Pink Floyd
Meddle
1971. EMD/Capitol
Que belleza y melancolía siempre encontramos en cualquier disco de Pink Floyd y sobre todo, en este importante elepé de transición y profundos cambios dentro de la banda. Es que en "Meddle" -un homenaje a la elegancia musical y quizás el mejor desde "The Piper At The Gates Of Dawn" de 1967-, la sensibilidad de la agrupación todavía era indivisible y concebida como un todo. Es decir, el encuentro entre las individualidades era posible para crear esa inmensa magia floydiana que caracterizó toda su primera etapa. Porque aunque Roger Waters para esa época ya era un líder dentro de la banda, aún no tomaba -y esto es más claro aquí que en cualquiera de los discos anteriores- el control artístico absoluto de la maquinaria floydiana. Lo importante es que en "Meddle" aún podemos encontrar vestigios del maravilloso mundo mágico que Syd Barrett había dejado como herencia y que posteriormente Waters se encargó de racionalizar para, poco a poco, convertirlo en una profunda tristeza, incomunicación y soledad. Porque aunque los floyd de "Meddle" son muy nostálgicos, nunca son depresivos o el reflejo de una personalidad alienada, sino que muy por el contrario, expresan una profunda poesía.
Este disco, quizás junto a "Atom Heart Mother", el anterior de 1971 y "Obscured By Clouds", el sucesor de 1972, representan el período intermedio en donde se iba saliendo de un pasado fuertemente psicodélico, para entrar a los Pink Floyd mucho más cerca de un rock clásico más "tradicional" (obviamente dentro de los cánones de la banda) e incluso más progresivo. En este sentido creo que "Echoes", tema que cierra el elepé, resume en 24 minutos todo lo que había sido Pink Floyd para atrás (una banda de experimentación sónica que tocaba en los clubes del under londinense y que era la esencia de la vanguardia, pero que a la vez eran creadores de esas composiciones como salidas de sueños, mitos o libros de Lewis y Tolkien) y una especie de signo de lo que vendría después junto a la explosión comercial que representó, dos años más tarde, "The Dark Side Of The Moon" y posteriormente "Wish You Were Here". Pero lo que quiero destacar es que en "Meddle" todavía está presente esa pureza, esa bondad y esa profunda sensibilidad de los Pink Floyd de la primera época.
El álbum comienza con la poderosa pieza instrumental 'One Of These Days', en donde Waters experimenta con un bajo con efecto y Gilmour con su clásica guitarra slide, en un tema que sirve como introducción de las hermosas canciones que vendrán después. Lo interesante de 'One Of These Days' es que explora territorios musicales en los que la banda nunca había incursionado anteriormente. Después nos encontramos con la tremenda 'A Pillow Of Winds', quizás uno de los temas más increíbles de toda la historia de la banda, en el cual la voz cadenciosa de Gilmour se une a los intrigantes y absorbentes arreglos tanto de la guitarra, el bajo y el teclado de Rick Wright. El aspecto melódico de este tema, unido a la lírica, sin duda que lo convierten en uno de los puntos altos y más luminosos del disco. Un pequeño ejemplo de la letra para demostrar toda esta belleza: "Cuando la noche cae tu cierras la puerta/ el libro cae en el suelo/ como la oscuridad que cae y te envuelve en olas/ las estaciones cambian, el viento es caliente....y más adelante, el sueño se va/ prados verdes/ una lluvia fría/ cae en un amanecer dorado". También aquí podemos apreciar claramente a lo que me refería en un principio con respecto a que existe en "Meddle" esa unicidad de la banda en cuanto a la creación. Este tema podemos decir que es uno absolutamente de Pink Floyd, en donde cada uno de los integrantes imprime su sello propio y no es el vehículo de uno u otro compositor. Incluso podemos llegar a decir, aunque es una composición de Gilmour y Waters, que es una canción muy "gilmouriana".
El tercer corte de este disco es 'Fearless', otra bella composición, en donde la guitarra acústica es un elemento fundamental para ir conformando una canción con mucho sentimiento y varios cambios de intensidad, que de la alegría nos lleva a la melancolía y así sucesivamente. Lo interesante aquí es que tanto el aspecto melódico como el de las letras te entregan el mismo sentimiento de esperanza, es decir hay una íntima relación entre forma musical y contenido poético. Un ejemplo de la lírica para demostrar esta correspondencia: "Tu nunca caminas solo/ tu nunca caminas solo/ camina, camina con la esperanza en tu corazón". Nuevamente me remito a lo que decía en el principio del comentario y la diferencia de estos Pink Floyd con respecto a los depresivos y alienados manejados por Waters sobre todo en "The Wall" y "The Final Cut".
El recorrido de "Meddle" continua con la absolutamente "wateriana", muy inglesa y finísima 'San Tropez', en donde Waters -la primera cantada por él en este disco- narra su particular versión de las experiencias de la banda en esta mítica isla francesa en donde se presentaban en los famosos recitales junto a otros grandes de la psicodelia como Soft Machine. Una gran canción, que aunque no tiene esa sensibilidad conmovedora de las dos anteriores, da un importante respiro a un disco que todavía tiene mucho por delante de densidad y profundidad. 'Seamus', el corte siguiente, es una canción bluesera en donde los Floyd inmortalizan a su perro llamado del mismo nombre, quien se une a las voces humanas con sus aullidos. Una canción donde se cuenta la experiencia concreta del grupo junto a su singular mascota cantante. La letra es clara: "Yo estaba en la cocina/ Seamus, el perro, estaba afuera.../y después, bueno, tu sabes el sol brilla suavemente y mi perro triste está afuera llorando".
El gran final del disco -y una canción fundamental dentro de la carrera de la banda- es la extensa 'Echoes', que como decía anteriormente, resume todo lo que fue Floyd en los 60. Por un lado nos topamos con una banda unificada (el tema está compuesto por todos sus integrantes) con cada uno de sus instrumentistas mostrando lo mejor de sí, unido a esas voces celestiales interpretadas magistralmente por David Gilmour y Rick Wright. Posteriormente la canción va tomando matices cada vez más experimentales con el bajo haciendo una base pegada y Gilmour haciendo esos sonidos "noisy", para poco a poco, ir entrando a una parte netamente de exploración sónica en donde se representa la furia volcánica de la tierra y los profundos "ecos" que la historia de la humanidad y la naturaleza ha inscrito en nuestras almas (en el sentido griego del termino "Psique" que se ha confundido en la actualidad con mente, pero que en su real etimología que expresa el universo espiritual que rodea al hombre). Después de este viaje a lo subterráneo del ser humano, se vuelve a la maravillosa parte cantada, para finalmente ir cerrando el tema sutilmente con cada uno de los Foyd haciendo sus arreglos personales y bajando de intensidad, así como el día se va convirtiendo en noche. Una obra maestra tanto en lo musical como en la lírica, de la cual traduzco el fragmento final: "Y ya nadie me canta canciones para niños/ Y ya nadie me hace cerrar los ojos/ Y entonces me lanzo a las amplias ventanas/ Y te llamo para que crucemos el cielo".
Si es que algún día se perdieran los discos de la historia del rock y se guardaran en un cofre de tesoros y secretos -por ocupar la metáfora floydiana- sin duda que uno de los diamantes más brillantes y perfectos que se encontraría sería "Meddle".
Héctor Aravena
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