas las que me tocó producir tenían una excelente performance, ejecutaban muy bien los instrumentos, además eran muy prolijos y se autoproducían muy bien. Venían los temas muy bien armados, sonando muy bien. Entonces, en general, a todas estas bandas, llámese 2X, Dracma, Rekiem, las calificaría por su profesionalismo a pesar de ser bandas en etapa primitiva. “Moncho” Rubilar: Muchas veces se gastaban, no sé, 350 lucas grabando 11 canciones. Nosotros invertimos la misma plata, pero grabamos solo cuatro. Funcionó. Vendí 3.000 copias del “Demo Negro” (2002) como en un año y medio. Se vendía como pan caliente, ¡y lo hacíamos nosotros mismos! Gino Fuenzalida: Una de las cosas que recuerdo del “Apgar:0” es que yo le dije a Julián que las letras tenían que ser en español. Los dos sabíamos que eso tenía que ser así. A Julián le costó un poquito más porque venía de la escuela del inglés. Julián Durney: Nuestras letras políticas no son panfletarias. Nosotros vamos a lo que está ahora, que está lleno de hijos de puta que manejan el país, que no son los que gobiernan, cachai, porque son los llamados poderes fácticos. Ellos son los que manejan todo, son cinco hueones que son dueños de Chile, que hacen lo que quieren y que pueden hacer que un gobierno funcione o no funcione, y que ha llegado a cegar al país a tal punto, que estamos a cuatro años de elegir al presidente más tarado que podamos elegir en la historia de Chile, y eso va a ocurrir y ya no hay vuelta que darle. Felipe Arratia: He podido conversar con algunos integrantes de Rekiem y, reflexionando sobre esos tiempos, recuerdan el nivel de negatividad de la banda, como que siempre hubo una sensación de que estaba todo mal. Había un nihilismo, partiendo por el título del disco –“Apgar:0”– y que continuaba en canciones como ‘Traga’ con el tema de la bandera (“Es hora de prender / Fuego en tu bandera”), que en el fondo era una copia de lo que hacían los Rage Against the Machine, y solamente después de un tiempo cacharon que, formalmente, un paco podría haber entrado a una tocata y podría haberles aplicado Ley de Seguridad Interior del Estado. Lo que hubiese sido una muy buena publicidad para la banda. Javier Hernández: En la dictadura tú decías algo y al otro día estaban los hombres de negro en tu casa y pa’ adentro. Por eso, seguramente, había otras bandas que inmediatamente después de la dictadura no cantaban las cosas de forma directa. Nosotros vivíamos en “democracia”, pero no sé, teníamos las ganas de decirlo y como para nosotros nunca fue el objetivo sonar en la radio, si queríamos decir “conchetumadre”, lo decíamos porque no nos importaba. [Después de la dictadura], claro, tenís 15 años, podís salir a la calle, pero si tenías el pelo largo te paraban los pacos. Eso era en democracia. ¿Qué democracia era esa? Pero esa rabia que sentíamos también la podíamos decir abiertamente. Salía lo que salía. «Viva Chile, conchemimare» y pico. Con esa honestidad creo que la generación de nosotros se identificó. La publicación de algunos CDs, las constantes tocatas más la aparición de nuevas bandas en formación, fueron prueba que el fenómeno del aggro metal chileno se estaba transformando en un movimiento que iba en serio. El Portal Lyon se transformó en el lugar donde el público del aggro buscaba discos, poleras, accesorios, merchandising y entradas a shows, siendo Eximio, la tienda de Julián Durney de Rekiem, su epicentro. “Moncho” Rubilar: En ese tiempo, el Portal Lyon y el Eurocentro fueron lugares que aglutinaron a todo lo que serían las primeras tribus urbanas, lugares como pensados para grupos más jóvenes. Cuando llegué al Portal Lyon, la mayoría eran peluquerías, eran para gente mayor, y en el 2000 se transforma como en esto, en vectores de reunión de estas tribus urbanas. [Ahí tuve] un rock shop (Urban Trival), como de los primeros que había ahí. Viví el mejor momento del Portal Lyon, o sea, esos siete años entre 2000 y 2007 fueron una maravilla, todo lo que viví después de eso fueron una yapa. Daniel Pierattini (tecladista Rekiem): El único que trabajaba en algo más formal era Julián, que tenía su tienda, la Eximio, donde importaba discos y vendía poleras. Gino Fuenzalida: Cuando Mauricio se fue a Estados Unidos, Álvaro Vidal entró a la banda porque era un cabro muy asiduo a la tienda de Julián, a la Eximio, del Portal Lyon. Después Felipe Orellana también se fue y dio paso a Carlos Rojas (en el bajo), que era otro amigo que también llegaba a la Eximio. “Moncho” Rubilar: Después hice una alianza con Julián Durney. Él quería salvar su tienda –la Eximio– y yo quería abrirme a un nuevo espacio. Funcionó bien para ambos. Después de su muerte yo seguí con la tienda y le dejé el nombre en su honor. Un eximio ser humano. La cofradía en la que se convirtió la amistad que fue surgiendo entre las bandas del estilo dio paso a la conformación de una escena a inicios del nuevo milenio que, conscientes de lo que estaba pasando, logró posicionarse y tener su propio gran evento: el Aggrofest. Julián Durney: Hay muy buena onda con varios grupos, sobre todo con Rey Chocolate que son nuestros amigos, con quienes hemos organizado varias tocatas. No