Dream Theater
Octavarium
Los prolíficos neoprogresivos neoyorkinos de Dream Theater están de regreso con su flamante nueva placa, “Octavarium”, la que tal como su nombre lo indica, es su octavo disco de estudio. Lo primero que se me viene a la cabeza escuchando el álbum es el pensar cómo lo hace DT para siempre sonar frescos y renovados; sin duda esta banda posee una fuente inagotable de ideas y cada disco tiene un claro patrón sonoro que lo diferencia del anterior.
En ese aspecto, esta placa me parece lo mejor que la banda ha hecho desde el “Scenes from a memory” (’99), no por una cuestión de calidad, sino de estilo. Me parece que en “Octavarium” hay un válido e interesante intento de acercarse a las “raíces” de su sonido fundacional, ese que exhibieron en discos como “Images & words” (’92), “Awake” (’95) y “falling into infinity” (’97), a mi modo de ver, sus mejores trabajos. En ese contexto, “Octavarium” es un disco mucho más orgánico y cohesionado en función de las canciones que del virtuosismo individual de los músicos. Y eso se nota. Las canciones poseen una esencia donde la interpretación de la banda destaca en su conjunto, no en sus individualidades. Y eso es algo que en lo personal me satisface plenamente el gusto, ya que hace varios álbumes que estaba esperando que DT se pegara esa vuelta de tuerca y volviera a mirar lo que habían sido sus primeros trabajos, donde las canciones, el ambiente y el clima eran más importantes que el virtuosismo exacerbado.
Para mí esa es la génesis con la que “Octavarium” fue creado y las declaraciones de James Labrie al afirmar que “este disco gustará a todos los fans del álbum “Image & words” así lo parecieran demostrar. Sin duda alguna, “Octavarium” es un gran álbum, más melódico y menos heavy que el anterior si se quiere, pero mucho más emocionante a la hora de escucharlo. Son sólo 8 nuevas canciones, pero con una duración total que supera los 75 minutos de música y con un opus final de 25 minutos de duración. La grabación una vez más fue producida por la dupla Petrucci/Portnoy (la que suena como los primeros discos de DT, o sea, potente y muy cristalina), la que fue registrada en los míticos estudios Hit Factory de Nueva York (donde han grabado desde Madonna y Kiss hasta los Rolling Stones), el que tras concluir la grabación del álbum de DT, cerró sus cortinas para siempre, luego de décadas de servicio con la fama de ser uno de los mejores y más caros estudios de grabación del mundo.
Entrando de lleno en la música, la placa se inicia con ‘The root of all evil’ un tema oscuro y pesado, que sigue la tradición de DT de entregar siempre grandes temas de apertura. Por el ambiente, sobre todo de los teclados, podría recordar un poco a ‘New millenium’ del “Falling into infinity”. Gran tema. ‘The answer lies within’, el segundo track, podría ser considerada una clásica balada progresiva, que parte muy emotiva y melódica y con el correr de los minutos va ganado en intensidad. El comienzo es muy a lo Pink Floyd era Roger Waters y la batería de Mike Portnoy tienen aquí un aproach exquisito con un beat muy simple pero emotivo. La canción fue aggiornada además con arreglos de violines, los que enriquecen sobremanera el ambiente de la misma. Una gran balada con el toque clásico de DT. ‘These walls’ quizás podrá molestar un poquito a más de alguno por el riff 100% nü metal de Petrucci al principio del tema, pero es sólo un detalle y la canción realmente crece hasta la inmensidad después, sobre todo por los delicados pianos del siempre magistral Jordan Rudess. Las notables progresiones de esta canción reflejan a cabalidad la esencia y espíritu del estilo.
‘I walk beside you’ es para sacarse el sombrero. Hace mucho tiempo que no escuchaba una canción tan “simple” (si eso es aplicable para DT) y melódica a la vez. La voz de Labrie suena fresca y relajada como en los primeros discos y el bajo de John Myung va marcando las cadencias de un tema simplemente notable. ‘Panic attack’ es precisamente lo que su nombre insinúa, ¡un ataque sónico que no da tregua! Los que estuvieran asustados porque este álbum no incluyera suficientes muestras de virtuosismo, con este tema se sentirán en el paraíso. El despliegue instrumental de Portnoy, Petrucci, Myung y Rudess es lisa y llanamente aplastante, con sus dedos volando a mil por hora sobre sus instrumentos, generando un asfixiante y virulento ataque sónico que no te da respiro. Genial track con un groove superlativo.
‘Never enough’ mantiene la tónica del track anterior, pero la lleva a un nivel más rítmico; los riffs base de Petrucci son notables al igual que los detalles percutivos de Portnoy. ‘Sacrificed sons’ parte con un piano muy delicado y emotivo y después deriva a unos interludios y fraseos entre Rudess y Petrucci muy heavies. ‘Octavarium’ (el tema) le pone el broche de oro final al disco con sus 25 minutos de duración, que igual se te hacen cortos. La canción comienza con un extenso interludio de órgano que me recordó muchísimo a los que hacia Rainbow de la era Dio, en particular los del álbum “Rising” de 1975, es decir, hard rock progresivo en su estado más puro y primigenio.
En síntesis, un gran álbum de DT que en interés, a mi gusto, supera ampliamente sus trabajos más inmediatos. Para la presentación en vivo de ‘Octavarium’, la banda se embarcará en una gira de festivales europeos compartiendo escenario con Iron Maiden y Stryper entre otros, y luego estará como co-headliner en la gira “Gigantour” junto a Megadeth por todo Estados Unidos. Luego de esto, ¿será ahora finalmente el turno de Sudamérica? Esperemos que sí, ¡a cruzar los dedos!
Cristián Pavez
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