Manic Street Preachers: La intensidad de un zumbido maligno
Una reflexión sobre "The Holy Bible"
La comparación con Oasis no es al azar. Tratando de cicatrizar las heridas provocadas por la partida de Edwards, la banda fue parte del recital consagratorio de los hermanos Gallagher en Knebworth el mismo año en que lanzaron "Everything Must Go" (1996), un largo que les permitió fluir con la corriente britpop, probablemente sin que ellos lo maquinaran de esa forma. Hasta ese momento, los Manics pecaban de parias. Con el volátil Richey en sus filas, el iniciático “Generation Terrorists” (1992) padecía de la resaca glam a la T-Rex en un momento cultural poco oportuno, mientras el siguiente “Gold Against The Soul” (1993) intentaba conectarse con el rock alternativo en un tono mucho más opaco que sus referentes estadounidenses. Ya para de “The Holy Bible”, el anacronismo superó los límites y los sumió en una atmósfera densa que tomaba distancia del buen humor latente en Reino Unido. El estudioso David Evans lo graficó así en el libro de la serie “33 ?” dedicado a este registro: “Después de todo, era la época del britpop, el año del ‘nuevo joven’ (new lad), de su traviesa búsqueda de sexo y alcohol, y de un abogado llamado Anthony Blair que se perfilaba como líder del partido Laborista. Dominaba un ánimo optimista”.
En ese escenario, “The Holy Bible” pasó un tanto desapercibido. ¿Cómo no iba a hacerlo con esa virulencia que provocaba y sigue provocando tanta incomodidad? Se ha hablado y escrito mucho sobre este período de Manic Street Preachers por todos los episodios aledaños a su grabación y promoción, datos wikipédicos cubiertos por varios escritores que no vienen al caso, pero es precisamente esa ráfaga de acontecimientos la culpable de opacar su valor musical y lírico. En el primer punto, “The Holy Bible” conecta la rabia vinagre del “In Utero” (1993) de Nirvana con los colores grises del “Unknown Pleasures” (1979) de Joy Division, análisis que Evans desestima más por la biografía de sus protagonistas que por motivos auditivos, pero que se valida al escuchar las punzantes ‘Of Walking Abortion’, ‘Revol’, ‘P.C.P.’, ‘Faster’ o la delicada ‘She Is Suffering’, influidas por el cólera de un punk agrio y un post-punk desolador.
En lo que refiere a sus temáticas, los males que salen rabiosamente de la garganta de James Dean Bradfield nunca se habían encarado con tanto encono, una frontalidad discursiva que encandila hasta hoy. La prostitución descrita en ‘Yes’ sigue rondando las calles del mundo, la locura cultural en ‘Ifwhiteamericatoldthetruthforonedayit'sworldwouldfallapart’ encaja perfectamente con el Estados Unidos de Trump y la mediatización excesiva de los asesinos en serie y el debate sobre la pena de muerte en ‘Archives of Pain’ todavía es un tema polémico en ciertos países. La banalización de la imagen en redes sociales que lleva a la anorexia resuena cómodamente en ‘4st 7lb’ y el miedo al envejecimiento que se respira en ‘This Is Yesterday’ y ‘Die In The Summertime’ se agudiza en un entorno que sólo ensalza la juventud. El holocausto y los horrores de la segunda guerra mundial materializados en ‘Mausoleum’ y ‘The Intense Humming Of Evil’ vuelven a flotar en la superficie debido a la polarización política y al fortalecimiento de los grupos neo-nazis. Son cuestionamientos que no hemos sido capaces de resolver y, peor aún, al parecer estarán para siempre con nosotros, como dice Dorian Lynskey en su libro “33 revoluciones por minuto”: “Lo importante no es el sufrimiento de Edwards, sino aquello que fue capaz de decir sobre la naturaleza humana. Es el sonido de una mente brillante quemándose a lo bonzo”.
“The Holy Bible” tuvo su celebración a lo grande en 2014 con una reedición de lujo y un concierto televisado en el castillo de Cardiff el 2015. Frente a miles de fanáticos, Bradfield ironizó diciendo que “no es precisamente un disco para una soleada tarde de verano” y Wire reverenció a Edwards por una colección de canciones que “no se habría creado sin la belleza, la genialidad poética, la inteligencia ni sus feroces habilidades de cronista”. Ambas postales reconcilian a los Preachers con un trabajo que cerró la primera etapa de su carrera y que hoy se erige como una de las obras más oscuras, pero hermosas de su década, aunque a veces pareciera que su relevancia se restringe exclusivamente a las fronteras de la música británica, a los estudiosos y a sus fanáticos, muy parecido a lo que pasa con The Kinks. Aun así, es un monumento discográfico que no puede pasar desapercibidos por su espíritu rupturista, la gran gracia de los discos atemporales. Con una distancia kilométrica a las festivas ‘Live Forever’ o ‘Rock N’ Roll Star’ de Oasis y de todo el britpop de ese entonces, el mundo descrito en “The Holy Bible” es casi una visión adelantada del presente, el gruñido de problemas sociales que nunca se fueron y seguirán resonando con la intensidad de un zumbido maligno. ¿Y quién es el responsable?, tú lo eres.
Pablo Cerda
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