sé, Lupus, Raza, hay buena onda con casi todos, hay una escena súper fuerte y ojalá siga creciendo en base a la tolerancia, porque hemos visto que en las últimas tocatas que hemos tenido, nosotros nos vanagloriábamos de tener un público muy tolerante, y eso ha ido cambiando un poco y no queremos que cambie. Rodrigo “Atilio” Sánchez: Creo que lo fundamental de por qué en esa época funcionaba la escena aggro metal es, básicamente, porque había bastante hermandad entre bandas. Había siempre ganas de hacer tocatas y mostrar material de grupos ya consagrados como nuevos. Me llamaba mucho la atención que había mucha convocatoria a cada uno de los shows. Andrés Espinoza: Por lo general, había muy buena relación, mucha camaradería. Nosotros por nuestro lado teníamos muy buena onda con los Rey Chocolate en un inicio, nos ayudábamos harto y compartíamos harto afuera de la escena misma. Había harta buena onda con Nozión, Audiopsicótica, Lupus y 2X también. Con todas las bandas había buena onda “Moncho” Rubilar: Siempre tuve vínculos de amistad muy estrechos con los 2X. Con discursos totalmente diferentes, pero nos gustaba lo que cada banda hacía. Jamás se nos ocurrió empezar a copiarnos las ideas. Después tuve un gran vínculo con Rekiem, pero de admiración mutua. El hecho de que usáramos ‘La marcha imperial’ en nuestros conciertos era porque nosotros bromeábamos internamente que ellos eran los Jedi y nosotros los Sith. Una hueá de pendejos. Pablo Rodas: Creo que entre los años 2000 y 2004 fue el apogeo de aggro en Chile. Con bandas como Lupus, Aneurisma, 2X y muchas más, que todos los fines de semanas hacían explotar algún local. Había mucha gente en las tocatas. Fernando Mujica: En Chile [el aggro] sí pegó, porque fue de esos movimientos que tuvo bandas. Estaba Rama, Rey Chocolate, Rekiem, 2X. Te dabas cuenta que estaba en el aire. Y tampoco era tan underground. Cuando una hueá es muy under no tiene tanta repercusión y esto era medianamente grande. Era el nuevo rock. Felipe Arratia: El nu metal era una escena y un fenómeno que no tenía un particular orgullo por ser independiente o underground, todo lo contrario: en general eran bandas que aspiraban a la masividad. Evidentemente, MTV Latino y la irrupción violenta de internet ayudaron a que la diferencia del fenómeno en Chile fuera prácticamente nula, y que las cosas que estaban pasando en Estados Unidos tuvieran un eco automático incluso a nivel de escena musical en Chile. Quizás, y me puedo ir de carril, sea la primera vez en que un fenómeno musical gringo tiene un eco prácticamente en tiempo real en Chile. “Moncho” Rubilar: Hubo un tiempo en que las bandas carreteábamos todas juntas, creo que del 2000 al 2004. 2X, Rey Chocolate, Raza, Audiopsicótica (al final) y Lupus, ensayábamos en las mismas casas. Un grupo se conseguía una casa grande para habilitarla y llegaban. Me acuerdo que adelante estaba Rey Chocolate, al fondo estaba Raza y nosotros estábamos al medio. Las fiestas del fin de semana eran entre estas bandas. Compartimos mucho. Pablo Rodas: En el 2000, grabamos nuestro primer disco y comenzamos a tocar todos los fines de semanas, generalmente en las noches, con bandas amigas como Rama, Interdictos y Raza. Cuando conocimos a los chicos de Rekiem, se comenzó a gestar lo que sería una escena más grande y profesional. De a poco comenzamos a probar tocando en las tardes, ya que nos dimos cuenta que muchos de los que iban a las tocatas eran menores de edad y no podían siempre estar hasta tan tarde. Así que de ahí nació la idea de Julián de hacer algo con más bandas tipo festival durante el día y la escena creció exponencialmente muy rápido. Comenzamos haciendo tocatas en la Laberinto, donde se llenaba hasta el techo, con bandas internacionales de Perú, España y otros lados. Andrés Espinoza: Los locales mas recurrentes [para tocar] eran la Picá de ‘On Chito y la Zoom Chica (ex Café del Cerro). Nosotros por nuestro lado debemos haber organizado por lo menos 10 de esas tocatas, que en realidad eran como fiestas, cobrábamos una entrada muy accesible, vendíamos el copete, nos conseguíamos la amplificación y tocábamos. Nos sacábamos la cresta y media, pero había aguante. Luego de unos años en eso, el Julián de Rekiem y Pablo de Rey Chocolate empezaron a organizar los Aggrofest en la Laberinto y ya la historia ahí creció, iban por lo menos mil personas, tocaban como 10 bandas toda la tarde. Francisco Reinoso: Julián quería hacer un festival aggro tres o cuatro años antes del Aggrofest. Estaban (en ese tiempo) IM28Z, Raza, Interdicto, Rama, Rey Chocolate, Total Mosh, Santoa, Rekiem. De ahí, está hueá se empieza a unir un poquito en esta alianza que hace el Julián con el Pablo de Rey Chocolate y comienzan a hacer cosas, esto fue entre el 99 y el 2000. Y otras bandas empezaban a surgir. “Caballo” Romero saca Boa, que era más metalera, no tenía mucho de aggro, pero cayeron parados. La primera tocata de Boa fue en el Aggrofest. Eugenio Marín: Del 2000 para adelante empiezan a gestionarse varias bandas del estilo. Y el Julián y el Pablo empiezan a recopilar bandas. Julián tenía una tienda en el Portal Lyon (Eximio) y siempre le llegaban locos