Alice in Chains
Dirt

Como una bitácora de actitud, virtuosismo y prolijidad interpretativa, podríamos definir el trabajo artístico que a mediados de 1992, Alice in Chains, concibió bajo el nombre de “Dirt”. Una placa intimista, que nos ofrece el lado más doloroso de la drogadicción, amparada en el desgarro de un tipo como Layne Staley, dotado de una garganta privilegiada, capaz de sensibilizar los textos más duros y convertirlos en una oda a la reflexión interior. Factor que, unido a la voz y a las seis cuerdas de Jerry Cantrell, trae como resultado un trabajo agresivo, melódico y sombrío que no da pausas ni respiros. Cualidad artística que deja de manifiesto la diversidad conceptual del cuarteto, impregnado de aristas grunge, del heavy metal clásico y una psicodelia muy similar a la utilizada en la década de los 70.
Sin duda, “Dirt”, marcó el antes y el después en el éxito comercial del grupo, que por ese entonces, se unía al furor desatado por Nirvana, Pearl Jam y Soundgarden, por citar algunos exponentes de la lluviosa Seattle. Una explosión que traía consigo un abanico estilístico, que ofrece cabida e independencia para desarrollar conceptos intimistas y cargados de talento. Y claro estaba, en Alice in Chains, Staley imponía el estilo y Cantrell el cerebro. El primero recalca la angustia de una adicción que le cavó la tumba, con un vibrado personalista e inexpugnable. Mientras que el segundo, se alza como el perfecto contraste en dos polos que se atraen con una energía mística y envolvente.
La apertura con ‘Them Bones’ y ‘Dam The River’, deja traslucir esa fuerza que suena como un taladro en el tímpano. Cualidad que se desprende en el transcurso de todo el material, con ese agradable zumbido de honestidad y rock & roll común de los años 90. No hay falsas poses ni palabras para la galería, muy por el contrario, hay una realidad que habla de una generación devastada por la soledad y la permanente búsqueda de identidad.
Negatividad que se acentúa con ‘Down in a Hole’. Un tema que aborda el infierno de la heroína, relatado a través de los altos y bajos que genera dicho estado, agravado por el permanente fantasma de la muerte que persiguió a Staley. Temática relatada desde la perspectiva de un yonqui, que nunca logró dar con aquel equilibrio tan ansiado. No en vano, por aquellos días, el espigado cantante declaraba que “al ingresar al mundo de las drogas todo era estupendo”. Sin embargo, recalcó su preocupación por los jóvenes que se estancaron en la jeringa, puesto que no deseaba dicho futuro para su persona.
Una de las particularidades en “Dirt”, es su variedad sónica presente en temas tan redondos como ‘Sickman’ o ‘Rain When I Die’. Cuestión que se hace extensiva e indiscutible para la sobrecogedora ‘Rooster’. Una especie de balada metal con rasgos punk, que literalmente vomita sentimiento, adornada de una atmósfera lírica que enaltece lo que entendemos por rock. Tema que además cuenta con el soporte audiovisual del realizador, Mark Pellintong, el mismo que hizo de ‘Jeremy’ (Peral Jam) una verdadera obra de culto.
Continuando con la tónica de la placa, ‘Angry Chair’, sobresale con sus paralizantes cambios rítmicos que generan un cierto grado de esquizofrenia, algo disparatada, pero sensible y a la vez relajante. Algo que ‘Would’ arrastra al extremo, ya que la voz de Staley es digna de elogios. Su introvertida personalidad queda en segundo plano, dando cabida a la agresividad de un grito cargado de furia, llanto y desahogo. Características que otorgan una potencia, que, dada su magnitud, doce años atrás parecieron indescriptibles.
De esta forma, se cierra una producción inmortal, en una década atiborrada de tipos que tenían algo que decir y aportar. Los Cobain, Cornell, Vedder o Staley, fueron parte de una generación que apeló a las raíces y a la transparencia de un rock arraigado en los sentimientos más puros del ser humano. Había espacio para todos y eso era lo importante. No olvidemos el proyecto Mad Season, que lejos de ser una banda de talentos con fines de lucro, se transformó en un cuarteto de culto donde el sello de Alice in Chains está más que presente.
Es muy probable que “Dirt” haya ingresado a la galería de los grandes discos de la historia. Su calidad incuestionable lo hace un material indispensable en la cabecera de cualquier rockero, no obstante – y sin restar mérito a la banda- gran parte de su talento ya no vive con nosotros. Por ende, Layne, con la misma honestidad que nos confidenciaste tu angustia, reconozco que a dos años de tu ausencia aún se extraña tu voz remeciendo las capaz de la tierra.
Beto Arán
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