Neil Young
Harvest
Se piensa que el rock nunca fue más grande que en el periodo 1967-1972. Así fue, principalmente por el movimiento hippie que le dio una nueva oportunidad al rock americano de hacerle el peso a las bandas británicas, que con nombres como The Beatles, los Rolling Stones o The Who habían dominado la década de los sesenta. Entre la gran cantidad de artistas norteamericanos que surgieron esos años, pocos sobrevivieron al momento y llegaron a los setenta con tanta fuerza como Neil Young.
Young ya había sido parte de los fundamentales Buffalo Springfield y el primer súper grupo de la historia: Crosby, Stills, Nash & Young. En 1969 había comenzado su carrera solista, pero fue a Woodstock como parte de CSN&Y. Aún así, siempre fue él quien sobresalía por sobre sus compañeros. Tenía demasiado potencial, así que volvió a enfocarse en su propio camino. En enero del 69 salió su primer disco homónimo, y en mayo ya estaba su segunda placa, el magistral Everybody Knows this is Nowhere. Al año siguiente vino otra obra maestra, Alter the Gold Rush. 2 discos perfectos, con clásicos inolvidables, como “Cinnamon Girl”, la indescriptible lluvia de guitarras de “Down by the River” o la histórica “Southern Man”. Así, para 1971 teníamos a un Neil Young que ya tenía un nombre en los EEUU, y ahora más encima su nombre le era familiar a mucha gente.
Es febrero de 1972 y sale a la venta Harvest, el tan esperado cuarto álbum solista de Young. Y su primer single, “Heart of Gold”, llevó por primera vez a Neil al primer lugar de las listas. “Heart of Gold” sería a la larga la única canción de Young en alcanzar el número 1, pero era una muestra perfecta de lo que ofrecía este Harvest, otro disco perfecto en la carrera del canadiense.
El disco comienza con “Out on the weekend”, con maravillosa melodía, la harmónica que ya era su marca registrada, y un bajo inquietante, que es como un latido permanente, que hipnotiza en medio de una calma del resto de los instrumentos que descoloca un poco. La placa sigue con el tema que da nombre al disco, “Harvest”. Precioso tema, muy folk, que por segundo tema consecutivo muestra una letra muy personal de Young, mostrándose vulnerable y auténtico. Lo novedoso de esto es que en sus anteriores trabajos Young hablaba de la vida muy en general, de temas históricos, de historias inventadas, etc. Ahora se presenta mucho más Dylan, pero con un toque más rockero, principalmente en la forma de arreglar sus temas y en los riesgos que corre. Eso hace que el Neil Young folk sea más aceptado que el Bob Dylan folk dentro del mundo del hard rock. Sólo eso explica que en los años de oro de súper bandas como Deep Purple, Led Zeppelin y Black Sabbath, Young se haya hecho conocido por un disco como éste, y no por ejemplo con ‘Everybody Knowd this is Nowhere”.
Siguiendo con los riesgos, y principalmente con la cruda desnudez de sus sentimientos, llega “A man needs a maid”, cuyo título ya es lo suficientemente explícito. Allí se muestra angustiado por tener que elegir entre la soledad o el compromiso y el riesgo de un amor ingrato. Tras este estremecedor golpe emocional viene la paz maravillosa de “Heart of Gold”, hoy por hoy todo un himno de la música popular. Ya lo hemos mencionado en otras ocasiones, aquí Young aplica su fórmula favorita: guitarras acústicas, harmónica, percusión y una maravillosa melodía acompañada de fondo con una slide guitar la cual le termina de dar consistencia al tema. Si alguna vez has escuchado a Neil interpretando “Heart of gold” sólo con su guitarra, te darás cuenta lo desnuda que se siente sin la slide. El equilibrio perfecto entre acústica y eléctrica, un gran ejemplo de la sensibilidad única con que cuenta Young para componer.
Ahora llega la hora del blues, el cual Neil llevaría al extremo en el mágico ‘On the Beach’ de 1974, aunque aquí está más mezclado con el country y el rock. “Are you ready for the country?”, que es una clara alusión al llamado de las autoridades estadounidenses a los jóvenes para que se unieran al ejército y combatir en Vietnam. Young fue protagonista del fenómeno hippie de fines de los sesentas, y este tema demuestra que aquella visión crítica de la guerra y Vietnam no había cambiado en lo más mínimo. Ésta es la primera canción alegre del disco (un alivio), suficiente para recargar pilas, y volver al mundo íntimo de Neil Young. “Old Man”, todo un himno en su discografía, que ha llegado a ser interpretada por el mismísimo Bob Dylan, repite la fórmula de “Heart of Gold” en su forma, pero ahora la letra muestra a un hombre que pide a gritos un horizonte, compañía y principalmente amor. “Old man take a look at my life, I’m a lot like you, I need someone to love me the hold day through; oh, one look at my eyes and you can tell that’s true”. Un hombre de 27 años capaz de mostrarse así... admirable. Por más que en la letra hable “Old man look at my life, 24 and so much more” es indudable que es otro tema que habla de él. De hecho la historia dice que ese “old man” es un hombre al cual pertenecía un rancho que en aquella época adquirió Young, y que él al ocupar su espacio sintió que tenía que tomar su lugar. Por eso, cuando dice “live alone in a paradise” se refiere a su nuevo rancho. Es impresionante la cantidad de vivencias, pensamientos, dudas e inquietudes personales que Young puso en el disco. Y a pesar de ellos, logra que si uno lo escucha a la ligera ni siquiera lo note.