que le llevaban discos para vender y ahí se les ocurre hacer esta cuestión del Aggrofest. El Aggofest fue el primer evento que dejó la cagada, me acuerdo de la Laberinto y las colas que había afuera. Un movimiento súper bonito, entre las bandas había muy buena onda. Gino Fuenzalida: [Después del lanzamiento del primer disco y las primeras giras] Vino nuestra iniciativa como grupo de empezar a mover este mundillo del aggro metal. Empezamos a separarnos un poco de ese estigma que eran las bandas que eran thrash o death o hardcore, y empezamos a buscar nuestro propio nicho. Siempre le decía a Julián, «¿cómo no va a ser posible generar ese espacio donde converjan las tendencias, donde se mezcle el hip-hop, el metal, el punk, el hardcore, y convivan y que no pase nada? ¿Cómo no va a ser posible que en un país donde hay tantos gustos distintos, las tendencias no se puedan unir?». Fueron los inicios de las fiestas. Partimos con una fiesta “Eximio”, que fue una que hizo Julián de su tienda, donde hubo música en vivo, música que Julián colocaba. Y empezó a llegar gente. Después hubo una fiesta “Sónica”, de la revista de Álvaro. Después empezaron a llegar bandas diciendo que querían estar, empezaron las fiestas tributo, hasta que nació la idea de lo que fue el Aggrofest, la combinación de todas estas fiestas y la constatación efectiva de que muchas bandas que eran como de esa onda, necesitaban estar juntas para poder converger y contar su cuento. Daniel Pierattini: Hicimos el Aggrofest, que era un festival que buscaba darle un mejor escenario al circuito, a las bandas que estábamos en este rollo. Generar un espacio más digno para hacer un show de verdad. Había otras bandas, pero las principales siempre eran Rekiem y Rey Chocolate. Después quedamos solos con Rey Chocolate, hicimos dos, si mal no recuerdo, en la Laberinto, y después los chiquillos decidieron no hacer más, y de ahí en adelante lo hicimos nosotros solos. César Ascencio: No recuerdo el año, pero los Aggrofest que se hicieron en La Cúpula (al interior Parque O’Higgins) para mí fue el peak de toda esa onda. Un festival llenando ese lugar de eventos por dos jornadas a pura banda chilena under fue una hueá importante. Solo comparable a los festivales metaleros del (Gimnasio) Manuel Plaza a fines de los ochenta. Imposible no mencionar la trascendencia del Julián en todo eso. Él era el motor de todo. Julián Durney: No quiero sonar ni petulante ni autorreferente, pero nosotros hemos formado una escena. No sé si llamarla escena aggro o cualquier otra cosa, pero hace dos años no había nada y las bandas tocaban por su lado. Nosotros hemos incorporado grupos y tocados con ellos sin ser en ningún momento sectarios. “Moncho” Rubilar: Si uno ve el cartel original [del Aggrofest], las cinco bandas que tenían que abrir estaban en un costado (Boa, Borde, Interdictos, IM28Z, Lupus), más pequeñas, las que tenían que tocar a las cuatro de la tarde antes de los cabezas de cartel (Rey Chocolate, Raza, 2X, Total Mosh, Rekiem). Yo pensé que iba a tocar, no sé, a las tres de la tarde, y toqué a las 5:30, después de Raza, cuando ya había partido el bloque de cabezas de cartel. De ahí venían los Rey Chocolate, Total Mosh –me acuerdo muy bien– y cerraban los Rekiem. Y nunca supe quién tomó la decisión de sacarnos del bloque de apertura y pasarnos al bloque pesado. Fueron los 25 minutos más intensos de mi vida hasta ese momento, como lanzarme en paracaídas desde 11 mil metros de altura y con una preparación de, ¿cuánto, cuatro meses? Pablo Rodas: El Aggrofest tuvo una importancia bastante grande creo yo al desarrollo de la cultura nu metal en Chile. Rápidamente se convirtió en una plataforma para nuevas bandas y donde se creó más que una moda, una gran familia. Francisco Reinoso: En el Aggrofest ocurre un big bang heavy, porque ninguna de estas bandas era grande y lo hacen a puro pulso en la Laberinto, lo organiza el Pablo de Rey Chocolate, y meten a 1.200 hueones. Eran siete bandas, tocó Boa, IM28Z, el primer show de Lupus, Rey Chocolate. Ahí comienza esta cuestión como de escena y se comienza a disparar. Siempre fue súper precario. Imagínate que el “Apgar:0” fue grabado como las hueas porque Rekiem no tenía plata. Julián siempre se sintió frustrado por el disco. Pero mencionarlo como escena... sí, pero no sé. Nunca lo vi como una escena, sí como un colectivo de bandas que funcionaban súper bien. Andrés Espinoza: [La cúspide del movimiento] Creo que se dio entre los Aggrofest y los Back to School, no recuerdo bien los años, entre 2002 y 2008, tal vez. Con los Aggrofest por lo masivo y lo nuevo, y con los BTS por el impulso de mejor producción en las tocatas y por el sello que crearon. Daniel Pierattini: Nunca ganamos plata con los Aggrofest. Me acuerdo que la vez que ganamos plata fue cuando lo hicimos en La Cúpula, y ganamos como 50 lucas cada uno. Pero era muy reconfortante el trabajo, la forma en que lo gestionábamos era súper divertida para nosotros. Me acuerdo que cuando el Aggrofest dio como un salto en cuanto a publicidad, fue cuando el Pablo Rodas consiguió auspicio con la Rock & Pop y ahí pasaban todos los días los avisos. Ese creo que fue