The Who
Quadrophenia
Existen demasiadas entradas a “Quadrophenia”. Para hacer justicia a la obra, no podríamos elegir un solo camino para recorrerlo sin cruzarnos con algún otro a mitad del tranco. Por lo mismo, es tremendamente difícil sintetizar su peso específico sin el latente temor de quedar corto. Es un LP con demasiada vida propia, que incomprensiblemente escapa al marco con que lo intenta exhibir su mismísimo autor, Pete Townshend. O eso es lo que se percibe desde fuera al menos, concientes de que todo esto puede ser un plan maestro de Pete. Sea como sea, vamos a calentarnos la cabeza e intentar adentrarnos en el universo de “Quadrophenia”.
A mediados de los setentas, The Who era indiscutiblemente una de las bandas más grandes del planeta. Echando un vistazo a los pocos que gozaban de tal estatus y que también habían alcanzado el estrellato primeramente durante la década anterior, solo puedo pensar en los Rolling Stones como “pares” de The Who. Y aunque nadie será capaz de negar de la calidad de lo que hicieron Jagger, Richards y compañía en la misma época, la evolución musical y artística de los Who no tiene parangón. Tan solo ocho años pasaron entre ‘My Generation’ y “Quadrophenia”, y en el intertanto, escuchando canción a canción, disco a disco, el cuarteto había escrito, literalmente, la historia del rock. Y sumergido en tal aseveración, es donde “Quadrophenia” es en muchos sentidos el punto final a la contribución de la banda a la música que tanto amamos.
The Who había sido con ‘My Generation’ la primera agrupación que conciente y voluntariamente asumían su rol de voceros de una generación completa. Seguramente Dylan liberó muchos espíritus más, pero él nunca deseó cargar ese peso. Townshend sí. Y por eso, cada paso que dio a continuación, fue imitado, o por lo menos aprendido, analizado y propagado. Darle la seriedad correspondiente al rock vía discos conceptuales; el atrevimiento de validar al rock como otra forma convencional de arte gracias a “Tommy”; dar clases de cómo ser una gran banda en vivo; y buscar, luchar, e incluso desangrarse por llevar sus grabaciones a una perfección y equilibrio sónico que nadie había imaginado. Lo más notable de todo esto es que The Who siguió siendo un conjunto de pop-rock, llenando estadios, vendiendo millones de copias de sus vinilos, y liberando himnos para el consumo masivo uno tras otro.
Desde ahí, vuelvo a “Quadrophenia”. Con “Who’s Next”, era muy poco lo que le quedaba por hacer a The Who. Obsesivo como nadie, Townshend se embarcó en otra opera-rock, pero musicalmente aún más ambiciosa e intrincada. Tan fatuo personaje no descansaría hasta llegar a esa perfección casi inhumana (de acuerdo a sus intenciones artísticas) que asoma en “Quadrophenia”.
Todavía no quiero entrar a las canciones en sí, porque aquí la suma de las partes queda muy corta ante la magnificencia del todo. “Quadrophenia” cuenta una historia, es cierto. La de Jimmy, un mod que busca su propia identidad, su etiqueta original, y en el camino va sufriendo decepciones y sus consecuentes frustraciones, hasta terminar en la resignación más absoluta. A Townshend le gustan esos libretos. Y si me meto de cabeza en aquello, nos desviaremos de lo más importante de todo, como siempre, la música. Para entender bien el fondo lírico, vean la película “Quadrophenia”, lean el cuento que viene en el booklet del CD, o por último chequeen en la todopoderosa Internet. Vamos, por fin, a hablar del álbum doble “Quadrophenia”, una de las piezas musicales más complejas e irrepetibles que una banda símbolo de la liberación de los sesentas haya compuesto alguna vez.
La historia no es del todo irrelevante. Sí nos ayudará a entender (o justificar) algunos de los momentos musicales más notables del disco. Hay 4 temas que de cierto modo son el eje de “Quadrophenia” (lo cual queda claro en el primer track, ‘I am the sea’): ‘Helpless Dancer’, ‘Bell Boy’, ‘Is It Me’ (que no es ninguna canción en sí, sino una serie de fragmentos que contiene al interior de ‘Doctor Jimmy’… por explicarlo de alguna forma) y ‘Love Reign o’er Me’. Estas cuatro representan las cuatro personalidades que sufre el esquizofrénico personaje, y algunos extractos se van apareciendo esporádicamente en otros cortes del disco. Para dejarlo más claro, con ese ejercicio, Pete se siente con la libertad suficiente para interrelacionar sus canciones, quitando cualquier atisbo de individualidad y fortaleciendo el conjunto “quadrophénico” absoluto.
Las únicas personalidades que deben destacar son la de los músicos que interpretan la obra. Y vaya que sí lo hacen. Toda la furia rockera de ‘The Real Me’ pone en primer plano el exquisito talento de John Entwistle como bajista, haciendo de este track su tarjeta de presentación por excelencia. Se lleva todos los aplausos. Cuánta energía que se contiene en ‘The Real Me’, y cómo resistirse a su pegajoso coro.
Tanto ‘Quadrophenia’ como ‘The Rock’ parecen a primeras temas instrumentales, pero para que vean lo difícil que es entender este disco a primeras, luego de varias escuchas descubrirán que son collages sonoros que contienen extractos de las 4 composiciones anteriormente señaladas como “ejes” del disco. Formidable el modo en que se mezclan, adquieren distintas personalidades y te empapan de lo que es realmente esta obra.