En “There’s a world” Young termina por consagrarse como compositor. Una preciosa composición llena de cuerdas, grabadas por la London Symphony Orchestra (que también participa en “A man needs a Maid”). Sus arreglos y sus quiebres recuerdan a “Broken Arrow” de su época en Buffalo Springfield, aunque ésta es mucho menos barroca y tiene mucha más orquestación. Para el contraste perfecto, el tema que sigue es “Alabama”, donde Young rescata su guitarra eléctrica para lo que fue tomado como una provocación por Lynyrd Skynyrd. La melodía inicial germinó el coro del tema de Skynyrd, y en el verso “swing low Alabama” no puede ser más evidente su saludo al tema que generó tanta polémica. Es un tremendo tema, que calzaría perfecto en el “Everybody knows...”, faltó a lo mejor que Neil lo rematara con alguno de sus siempre interesantes solos de guitarra para convertila en una pieza épica estilo “Down by the river”. Independiente de eso, otra joya, que por si fuera poco, cuenta con coros de sus amigos Graham Nash y el gran Stephen Stills.
Como si ya no tuviéramos suficientes clásicos hasta aquí, llega una versión en vivo (no existe una versión en estudio, otra rareza ya clásica de Young) de “The needle and the Damage done”, un tema que muestra a Neil con su guitarra acústica haciendo referencia a la adicción a la heroína de su amigo Danny Whitten, miembro de los Crazy Horse, que moriría por una sobredosis en noviembre de ese año, 1972. Otra letra tremendamente personal y llena de sentimiento. Cada frase nos revela la intención de Young, del dolor que le causa la situación, cuando dice “...and I lost my band, I watch the needle take another man” el dolor llega a contagiarse. Es probablemente la más hermosa de las canciones anti-drogas que jamás se haya escrito. Y una de las mejores, si es que no es la mejor. Y si has estado en su lugar, te desarma hasta los huesos.
El cierre del disco es “Words”, que deja de lado nuevamente las guitarras acústicas pero aún así es una potente balada, cuya particularidad es que fue grabada en vivo en el estudio, de una sola toma, y nuevamente cuenta con los coros de Nash y Stills. Aquí sale a la luz toda la potencia y belleza interpretativa de Young en vivo, cara a cara son su banda, los Stray Gators en esta ocasión, los Crazy Horse por lo general. Un cierre tal vez demasiado crudo después de todo el golpe emocional que significa este disco, tanto para él como para el oyente.
Pocos artistas son capaces de poner su vida, literalmente, en un disco. Y lograr que estas vivencias pasen a formar parte de un todo, como lo es un álbum (no un montón de canciones juntas), es un arte, un talento.
Sólo un artista tan excepcional como Neil Young puede tener un disco como éste como su obra maestra y a la vez ser reconocido por toda la generación grunge como la mayor fuente de inspiración. En Pearl Jam la admiración llega a tanto que fueron su banda de soporte en un disco (“Mirrorball”) y en una gira. Y en la supuesta carta de despedida de Kurt Cobain a Cortney Love y su hija Frances, Kurt roba la frase “it’s better to burn out than to fade away” del clásico “Hey, Hey, My, My” para explicar su inexplicable decisión. Estas 2 facetas de Young, el genial folk y el inspirador hard rocker se han ido mezclando a lo largo de todos estos años que lleva en la ruta, mostrando que sí se puede tener 2 rostros distintos, y no contento con eso, ser el mejor en ambas. Un ejemplo de que una vez que llegaste a la cima, todavía queda mucho por hacer. Hasta el día de hoy el viejo Neil piensa así. Y cada cierto tiempo nos trae cosas nuevas, ratificándonos su título de maestro, permanentemente. Cómo si aún tuviéramos dudas de ello.
La primera vez que tuve este disco en mis manos tenía unos 17 años, en mi peak de pelotudez e inexperiencia. Como buen pelotudo, me salté directo a la canción que yo creía era lo único interesante del disco. “Heart of Gold”, era lo que andaba buscando. Escuchaba el disco entero pero siempre me repetía “Heart of gold”. Un día, ya con 18 años, en mi peak de inteligencia y fanatismo por la música, pensé que con una canción tan buena, el resto del disco alguna gracia extra debía tener. Empecé a averiguar si era su disco más conocido, qué otras canciones conocidas tenía y otras tonteras del mismo estilo. Finalmente, cansado de tanto pasearme con el disco en la mano, dije “qué tanta vuelta, si esto es música!!!”. Y una vez que lo empecé a entender como un disco, como “un todo”, ratifiqué lo que sin pensarlo había dicho: es música... emotiva, dulce y maravillosa música.
Juan Ignacio Cornejo
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