el Aggrofest 3, en el 2002, cuando quisimos dar el salto y salir de la Laberinto y lo hicimos en el Teatro Providencia. César Ascencio: Los Aggrofest los recuerdo sudados y divertidos. Cuando tocamos en La Cúpula invitamos al vocalista de Ribo (Nicolás Díaz) a que cantara con nosotros un tema y la única hueá que se nos ocurrió fue “vocalizar” una maqueta media “desechada” que teníamos, que era un festival de ruido. Nunca supe qué chucha gritaba por encima, pero fue un hit ese día. Lo otro que recuerdo es que el público hacía mosh por todo, incluso en partes no tan agresor. Daniel Pierattini: Lo pasamos bien, fue una tocata inolvidable, porque además en ese Aggrofest fue la primera tocata “oficial” donde no estaba el Gino. En ese tiempo estaba Pancho Rojas (La Banda del Capitán Corneta, Mandrácula), que ya había reemplazado a Gino en lo de Korn. Fue una tocata difícil, porque la gente quería a Gino y salió el Pancho, y ya empezó todo mal, era un público demasiado juvenil que no cachaba la trayectoria de él. Nos empezaron a tirar cadenas, pollos. Nosotros sabíamos que iba a quedar la cagada por lo del Gino, entonces en el ensayo planeamos tocar un cover de No Doubt para que quedara realmente la zorra y se enojaran pal’ pico. Y sucedió. Nos tiraban botellas, una rompió un parlante. Se formó una guerra en un momento. Pancho igual tiró sus microfonazos, todos tiramos cosas del escenario para abajo, y luego, después de toda esa cagada, la tocata terminó en aplausos. Yo después recogí una de las botellas y la hueá estaba rellena con vómito, ese nivel. Como pocas veces sucede, los medios masivos fueron aliados y agentes que impulsaron al fenómeno y, sin duda, ayudaron a su popularidad. Radios juveniles, canales de televisión y algunos medios escritos brindaron sendos espacios a bandas como Rekiem, 2X, Rama y Dracma. El mismo nombre del movimiento, aggro metal, se encuentra en el imaginario como una denominación específica para la escena chilena, aún cuando –en honor a la verdad– la denominación ya era utilizada en la prensa estadounidense. Felipe Arratia: El aggro fue un fenómeno que se instaló un rato largo –años– en las radios. Y no solo en Rock & Pop, sino que en otras radios juveniles como Carolina y FM Hit porque el fenómeno no era pequeño. Además, otra cosa importante es que en ese tiempo las peticiones de canciones eran un feedback muy importante, y ahí los directores de las radios advirtieron que había un abanderamiento con el nu metal, incluso con los músicos nacionales. Mariano Pavez: Los años más importantes fueron desde el 2000 al 2004, que venía toda la onda de Limp Bizkit, Korn y todas las bandas que marcaron el estilo gracias a MTV y la radio. MTV fue importante porque logró posicionar todas estas bandas que llegaron rápidamente a Chile y provocaron una gran simpatía y aceptación de los músicos y lo hicieron propios. El hito más importante de esa época, tanto para el aggro como para otros estilos musicales, fueron los canales de video. Andrés Espinoza: [En esos años] Estaba llegando el TV cable y el internet, así es que de esa forma nuestro espectro de bandas metaleras extranjeras se amplió abruptamente. Headbangers de MTV fue, sin duda, una gran vitrina para conocer bandas nuevas, así como también por internet. Daniel Campos: En el año 98, cuando explotó la Radio Concierto (“Rock & Guitarras”), muchas de las bandas de esa escena tuvimos un espacio y pudimos salir, y se fue conformando algo más potente. Al principio éramos puros grupos aislados, que era la tónica de esa época en el under igual. Ensayar súper aperrados, no había locales, estaba muy en pañales el circuito más rockero alternativo que se fue conformando después llegando a los 2000. Cote Foncea: Éramos una banda de boca en boca, casi como una guerrilla. Íbamos pegando los posters de las tocatas uno a uno recorriendo la Alameda. Mandábamos faxes y casetes a todas las radios, al pobre Alfredo Lewin (director Radio Concierto en ese tiempo) lo huevié hasta que al pobre le salieron canas. Tengo la experiencia de estar grabando desde 1987 con De Kiruza, entonces 10 años después ya sabía lo que valía y quería jugármela. Felipe Arratia: La radio Rock & Pop ya había empezado a pasar ‘La fuerza policial’ y después también tocó ‘A romper la calma’ (ambos singles del disco de 2X, “Pateando Cráneos”). Y estos temas, en el fondo, creo que Marcelo Aldunate (director R&P) los empezó a programar porque le sedujo mucho la idea de tener una banda rockera que cantara no solo en español, sino que en chileno derechamente, que involucraba chuchás. Aldunate siempre estuvo abierto a esa expresión de descontento popular. Alex de la Fuente: Ya en el 2000 había una escena aggro metal. Sonaban Limp Bizkit, Korn y Deftones en las radios, nosotros también. Cuando lanzamos el "Pateando Cráneos" logramos estar número #1 en los rankings durante meses, incluso llegó un momento en que los tres singles ('La fuerza policial', 'A romper la calma', 'No lo podrás sostener') estaban en los 10 más pedidos de la Rock & Pop. Era un momento súper especial en que la escena se masificó. La Laberinto llena para los Aggrofest, con mil personas. Tocata