Peter Gabriel
Peter Gabriel III (Melt)
Estamos claros en definir que una de las figuras de mayor incidencia a la hora de expandir las fronteras de la música popular durante el siglo XX es Peter Gabriel. Con una escuela musical completamente visceral y vanguardista, desde los más tempranos años 70 el tipo llamó poderosamente la atención por la histriónica e innovadora puesta en escena de sus shows junto a una de las bandas más legendarias y consistentes en la historia del rock progresivo, como es Genesis, pero también dio mucho que hablar al alejarse de esta banda en 1975 y volver dos años después a la música con un debut solista dotado de un sonido esquizoide, ecléctico, que coqueteaba abiertamente con el pop así como reforzaba lazos con el avant-garde y la experimentación electrónica en un contexto muy cerebral: en suma, haciendo algo diametralmente distinto a su agrupación madre.
A menudo los fanáticos más acérrimos de Gabriel tienden a colocar su tercer disco, de 1980, como la mejor de sus entregas en solitario. Esto debido a lo inquietante de su vibra, a lo innovador y adelantado de su sonido –repleto de detalles y arreglos interesantes como prohibir el uso de platillos a los bateristas, voces procesadas, percusiones industriales, golpes espasmódicos de guitarra, etc.-, y a que como en ninguno de sus trabajos aquí se amalgaman de manera ecuánime todas las facetas interpretativas y musicales de Gabriel, vale decir, podemos encontrar a partes iguales juego, ironía, denuncia social, ira, experimentación, pop, incursión en sonidos étnicos, misterio, melancolía, agresión y locura.
El disco es atrayente desde su arte de portada, donde en una foto en blanco y negro aparece una mitad de la cara del cantante derritiéndose (de ahí a que también sea conocido como "Melt"). También predispone positivamente el hecho de encontrar en el staff de músicos a notables como los guitarristas David Rhodes y Robert Fripp –que aporta con sus frippertronics-, los bateristas Phil Collins y Jerry Marotta, la cantante Kate Bush, los bajistas Larry Klein y Tony Levin y la producción a cargo del gigante Steve Lillywhite –entre cuyos antecedentes figuran participaciones en obras de U2, Morrissey, The Rolling Stones y Talking Heads, entre otros-, pero es a la hora de hacer girar el vinilo cuando la prueba empieza de verdad, enfrentándonos a muy interesantes 45 minutos.
El recorrido comienza con la claustrofóbica, gélida y asfixiante –y por lo mismo, notable- ‘Intruder’. La batería de Collins golpea con frialdad y fuerza a un compás constante y minimalista, las guitarras dan golpes eléctricos cargados de hielo y presión mientras la voz de Gabriel se muestra sigilosa y sugerentemente susurrante, con sólo algunos breves arranques de exaltación, dando forma a una apertura precisa y plena en dar un clima que abre la curiosidad del oyente. A los tres minutos uno ya está compenetrado con la obra y cada uno de sus detalles. Es, ciertamente, una entrada de antología.
El sello melancólico del disco se deja adivinar en la oscura ‘Family Snapshot’, basada en el diario de vida de un psicópata, y la más experimental ‘Lead a Normal Life’; el pop se devela en ‘Not One Of Us’ y el algo menor ‘And Through The Wire’, mientras que la conciencia social despierta en dos de los tracks más especiales, recordados y notables de la placa, como son por un lado ‘Games Without Frontiers’, que en un marco melódico muy lúdico realiza un ácido y satírico sarcasmo de la guerra y la nefasta influencia de los políticos y pseudoestadistas en la concreción de ésta, y por otro lado el imperecedero ‘Biko’ cierra el disco trayendo a la memoria las injusticias y atrocidades de la Sudáfrica flagelada por el apartheid, al retratar de emotiva manera el terrible asesinato del activista negro pro-igualdad racial y de derechos en su país, Stephen Biko, acaecido en septiembre de 1977.
Dos años después de la aparición de este trabajo, Gabriel se consolidaría como un artista altamente interesante al alumbrar su otra obra cumbre, como es el también imprescindible 'Security', donde se introduciría más confiadamente a las vicisitudes de la música étnica, además de entrar de lleno en el mainstream y los rankings gracias al éxito del single ‘Shock the Monkey’, cimentando los primeros logros comerciales a gran escala de una carrera que llegó a su ápice, en ese ámbito, con la aparición del también excelente “So” en 1986. Pero es “Peter Gabriel III”, el que con su precisa y equitativa mezcla de los más variados matices del arte de este genio, convence de manera más consistente al oído más severo, y se lleva la perla de “clásico” que hoy nos hace reseñarlo en esta humilde tribuna.
Pedro Ogrodnik C.
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