‘Cut my Hair’ tiene tres partes distintas, y nunca pierde su gracia ni su potencia. En buena medida gracias al incontenible Keith Moon, que se recorre su batería y dicta cátedra a las generaciones por venir. Otro buen ejemplo es la excelente ‘The Punk and the Godfather’, un clásico en el cancionero Who. ‘I’m One’ es otra joya, bellísima, y es una de las pocas que no recibe visita de los sintetizadores que tanto usó en la grabación Townshend. Y no se piense que tales aditivos son mal recibidos; al contrario, Pete los utiliza con maestría, sin abusar, sin restar, sin aburrir. Dentro de la grandilocuencia de lo que hacía The Who, el asombroso equilibrio de su fórmula es difícil de explicar y de entender.
Los brincos de ‘Dirty Jobs’ nos conducen a los incoloros rasgueos de ‘Helpless Dancer’, innegablemente un corte teatral, operático, que les va a volar la cabeza. Una inmensidad espacial que te baja la presión sanguínea. ‘Is it in my head’ suena a Yes, lo cual se rarísimo, pero tal vez por ese mismo factor, es de las canciones que ayuda a que “Quadrophenia” tenga tanta fuerza interior y coherencia. ‘I’ve Had Enough’ vuelve a utilizar extractos de ‘Love Reign O’er Me’, continuando con esta redondez del disco que lo hace tan distintivo. Esta es una placa sin canciones simples, todas tienen más de una parte, pero ‘I’ve Had Enough’, seguro que por su rol dentro del relato, sigue múltiples direcciones pero siempre con su centro de gravedad bien definido.
Siguiendo con esta cohesión a toda prueba, sí, la intro de ‘5:15’ es la misma de ‘Cut my Hair’. En aquel tema, Jimmy hablaba de abordar el primer tren que saliera de la ciudad. Bueno, cada detalle vale: el primero que pudo abordar fue el de las 5:15. Pero no dejemos pasar que ‘5:15’ es una de las mejores canciones de la historia de The Who, una auténtica locomotora (Keith es un fuera de serie, lo dije ya?), con un Roger Daltrey que no da respiro y que aquí canta mejor que nunca.
La multi-instrumentación de varios de los tracks de “Quadrophenia” no son simple adorno como se estilaba en la época. Gracias a esos arreglos, las canciones vuelan mucho más lejos de lo que seguramente la misma mente de Townshend lo hubiese imaginado. Aunque el formato tradicional de guitarra-bajo-batería sigue cargando casi todo el peso. Y porqué no hacerlo, si esos ataques de Pete con su guitarra en la clásica y mortal ‘Sea and Sand’ son la marca registrada del grupo. Lo mismo que el jugueteo de Entwistle como contraposición a la loca dinámica que impone Moon en la gran ‘Drowned’. Que de cierta forma retoma el final de ‘5:15’… increíble.
‘Bell Boy’ es otro momento importante en cuanto al relato, pero convengamos que comparado con cualquier otra pieza del segundo disco (que comienza en ‘5:15’), debe ser la menos brillante. Esa locura oral a cargo de Moon distrae, y Pete sabe hacer mejores coros que ese. ‘Doctor Jimmy’ es otra cosa, una obra maestra por sí sola, con notables arreglos, alucinantes quiebres que recrean la esquizofrenia del protagonista, y que cuenta con ‘Is it me’ “en su interior”. Desde su primer acorde, ‘Doctor Jimmy’ es un big bang, el más ambicioso atrevimiento de Pete en el LP, y una de sus más resonantes victorias también. El descontrol, el colapso, la implosión que deriva en un desvanecimiento terrorífico… todo está manejado de manera genial. No hay palabras.
Pasa ‘The Rock’, ya explicada con anterioridad, y llegamos a ‘Love Reign o’er Me’, el final del álbum, del relato, y de esta etapa. Qué fuerte que la última canción de la que vayamos a hablar sea ‘Love Reign o’er Me’. ‘Love Reign o’er Me’ es todo un clásico en la trayectoria de un grupo que se cansó de componer clásicos. Es fuerte. Es muy fuerte. Roger deja su corazón en el micrófono, y el protagonista de esta historia no llega a asimilar lo que ha vivido en todo este trayecto. Es un carrusel de emociones, lleva el desconsuelo a niveles extremos, y a medida que avanza se viene encima la noche, es difícil pensar que una experiencia tan surrealista llega a su fin… pero en terrenos como este, nunca hay nada definitivo.
Sí, porque “Quadrophenia” revivió en vivo unas cuantas veces. Se hizo película. Y a diferencia incluso de “Tommy”, “Quadrophenia” es una historia que todos hemos protagonizado. Frases como “Can you see the real me”, “Is it in my head” o “Why should I care” pasan por la cabeza de todo adolescente y pueden hacer que sea esa la edad en que más uno puede identificarse con este trabajo.
Sea como sea, abordar “Quadrophenia” no es fácil. Tampoco lo es entenderlo. Requiere muchas pasadas. Y hay que prepararse para emociones fuertes, no solo por la historia (que aquí ignoramos casi por completo), sino por lo intensas de sus canciones. A ver si una vez que la interiorice cada uno son capaces de sacar dentro de ustedes su propio “real me”. Créanme que yo estoy haciendo mi mayor esfuerzo. Lo que pretendí contarles en un comienzo era mucho más de lo que realmente pude. Hay veces en que las palabras no son suficientes. Pero con todo el peso que tiene consigo “Quadrophenia”, no me puedo quejar… fue un gusto.
Juan Ignacio Cornejo K.
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