Éxito de doble filo: Los alcances de "The '59 Sound" de The Gaslight Anthem
Antes de convertirse en los autores de un clásico moderno, The Gaslight Anthem eran unos don nadie. Su nombre no significaba nada fuera de un limitado circuito de punk y tocatas caseras, una escena en la que participaban de forma activa, aunque no solamente por motivación, sino porque no tenían dónde volver. Como la banda aún estaba lejos de generar algún tipo de ganancia, ninguno de sus miembros tenía cómo costear un arriendo. A falta de residencia fija, contaban con sus esperanzas, justificadas por "Sink or Swim", su prometedor debut.
El primer salto que dieron fue salir de una diminuta compañía como XOXO Records y fichar por SideOneDummy, otra discográfica independiente, pero de mayor prestigio gracias a su trabajo con Flogging Molly, distinguidos por sus ventas con un disco de oro que deslumbró a los integrantes del cuarteto la primera vez que visitaron el sello. Bajo su nueva etiqueta, publicaron "The 59 Sound", el álbum que marcó un antes y un después en su existencia. Tras su lanzamiento en agosto del 2008, la carrera del grupo sufrió un cambio drástico: dejaron de pagarles con cerveza. De sótanos para decenas de personas, pasaron a festivales multitudinarios.
En su segundo disco, The Gaslight Anthem tocan las fibras más sensibles del punk y el rocanrol. Dan con el balance perfecto entre urgencia y nostalgia en un acto de equilibrismo irrepetible hasta para ellos mismos. Es el registro de su mejor momento, 41 minutos de gloria en los que crean un microcosmos a partir de su adoración por lo retro y la mezcla de su ímpetu aún juvenil con la soltura de años inmersos en la música. Por ejemplo, su cantante y guitarrista, Brian Fallon, tenía 28 y venía de tocar en diversos proyectos desde la adolescencia.
Al momento de citar referencias, la banda era totalmente explícita en "The 59 Sound". Partiendo por el título, una alusión al amplificador que Fallon construyó a imagen y semejanza del usado por Elvis Presley, su amor por el pasado nunca estuvo oculto. Cuando los entrevistaban, el vocalista usualmente decía que no estaba al tanto de la actualidad rockera porque, en realidad, se la pasaba leyendo biografías de grupos antiguos preguntándose cómo emularlos. Por su lado, el guitarrista Alex Rosamilia, en una entrevista reciente, resume el atractivo del disco en su fascinación por una antigua y legendaria factoría musical: "Tratamos de mirar las cosas desde un punto de vista más Motown. No vernos a nosotros mismos como una banda de punk, sino como una banda de soul tocando canciones punk".
Pero había una influencia que se les notaba más que cualquier otra y que definiría tanto al disco como a ellos: Bruce Springsteen y la E. Street Band. Es necesario tener en cuenta que, al ser hijos de Nueva Jersey, su admiración por El Jefe era como el amor por una camiseta, la clase de idilio sempiterno que nunca se cuestiona. El propio Springsteen reconocería su talento, subiéndose al escenario a cantar con ellos durante una edición de Glastonbury. Hasta hoy, el santo patrono de Gaslight Anthem se deshace en elogios para su obra cumbre: "Tenía todos los ingredientes de un clásico. Todas las canciones eran grandiosas. No había puntos débiles. Era como descubrir algo nuevo. Mucho espíritu, mucha alma. Esas cosas tienden a durar. El disco sigue siendo fresco".
Con sus siguientes lanzamientos, nunca volvieron a tener el mismo éxito, por más que se puedan aislar grandes canciones en "Get Hurt" o "American Slang", y por más que "Handwritten" sea un trabajo que otros rockeros envidiarían. Cada vez que trataron de hacer lo de antes, fueron criticados por repetitivos; cada vez que trataron de hacer algo distinto, fueron criticados por no estar a la altura de su propia vara. A la larga, la bendición de Springsteen tampoco les jugó a favor. "Se convirtió en lo único que la gente decía sobre nosotros. A nadie le importaba nuestro esfuerzo en no parecer una versión de segunda mano de Bruce", confesó Fallon hace poco.
Cada vez más decepcionados con la recepción de su música, The Gaslight Anthem terminaría disolviéndose siete años después del disco. Antes de anunciar su final, camuflado con el eufemismo de hiato definitivo, dieron varias señales de inconformidad. En sus entrevistas, deslizaban quejas sobre su suerte y la forma en que eran tratados sus álbumes, así que la noticia no fue un shock para nadie que los siguiera. Aun así, llegada la hora de celebrar el décimo aniversario de "The 59 Sound", la maquinaria de la nostalgia se puso en marcha y The Gaslight Anthem emprendieron una gira conmemorativa. Tal como sus inspiradores, ahora ellos también son un recuerdo.
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