que hacíamos llegaban mil personas, y eso duró hartos años. Fue muy bonita esa etapa, con un concepto de aggro metal creado aquí, en el fin del mundo, porque en otros lados hablaban de nu metal. Es algo bien sudaca y súper bonito. “Moncho” Rubilar: Alguien dijo por ahí que las primeras maquetas y trabajos de Deftones y Korn habían salido de un lugar que se llamaba Aggressive Records, y a alguien de aquí se le ocurrió que la cuestión se iba a llamar aggro. Siempre pensé que se llamaba así. El concepto de nu metal era extraño porque alguna vez iba a dejar de ser nuevo. Gino Fuenzalida: [El aggro metal] Es una palabra totalmente nacional, un concepto de acá, que nace un poco desde la juerga y tomarse al chacoteo lo que era “agro” y “aggressive”. Julián, Álvaro y Carlos dijeron «tomemos esta palabra “agro”, que es súper nacional, que tiene una referencia a la tierra, que daba cuenta de algo como hecho a mano, a fuerza, a pulso, y mezclémoslo con este concepto anglo de “aggressive”, como una mezcla spanglish». Fue eso, juntar conceptos y armar una palabra de fantasía que pegó súper bien y se arraigó en la escena. Andrés Espinoza: Para mí, esa escena aggro no sé si existe. Si tuviéramos la necesidad de etiquetar, creo que le viene mejor la de nu metal, ahí caben muchas más bandas. Ahora, si hubo un sonido un tanto particular, fue porque quizás nacieron en la misma época, pero para mí, cada banda siempre tuvo su propia onda, y asimismo cada una evolucionó distinto. En el momento más luminoso de la escena aggro local, ocurre un hito que consolida al fenómeno: la visita de Deftones en enero de 2001 en el peak de su carrera luego del lanzamiento de su tercer disco, el aclamado “White Pony” (2000). El concierto abrió la puerta para que luego las bandas puntas de lanza del nu metal visitaran el país: Korn en 2002 y Slipknot en 2005, entre otras, durante la primera década de los 2000. Todas, oportunidades donde las distintas bandas nacionales tuvieron opción de abrir estos shows de primer nivel. Alex de la Fuente: Como estábamos súper bien posicionados en las radios, el sello logró meternos ahí para abrir a Deftones (en 2001). Fue espectacular, con un Estadio Víctor Jara repleto, cuatro mil y algo de personas. Es una pena que no haya registros de ese recital, pero los que estuvieron ahí nunca lo olvidarán, fue una tocata muy linda. Pudimos compartir con Deftones, hicimos un poco de migas en la prueba de sonido, estuvimos en el camarín compartiendo, conversando. Creo que ese fue el momento cúspide del aggro en nuestro país, del 2001 al 2003, más o menos. Javier Hernández: Eso fue súper bonito. En ese tiempo ser telonero significaba que nunca te ponían las mismas mesas o equipos. Por suerte, con el manager y el equipo que teníamos nosotros pudimos lograr tener un sistema técnico decente. Y claro, después ver siete mil personas [sic] ahí y empezar a tocar, quedó la cagada. Lo pasamos increíble, muy bonita experiencia. Gino Fuenzalida: MTV nos dejó en posición para que se nos acercara alguien de (la productora) DG Medios y nos dijera «viene Deftones, están ustedes y hay otra banda más que podríamos poner en la palestra». Hacía mucho sentido, el movimiento y mucha gente nos respaldaba en ese entonces, así que éramos los candidatos precisos. Esa fue la teloneada grande. Y la segunda fue con Korn (en 2002). Cote Foncea: La historia del concierto con Korn fue algo muy particular. A finales del 2001, estábamos planeando el segundo disco, después del bajón de no haber podido ir a promocionar el debut a Los Ángeles. Teníamos todo listo, Universal había gestionado todo para que nos fuéramos a Estados Unidos a hacer promoción después de ganar el premio en MTV (“Mejor Video de la Gente”). Imagínate lo que significa haber logrado un contrato internacional para una banda nueva con su disco debut. Se suspendió todo por el tema de las Torres Gemelas. Felipe Arratia: Vimos a Dracma ganar un premio en los MTV Latino. Rekiem fueron la segunda Rara Tocata Nueva del 2001 en la Rock & Pop, que habían alcanzado un éxito importante desde que se comenzó a pasar ‘Traga’, quizás no al nivel de MTV, pero por ahí iba. Los pedían harto, igual que a 2X. Por supuesto, no se puede no nombrar lo que pasó en enero de 2001 en el Estadio Víctor Jara con el concierto de Deftones, sin duda la reunión cumbre de los fanáticos del aggro metal, con 2X y Rekiem de teloneros, tocando por primera vez para una audiencia masiva. Y el otro fue el concierto de Korn, en marzo de 2002 (con Rekiem y Dracma de teloneros, estos últimos reemplazando en el cartel a Static-X), que fue lo mismo de Deftones, pero multiplicado por cuatro, por la convocatoria de la banda, por el lugar donde tocaron que era muchísimo más grande (Pista Atlética Estadio Nacional), y porque la transmisión, por temas comerciales, se lo dieron a Radio Carolina. Gino Fuenzalida: Cuando nos tocó telonear a Korn tuve, no sé si la suerte o la desdicha de caer enfermo. Ese verano me contagié con hepatitis. Tuvimos una gira a La Serena con Weichafe, tocamos en un teatro súper bonito, una especie de casona. Ahí me sentía pésimo, pero igual tocamos, hicimos el show y estaba