Lanzamiento libro de Sadism

Hay bastantes razones, más allá de los rankings y las estadísticas, para situar a Tribulated Bells como un hito fundamental en el desarrollo de los sonidos extremos en chile. Del mismo modo que su lanzamiento marco un salto de calidad en la escena death metal local sustentada hasta entonces, con excepción del siete pulgadas de Pentagram (1987), en pequeñas cintas de demostración, el primer álbum del género producido, grabado y fabricado en chile anunciaba el fin del ciclo de las bandas nacidas al alero de la Sala Lautaro. Fue una señal de crecimiento y mayoría de edad; la urgencia de abandonar el nido. Y en el caso de Sadism, que tuvo su primera presentación en abril de 1989, el grupo salía del refugio de la calle Euclides, al comienzo de Gran Avenida, e iniciaba su propio camino. Tenían un álbum, cerraban una puerta y dependía de ellos abrir la otra.

La idea original que el productor Francisco Martin propuso a la banda era hacerse cargo de la producción ejecutiva de Tribulated Bells. Es decir, financiar todos los gastos del proyecto y luego buscar un sello en el extranjero para licenciarlo. Esto consideraba el arriendo de equipamiento adecuado, incluida una batería Yamaha negra que consiguieron con Iván Arizte en su tienda del centro comercial pirámide del sol, en Providencia. De hecho, cuenta Francisco, fue la misma batería con la que tocó Europe en el Festival de Viña en 1990 y que años después quedó destruida por un container que le cayó encima en las bodegas de Canal 13. Para el arte de la caratula, Francisco contacto al ilustrador Jaime Fuentes gracias a un dato que le dio Yanko Tolic. La inversión total era importante y para cubrirla el productor vendió el Fiat 600 del año 78 que le habían regalado cuando cumplió los dieciocho. Pero ni aun así me daban los números para costear el estudio, recuerda Francisco, hoy radicado en Suecia, donde dirige el sello Mecanix y ha publicado parte del nuevo material de Sadism.

Era mucha plata, así que un día fui a negociar con José Luis Corral al estudio Rec, en calle seminario, pero el justo tenía que salir al centro, así que lo acompañé en la micro para seguir hablando del tema. Al final, cuando íbamos por la Alameda, a la altura de la Universidad Católica, me dijo que si, que por el presupuesto que teníamos podía hacerse cargo del disco, pero íbamos a trabajar también de noche.

Tribulated Bells fue grabado entre julio y agosto de 1992. Con el registro en mano, Francisco, quien había llamado a su proyecto Pounding Hard (tal como la revista que publico años antes), envió material a diferentes sellos pero no tuvo suerte. De manera que el siguiente paso fue hacerse cargo de la manufactura del álbum: el quería un producto lo más profesional posible, aunque entonces la empresa donde planeaba hacerlo dejo de funcionar. Lo intento con EMI, pero no fabricaban a terceros. Tampoco Sony Music. Las opciones de IRT o Star Sound eran factibles, pero no lo convencían. Finalmente, y gracias a un contacto familiar, francisco logro ser recibido por un funcionario de Sony a quien por suerte le cayó bien y consiguió que tomaran el trabajo. Se abría una puerta para que bandas como criminal, torturer y undercroft también pudieran fabricar allí su material.

La primera tirada de Tribulated Bellos tuvo quinientas copias. Francisco las fue a buscar en la camioneta de su papa a la fábrica de Sony cercana del aeródromo Tobalaba. Imagina la emoción cuando vi el casete terminado. Casi me desmayo de impresión. Fue tan fuerte como cuando vi el primer vinilo que hice con mi sello. De regreso, pasé por la casa de Rolando Ramos y se lo mostré. Él fue la primera persona en verlo.

Con las cajas de casetes en su casa, comenzó a organizarse la distribución. En ese aspecto fue clave Osvaldo Cancino, entonces vendedor de BMG, quien le dio a Francisco algunos consejos para el negocio y un listado de disquerías nacionales a las que podía vender copias. Además de las que pudo colocar en Santiago, despacho paquetes a Rancagua, Antofagasta, concepción y punta arenas.

La primera partida no dio ganancias, pero las trescientas unidades que vinieron después si generaron un margen para compartir con la banda.