Jeff Buckley
Grace
Aún no se entiende como un músico del nivel de Jeff Buckley haya tenido una vida tan corta, de sólo 30 años. Él tampoco podía concebir la idea de arrastrar tan lentamente el tiempo, aunque aprovechó cada uno de sus minutos para derrotar los monstruos de los prejuicios de los años noventa, que habrían de convertirlo en un cantante de culto. Sin embargo, a él no le interesaba transformarse en otro Kurt Cobain, más bien, era un artista que demostraba completamente lo opuesto a las estrellas del grunge: Jeff Buckley era un apasionado del amor, un anti rock star que se mostraba de la forma más auténtica posible, sin importar que estuviera furioso o lleno de tristeza. Su voz, el extraordinario canal por donde exhibía sus emociones, fue y ha sido objeto de adoración incluso desde sus comienzos en los bares de Nueva York, hasta el día de hoy, en que miles de fanáticos se reúnen en Chicago para darle tributo cada mes de noviembre, cuando se conmemora el aniversario de su nacimiento.
Aunque las ventas de “Grace” no fueron millonarias, el LP fue alabado por la crítica y por músicos de la altura de Jimmy Page, Robert Plant o Neil Peart. Además, Buckley fue considerado como una de las promesas de la música de los noventa. Según el mismísimo Jeff Buckley, “Grace” es un disco donde encara sin miedo a la muerte y al sufrimiento, gracias a esa tremenda fuerza inspiradora llamada amor. No es el amor de teleserie, sino aquel que le estimula la respiración, el amor a la vida, el amor a la tierra, al cielo, a la luz.
Y desde el comienzo, con ‘Mojo Pin’, no se puede evitar caer rendido frente a una voz tan extraordinaria y a una sensibilidad tan tremenda, en tan solo un minuto, Buckley susurra, canta y entumece como un viento invernal. Su rango de voz es tan amplio, que algunos se preguntaron si era verdaderamente humano. Aún así, no se logra calificar lo sobrecogedor que es escuchar a Buckley, sobre todo cuando todas las veces que se oye, suenan como la primera vez.
Con ‘Grace’, llega otra de las expresiones máximas de su voz y de su poesía. En ella, cerca del final, claramente se nota la increíble influencia que él presta sobre Chris Cornell, un “grito” estupefaciente que logra impresionar por la fuerza con que libera ese poderoso flujo de sonido vocal, por su naturalidad y por esa enorme honestidad que conmueve de inmediato. Por otra parte, en ‘Last Goodbye’, el gran ‘hit’ de “Grace”, Buckley se deja llevar tranquilamente por sus emociones en la guitarra y en el canto, en el que manifiesta la rareza y el desconcierto que sienten un hombre y una mujer cuando terminan con su relación. Con el pasar de las melodías, la conmoción deja sentirse con mayor intensidad, con la simpleza de ‘Lilac Wine’ y la melancolía de la versión definitiva de ‘Hallelujah’, interpretada originalmente por Leonard Cohen.
Luego de la publicación de su primer LP, Jeff Buckley hizo una gira de dos años, que comprendió Estados Unidos y Europa, donde obtuvo el Grand Prix International du Disque (Francia), premio obtenido anteriormente por Edith Piaf, una de las grandes influencias de Buckley, Jacques Brel y Bob Dylan. A más de dos décadas de la edición de “Grace”, el fantasma de Buckley sigue deambulando por las mentes, como una figura irremplazable, o como explicó Bono, “como una gota de pureza en medio de un océano de ruido”. “Grace” es uno de esos discos que trasmite el verdadero poder de la música, donde la expresión de los sentimientos llega a un espacio jamás ocupado por ningún otro. Jeff Buckley, Everybody Here Wants You.
María de los Ángeles Cerda
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