destruido. Después me enteré de que tenía hepatitis y me fui a chequear al médico, le conté a la doctora que tenía un recital que era súper importante, que venía una banda de afuera, etc. Ella me dijo: «lo único que te puedo decir es que te puede pasar algo si lo haces». Efectivamente, la cosa podía empeorar y por la fuerza que podía usar se me podía reventar el hígado o algo así. Para mí fue súper difícil, porque en ese entonces, más allá de que haya sido Korn, estaba súper motivado, súper embalado por lo de la banda. Y claro, desistí del evento, pensé que simplemente no era el momento, habría otras instancias, pero tenía que cuidarme si quería seguir cantando. Fue una decisión súper personal que no me costó hacerla, pero igual me tenía súper incómodo. Era sí o no, y decidí finalmente que no, y cuidarme. Cote Foncea: En ese tiempo, estábamos trabajando con una agencia en Estados Unidos que tenía un plan interesante no solo para nosotros, sino que también para Peyote Asesino (Uruguay) y Molotov (México), justo en el tiempo del compilado “Testosterona” de Surco Records (el sello de Gustavo Santaolalla), disco en el que aparecemos junto a Limp Bizkit, Deftones y A.N.I.M.A.L. (entre otros). Nos fuimos a recluir a un campo en la Quinta Región y nuestro manager nos dijo que Korn no quería tocar con las bandas que los venían teloneando y preguntaron si Dracma estaba disponible. La manager era latina y había visto el video de ‘Hijo de puta’, por eso se interesó en nosotros a un mes del show. El único requisito que nosotros pedimos fue aparecer en el cartel junto con Rekiem y Gorfrog. Después de pasar esos meses en el campo, llegamos a Santiago y nos invitaron a una cena en Bellavista con Korn. Ahí pudimos conocerlos. Jonathan Davis estaba súper informado sobre Dracma y sabía los nombres de las canciones porque le habían pasado nuestro disco. El día del concierto, Fieldy y Munky estaban a un lado del escenario mirando nuestra actuación, nos saludaron en el camarín después del show y no con una actitud forzada. Alex de la Fuente: Puedo destacar también lo de Limp Bizkit (2011). Abrimos ese show y fue de los mejores. Fue espectacular, porque ellos nos eligieron, nos vieron en internet y se dieron cuenta de que éramos de las bandas del estilo que tenía más visitas, más reproducciones en YouTube. Fred Durst enganchó mucho con la banda, de hecho, se acercó después, cuando estábamos sacando nuestros instrumentos. Cargábamos la camioneta y de repente aparece una Van con vidrios polarizados y se baja él. Nos contó que nos eligió para abrir el show. De hecho, nos invitó a seguir con ellos por Sudamérica. Esa tocata fue muy bonita. Eugenio Marín: [La tocata más importante] Fue la teloneada a Slipknot en 2005, lejos. Lo más triste fue que teníamos a una persona grabando en la consola de sonido y la gente de Slipknot le quitó la cinta. Lo único que tenemos es una foto ordinaria y para nosotros fue el mega evento. Cuando tocamos la gente nos recibió la raja. Lejos la mejor tocata de Rey Chocolate. Pablo Rodas: Para mí hay cinco hitos importantes: [la tocata con] Babasónicos, la presentación del disco “NIV”, la tocata en el desierto florido, Slipknot y la despedida. Con Slipknot pudimos sentir el cariño del público a mil, coreando todas las canciones. Personalmente me sentí como en casa arriba del escenario, sonando como cañón y compartiendo con la familia que es Rey Chocolate. Javier Hernández: [En 2003] Fuimos a Alemania y nos fue rebien. Anduvimos cinco meses girando en Europa. En Berlín, tocamos en los mejores clubes y vendimos todos los discos, hasta nos invitaron para el verano siguiente. A la gente le gustaba que cantáramos en español, nos hicieron un par de entrevistas y reseñas. En una revista alemana refamosa, la Metal Hammer, nos hicieron un review del disco (“Lucha Eterna”). Cinco estrellas de cinco. Una anécdota loca fue que una vez estaba acá (Alemania) preparando las cosas para un show que teníamos con la banda con la que trabajo haciendo sonido en gira, Von Wegen Lisbeth, y de repente llegan los teloneros, una banda que se llama Millarden. Aparece el baterista, me ve, me apunta con el dedo y me dice: «yo a ti te conozco… tú tocabas en una banda que se llama 2X. Yo los vi acá en una tocata, el batero era una bestia (Daniel Tobar). Después de esa tocata me fui derecho a tocar batería». Tercer Acto: Caída libre «Sonrío en tus ojos al verte morir» Daniel Campos: Si lo vemos por el lado más mediático, toda esta explosión fue como desde el 95 en adelante hasta los primeros 2000, con Korn, Deftones, Slipknot y todas esas bandas que fueron top de lo top. Después empezó a pasar algo raro con el aggro, que empezaron a salir bandas más híbridas, como Staind que eran nu metal con post grunge. Entonces ahí creo que se fue desarmando esta figura nu metal que había. Alex de la Fuente: Como se llegó a una cúspide, también se llega al ocaso. De pasar a una Laberinto con 1000-1500 personas, a tocatas con 40-50 personas. Recuerdo que hubo un momento en que veíamos a 20 personas en las tocatas. Ahí tomamos la decisión de salir a tocar fuera de Santiago y así empezamos a girar constantemente, algo que solo