Foo Fighters
The Colour and the Shape

Cuando el fatídico deceso de Kurt Cobain azotó a Dave Grohl, el tornado de especulaciones sobre su futuro alcanzó un tinte casi surrealista. Se le situó en innumerables proyectos, siendo lo único concreto una escueta participación (durante un par de meses) con Tom Petty & The Heartbreakers, pero la mente del inquieto percusionista no estaba para roles secundarios y, poco tiempo después, gesta un carpetazo implacable para contrarrestar la languidez grunge y seguir haciendo historia.
Su implacable debut homónimo (1995), confirmaba que el contenido iba en serio. Grohl, cual mercenario insigne, asume directriz absoluta (bajo, batería, guitarra y voz), junto con una breve entrada de Greg Dulli de Afghan Wings en los acordes de ‘X-Static’. Doce energéticas y vitales canciones que bastaron para imponer sus dotes como compositor y comenzar a cimentar uno de los reinados rockeros más prósperos de las últimas dos décadas. La angustia de la disolución de Nirvana comenzaba a quedar atrás, poco a poco.
“Foo Fighters” aprobaba con soltura. Una conjugación efectiva, de innegable esencia “nirvanera” y que traslucía un engranaje sonoro que no temía en melodías de alto voltaje college-punk en plan Hüsker Dü, una consumada pasión por los Beatles y el aún latente legado de Cobain. Por entonces bastaba, pero para la trascendencia y la aceptación global, aún quedaba el paso decidor.
En instantes en que el establishment de aquellos días se rendía ante la “novedad” de las máquinas y los samplers, “The Colour and The Shape” logra dar el golpe a la cátedra en el momento preciso, cuando el patio del rock alternativo americano traslucía sólo flores marchitas y el género portaba una decadencia difícil de zafar. Una pieza perfecta para endulzar una triste seguidilla de exponentes descafeinados.
Este es el cuadro en que Grohl asoma su total reinvención, elude su millonaria obra pasada y se afianza como escritor de un rock voluptuoso, sensible y que a la vez, no se entumecía para mirar de reojo las texturas más metálicas. Además, es el primer disco para referirnos hacia Foo Fighters como una banda por completo en adelante, con los afiatados Pat Smear (guitarra), con quien Dave ya había tenido un vínculo profesional en el tramo final de la gira para “In Utero” en Nirvana, Nate Mendel (bajo) y el entonces flamante reclutado, Taylor Hawkins -aunque no participó de las grabaciones del tracklist oficial-, quien entra para reemplazar a un decepcionado William Goldsmith, que opta por dar un paso al costado apenas se entera de la determinación de Grohl por grabar las baterías de la placa.
“The Colour and The Shape” es el disco que el rockero común, amante de las guitarras con sentimiento, anhelaba. Debutando con esa envolvente y desnuda partida con ‘Doll’, seguida de un sencillo redondo como ‘Monkey Wrench’, una construcción de pura adrenalina y estrofas que ingresan con una rotunda facilidad.
En ese tiempo, Grohl pasaba por un agitado embrollo personal, suscitado por un quiebre con su esposa, quien a pocas semanas de oficializar la separación, tendría un romance con Louise Post de Veruca Salt. Ante dicho contexto, la mayoría de la estructura lírica apunta a las bondades y escollos tras una relación afectiva, basta sólo rescatar algunas frases como "I was always caged, but now I'm free." (‘Monkey Wrench’), para solventar esta tendencia.
Pese a que la cercanía con el big bang de Nirvana no se denota en demasía, como si aconteció en el disco homónimo, ‘Wind Up’ permite que el tacto rugoso de su ex banda sobreviva aún en sus composiciones y en excelente forma. La belleza de ‘February Stars’ es perturbadora, tanto como la sublime aportación de ‘My Hero’, un reflejo de rock retorcido y emocional y una de las interpretaciones obligadas en cualquier directo de la banda, hasta hoy.
Flirteos como los de ‘Hey, Johnny Park!’, destacan por su ejecución y transversal rumbo, el cual merodea sin restricciones por el pop y el hard rock.‘Everlong’ llega directo al alma y evoca un mar de emociones, las que alcanzan su cenit en un coro estremecedor, que ha sido completamente potenciado en la rejuvenecida versión interpretada por el grupo en directo con Dave Grohl luciendo de protagonista único en los ¾ de la canción.
Cuando la belleza y aura de discos casi perfectos, como los que alguna vez brindaron estandartes absolutos de la escena alternativa norteamericana como Nirvana, Sonic Youth, Pixies o Girls Against Boys, yacían lejanos ante la pobre presencia de marcas que al menos se pudieran probar los zapatos de estos referentes con placas a la altura, Dave Grohl otorga su obra magna y la punta de lanza para una carrera de inspiración sostenida y que aún tiene la llama encendida; pese a esto, nunca se pudo reeditar un resultado tan apasionante como el presentado en “The Colour and The Shape”, una expedición con pincel autobiográfico de aura única, que difícilmente puedan igualar.
Por mucha vigencia que intenten demostrar con vitrinas tan portentosas como su recordado testimonio audiovisual en Wembley, una década después,, 1997 fue el año en que Foo Fighters cambió de folio, eludió del riesgo de ser unos viles one hit wonders y quedó para siempre en la historia del rock. Y Dave, por muchas batallas que haya ganado en los años venideros, lo tiene más que claro.
Francisco Reinoso Baltar
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