Dream Theater: la pieza que definió el metal progresivo

Un 7 de julio de 1992, veía la luz un disco tan importante que transformó la escena progresiva para siempre. Si bien el género ya existía, Dream Theater con el lanzamiento de su segundo álbum de estudio, "Images and Words", lo llevaría al siguiente nivel, introduciendo un nuevo concepto arraigado al metal, donde el tecnicismo, las complejas composiciones y los coloridos matices, definirían una fórmula que sigue sonando fresca luego de treinta años.

Mientras todo alrededor vestía de grunge y olía a espíritu joven, Dream Theater se hizo un lugar propio en este teatro de ensueño, donde gracias a las emisoras radiales y principalmente a MTV, no tardaron en convertirse en éxitos transversales las canciones 'Pull Me Under', 'Take the Time' o 'Another Day', gozando de alta difusión y encaminando el éxito que vendría acompañado de un disco de oro en Estados Unidos y Japón.

A estas alturas, las guitarras de John Petrucci son sinónimo de virtuosismo y magnanimidad, la batería de Mike Portnoy es un delicado engranaje con vida propia, el bajo de John Myung es una aterciopelada pluma, las teclas de Kevin Moore son una odisea espacial y la voz característica de James LaBrie, un susurro casi divino para nuestros oídos. Todos estos ingredientes que aporta cada miembro, hacen de la obra una pieza sublime de calidad pura, ingenio, estudio y constancia, donde cada track pareciera que contó con el tiempo necesario para su perfecta génesis, construcción y desarrollo sin apuros, sin presiones, sin tapujos. Este trabajo sienta las bases y traza de aquí en adelante, el camino que la banda recorrerá a futuro y hará historia, donde la melodía, la progresividad y la técnica son protagonistas en cada una de las ocho canciones del disco.

 

La portada conceptual del álbum con toques barrocos es también una analogía pura a la banda, porque son eso, un collage de elementos que juntos componen un todo. Y eso podemos verlo de inicio a fin en esta venerada entrega, donde mantienen y soportan el mismo nivel a lo largo de todo el disco. Nunca hay baches. Nunca hay relleno. Porque siempre supieron dosificar la intensidad, los matices, los arreglos y las melodías para hacernos parte de un viaje constante, agudo y punzante en cada tema, incluso con esos toques comerciales, que le dieron el éxito y vitrina que necesitaban para llegar a la cima. El resto de la historia ya lo conocemos.

Celebramos los treinta años del mítico "Images and Words" de Dream Theater, donde festejamos la creatividad, ímpetu y el arte de complejizar todo para sorprendernos y seguir sonando auténticos, a tres décadas de ver la luz uno de los mejores trabajos del rock, casi esculpido y moldeado por seres de otro planeta.

Diego Salazar