se detuvo por la pandemia. Mariano Pavez: Creo que el aggro decantó el año 2007-08, [por ahí] fue decayendo la euforia por esa tendencia. Y fue producto de que la música se va renovando, se va refrescando. Aparecieron nuevos géneros, nuevas tendencias musicales y obviamente que el aggro así tal cual fue mermando en esa época y mutó a otras cosas, otro estilo, otras ramificaciones musicales. Pero nos quedamos con quienes marcamos una tendencia musical, como músicos, como productor musical, marcamos el sonido de una época en la música chilena. Estuvo muy bonito y fue muy importante. Pablo Rodas: Es natural que exista una evolución, sobre todo en los gustos musicales. Casi todo el público era más bien adolescente, que después de un tiempo se ocuparon de otras cosas o simplemente cambiaron sus gustos, como pasa en todo. También la calidad de las bandas nuevas comenzó a declinar, pero hasta que yo me retiré de Rey Chocolate, nunca sentí que hubiera un declive fuerte, las tocatas se llenaban siempre. Cote Foncea: Creo que el aggro funcionó en Chile porque tenía un cierto “patrocinio” de las bandas internacionales que venían súper bien producidas, con una imagen potente que reflejaba lo que estaban pasando los adolescentes de la época: el conflicto con los padres y la búsqueda de la libertad. Cuando las disqueras, desde las independientes a las grandes, validaron ese movimiento, el estilo despegó, algo parecido a lo que pasa hoy con la música urbana. Es parte del negocio. En ese momento, las películas, los comerciales y la cultura empezaron a relacionarse con el modelo del chico aggro. El declive vino a la par con la caída de los sellos porque se les quitó el piso a las bandas de rock. César Ascencio: Para finales de la década (2009/10) ya la “onda” estaba decayendo. Es natural que el ciclo se apague para dar paso a uno nuevo. Los cabros que en su momento se sintieron identificados con la cosa como “movimiento” pasan a tener otros intereses y pierden la necesidad de ser “masa”. Se pierde la efervescencia y la hueá vuelve a su estado normal de música (o ruido); porque en esencia siempre fue solo eso. Rodrigo “Atilio” Sánchez: Desde mi punto de vista, creo que todo es cíclico. Comenzó a bajar la afluencia a los shows, las bandas al final no estaban ya sacando material y también era más de lo mismo sin bandas que reinventaran o que mostraran algo que realmente te volara la cabeza. Fernando Mujica: Más que cuándo el movimiento cayó es cuándo esto fue nuevo. Cuándo es la nueva hueá, el sabor del mes. Esto duró cinco a siete años. Pero ya en 2001-02 apareció el indie que se empezó a comer las portadas de las revistas. Otros sonidos, que en el fondo hacían que esto ya no era la nueva gran cosa. Te das cuenta que Coal Chamber no es capaz de sacar tres discos ricos, que Static-X se sacó con cueva un disco rico. No sé cuándo se acabó como movimiento y no sé si siempre se consideraron un movimiento, lo que sí sé es que a muchas de esas bandas se les acabó la originalidad y no supieron reinventarse tampoco. Gino Fuenzalida: [Después de mi ausencia en el show de Korn] Fue el comienzo del fin. A mí me empezaron a separar de la banda por eso. Después, Rekiem cambió completamente, se empezaron a hacer las cosas de otra forma, se empezó a perder la esencia de ese Rekiem con pelotas, con pura adrenalina, con pura improvisación, energía. Esa hermandad se empezó a destruir por diferentes motivos. [Además], Julián estaba con una depresión muy grande. Desde que lo conocí él tenía una depresión muy alta. No fui mucho de hablar con él, así como lo hacía el resto, nuestra comunicación era muy de entenderse en lo puntual, muy de momentos. Luego de eso, me sacaron, me cambiaron por otro vocalista con otro perfil. Y ahí, bueno, viene la historia de Rekiem que todos conocen, que es un antes y un después. Después pasó obviamente lo que pasó, Julián falleció (se suicidó en 2004) y la banda se desintegró completamente. Daniel Pierattini: Fue súper… debo decir que a pesar de que Julián se venía manifestando hace un buen rato, de todas maneras, fue muy sorpresivo, nunca pensamos que podía suceder. Que se iba a morir. Fue súper fuerte. Fue un momento bien caótico, en el que yo había decidido que la banda iba a llegar hasta ahí nomás. Pero los papás de Julián nos pidieron una reunión. Ellos nunca habían ido a una sala de ensayo de Julián, creo que habían ido una vez a verlo tocar, y nos pidieron una reunión en la sala de ensayo. Entonces nos pidieron que, si nosotros queríamos, que por favor siguiéramos, porque creían que a Julián le hubiera gustado que esto siguiera y que el material saliera. Para mí era súper complicado, porque siempre Julián era la cara visible de la banda… la banda era él, entonces seguir yo con otros músicos era raro. Dentro de todo ese momento que vivimos, teníamos el disco prácticamente listo. Los demos. Al final dije: «puta la hueá, Rekiem ha muerto y renacido tantas veces, ha pasado tanta gente por aquí, démosle la última vida». Pablo Rodas: Nunca me imaginé que Julián tenía un problema tan grande de depresión o algo así, siempre nos reíamos de la vida y nunca tuve la sensación de que algo andaba pasando por su cabeza, más que la sutil oscuridad que todos tenemos al mirarnos profundamente. Para mí fue un shock igual heavy, pero nunca la muerte ha sido un tema deprimente para mí. Eugenio Marín: La muerte de Julián fue súper fuerte, más encima de la manera en que fallece no es menor. Fui al funeral y fue fuerte para todos. Todos quedaron bien golpeados. Era apañador, siempre apañando la escena. Daniel Pierattini: Fue duro hacer ese disco (“Zero”, 2005). Fue duro sacarlo, todas las críticas que nos llegaron. Nos llenamos de críticas súper poco constructivas de amigos. Luego de eso nosotros empezamos a tocar y no iba nadie a vernos. Fue un fiasco. Entonces el disco “Zero” realmente fue “cero”: partimos de nuevo. El disco gustó, pero a otro público. A la gente del “Apgar:0” no le gustó, entonces como que se renovó el público. Eso nos llevó nuevamente a ser una banda respetada. Francisco Reinoso: Le guste o no a la gente, el aggro metal fue la última movida relevante en términos numéricos del rock y eso, aunque te dé lata, tiene demasiados hitos. Felipe Arratia: Tengo la sensación que lo del aggro chileno fue un peak muy rápido y muy corto. Dejó la cagá y se fue. Pero siento que sí había una sensación de escena, a la cual hubo ciertas personas que colaboraron mucho, como Julián en la creación del Aggrofest, y fue muy importante porque el fenómeno no tenía por donde tener señas de una identidad local. De hecho, no tengo muy clara la respuesta a la pregunta de qué hace chileno al aggro chileno, más allá de ser una lectura, en español, de un fenómeno gringo. Pero, aún así, se logró construir una escena propia porque tenían un lugar donde hacer las tocatas, en este caso la discoteque Laberinto, tenían un evento (Aggrofest), y había cierta camaradería entre las bandas y uno podía identificar distintas propuestas. Andrés Espinoza: Creo que las bandas que verdad subsistieron fueron justamente las más honestas. Hay una cantidad gigante de bandas chilenas y extranjeras que solo se dedicaron a imitar a las mas originales, y puede ser que por ahí hubo una cierta “decadencia”. Cote Foncea: Nosotros podíamos tocar en La Rockola y al otro día encabezar un festival grande. Cuando llegamos de Rock al Parque (festival colombiano del que fueron parte en 2000), partimos a Recoleta a un show con equipos prestados. Hicimos Rock al Patio, tocando en colegios de manera 100% autogestionada (en 2001). Estábamos haciendo cosas importantes, pero éramos parte de una escena que no solo se constituía del aggro. Recuerdo que nos invitaron al aniversario de Salvador Allende en el Estadio Nacional y tocamos a las nueve de la noche después de Illapu ¡y había 65.000 personas! Tocamos ‘El derecho de vivir en paz’ con Carlos Cabezas de Los Jaivas y quedó la cagada. Al otro día fácilmente podíamos estar tocando con Weichafe o 2X en un Aggrofest. Todos vamos creciendo y obteniendo medallas, pero no podemos negar que fuimos parte de algo. Pasamos por el buzo Adidas y las zapatillas brillantes. Daniel Campos: Con Rama empezó a pasar con el tiempo que mezclamos varias influencias y tuvimos libertad de acción para hacer nuestro camino, lo que nos fue permitiendo trabajar en nuestro sonido y ser diferentes en muchos sentidos a otras bandas. Entones nos fue pasando que nos quedamos un poco fuera de la escena, por ejemplo, cuando tocaban Rey Chocolate con Raza, que eran mucho más metaleros, porque lo de nosotros era un poco más “místico”. Después, a principios de los 2000, cuando el movimiento empezó fuerte y aparecieron los festivales, también decidimos no participar mucho, igual íbamos a algunos y aparecíamos en algunas tocatas, pero en ese tiempo ya queríamos avanzar hacia otro tipo de música, con otro tipo de arreglos y otras distorsiones de guitarra para no quedarnos con la chapa de aggro. No es que reneguemos de eso, al contrario, fuimos de los primeros y estamos súper orgullosos de eso, pero qué fome sería haber seguido pegado. Ahora, siempre hubo mucho respeto y muy buena onda con la escena y con los chiquillos de las otras bandas. Javier Hernández: [Después de la gira a Europa] Hubo un cierto interés de un par de sellos, pero era complicado. En Chile estábamos a la cresta del mundo y, bueno, después cuando volvimos había un par de cosas, pero estábamos un poco desgastados, cansados, hicimos pausa y ahí nos fuimos separando. La alineación ya no tenía la misma onda y terminamos. Después el Alex con el Pablo (Trejo, bajista) quisieron seguir, como un año después. Con el Daniel la otra vez hablamos, somos rebuenos amigos. La otra vez él nos decía que hiciéramos algo para los 15 o los 20 años del “Pateando Cráneos” (2000). Estaría entretenido, para reencontrarte con la gente que le gustaba y para las nuevas generaciones que no alcanzaron a escuchar cómo sonaba 2X con esa alineación. Pero bueno, no hay que presionar las cosas. Que se dé cada cosa a su momento. En memoria de Julián Durney Meneses (1972-2004) Tags #Aggro Metal #Total Mosh #Rama #Dracma #2X #Rekiem #Boa #Lupus #Rey Chocolate #Raza #Libra Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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