Es un lugar común más que manoseado hablar de honestidad en el mundo de la música popular y, más aún, en el campo de los canta-autores. Pero en el caso del primer disco solista de John Lennon tras la disolución de The Beatles, esta adjetivación toma dimensiones, simplemente, apabullantes. “John Lennon & Plastic Ono Band” es una verdadera sacudida, un remezón de honestidad visceral, primero con él mismo, con su propia historia personal, con sus ideas, y después, con sus seguidores, sus amados fans, que, dicho sea de paso, también lo tenían harto. Es un disco donde Lennon se exhibe más cruel y desnudo que nunca, sin disfraces de ingenio, ironía y sagacidad, tan comunes en su época como beatle.
Se puede apreciar, el escepticismo radical de un creador musical, pero más amplio aún, de un buscador de destino y sentido que, en todo momento, estaba tratando de entender la vida y su propia vida. En una entrevista reciente de la revista Q, Paul McCartney –el alter ego total de Lennon: dulce, melodioso, encantador, dos polos opuestos-, describió a su compañero como “un genio salvaje y sin leyes con el que tuve el placer de trabajar”. Creo que esa frase, nunca es tan acertada, como cuando nos referimos a este disco.
Del joven sonriente de la primera época de The Beatles, ya quedaba muy poco. Casi nada. De la psicodelia de “Revolver” y “Rubber Soul” no había mucho y, ni hablar de sus experiencias religiosas con Maharishni y la meditación trascendental o lo que fuese. A nivel lírico y musical, Lennon se enfrenta a sí mismo de una manera directa, sin rodeos, ni vacilaciones, llegando a ser, desde una perspectiva, un ejercicio masoquista. Estaba concentrado, totalmente, en el poder de la canción, como un efectivo medio de comunicar ideas claras, concretas y sin doble interpretación. Ni hablar de cosas rebuscadas como “Tomorrow Never Knows” o “I Am The Walrus”.
Además, hay una sensación de perplejidad, de asombro existencial, muy presente en las canciones: “Look At Me”, “Love”, “God” o “My Mummy is Dead”. Esta última, con una letra tan cruda y precisa, que descoloca. “My Mummy is dead/ I can’t explain/ So much pain”. Más que un disco, una verdadera terapia psicoanalítica, un grito primal (como realmente lo hizo).
Otro elemento, -entre decenas que se me pasan- es que en “Plastic Ono Band”, se visualiza un artista situado –diría-, al centro del mundo y las circunstancias que le rodearon. Estaba comprometido, casi obsesivamente, con la realidad social, a través de un papel político muy apasionado y consciente de lo que quería expresar. Una canción como “Working Class Hero” es un ejemplo imponente de esto último, con un Lennon mesiánico, llamando a la clase trabajadora a “ser héroes” y escapar del control social o, en palabras del autor, del “dopaje”. “A working class hero is something to be/ If you want to be a hero well just follow me”.
A nivel personal, en su constante búsqueda de amor, reconocimiento y comprensión, se percató, casi como en una epifanía, que las condiciones para su felicidad, estaban en su propia nariz: su mujer Yoko Ono, (“Yoko and me, that’s reality”), en su familia, en tener un hijo y en ser, a fin de cuentas, un hombre de este mundo: Sin adorar religiones lejanas, sin ser un místico loco, sin ser un fanático de nada y sobre todo, sin ser una megaestrella.
Pues bien. Ahí estaba Lennon parado al medio del foco y de las miradas, sacando la misma médula de su corazón, casi vomitando su dolor, su experiencia vital y renegando de todo y a todos: Hasta de Zimmerman, Los Beatles e, incluso, de él mismo en el pasado. “I was the Dreamweaver/ But now I'm reborn/ I was the Walrus/ But now I'm John” canta en “God”. Una frase crucial para entender el ánimo general y sentido del disco; a fin de cuentas, una caída libre directo al cemento.
El Lennon furioso y desgarrado surge inmediatamente, tras unas campanas calmas y el comienzo del disco con “Mother”: “Mother, you had me, but I never had you/ I wanted you, you didn't want me/ So I, I just got to tell you/ Goodbye, goodbye”. La melodía impávida en un principio y la instrumentación precisa y sobria, van in crescendo, expresando, cada vez con mayor vehemencia, rabia en estado puro, impotencia descarnada. Al final, la garganta pareciese se le va a trisar, que se va a salir de sí mismo.
Las cosas se ponen más tranquilas en intensidad, en una balada de amor ingeniosa y algo inofensiva, como “Hold On”, en una muestra de la ternura y delicadeza creativa, a la que también podía llegar Lennon. El rock and roll directo, iracundo y agresivo de “I Found Out”, donde lanza balas contra quien se le cruce, es la muestra de ese artista salvaje, -al que hacía referencia Macca- aburrido de las consecuencias de ser un personaje público. “I told you before, stay away from my door/ Don't give me that brother, brother, brother, brother/ The freaks on the phone, won't leave me alone”. Un puñetazo del Lennon más colérico.
La melodía y su manera de cantar en “Working Class Hero” son, sencillamente, conmovedoras. Me recuerda otros temas de su obra, como “I’m Only Sleeping”, “A Day In The Life” y sobre todo, “You’ve Got To Hide Your Love Away”. Obviamente, un folk más acústico influido por Dylan–la guitarra suena como si estuvieran tocando a tu lado- y en el contexto de una canción de protesta, muy en la idiosincrasia de canta-autor de Lennon, pero inédita en su canon musical. La lírica es perspicaz y entendible, con un mensaje claro y, aunque tremendo en su descripción social, con una salida para la gente común: nada menos que “ser héroes”. (Lennon habla a sus auditores casi como en una conversación privada).
Muy distinto es lo que sucede con “Isolation”. Un tema pop más formal, de factura precisa y progresiones melódicas de quien domina perfectamente su lenguaje musical. Además, expresa vívidamente la imposibilidad de escapar del “aislamiento” en el mundo moderno, pero también, como condición permanente –ontológica- del hombre. El segundo lado del vinilo original, parte con “Remember”. Una composición llena de swing, con la voz decidida de Lennon como protagonista, en su faceta más narrativa. Una visión fatalista y, nuevamente, escéptica, esta vez de la propia raza humana: “Remember how the man/used to leave you empty handed?/Always, always let you down”.
Sin embargo, el contraste y el consuelo, llega de inmediato, con toda la sutileza de “Love”, revelando a un Lennon más asequible y expuesto a los altos sentimientos del amor. Pero amor, entendido como una condición de la experiencia, que se puede tocar, sentir, vivir y que no está sólo a nivel de discurso. El segundo rock and roll “a la vena”, aparece con todo el ímpetu de “Well Well Well” y esa guitarra ruidosa, como telón de fondo, para un creador, nuevamente, furioso y sacando a gritos la rabia. A pesar de ser uno de los temas menores de “Plastic Ono Band”, es siempre estimulante escuchar al Lennon más irascible.
De aquí en adelante en el disco, creo no equivocarme, al decir que nos enfrentamos, con el Lennon más imprescindible y profundo de su carrera. El Lennon radicalmente honesto del que hablábamos al principio. Primero, con la canción de amor metafísico que se refleja en “Look At Me”. Si tú me vez y me dices quién soy, entonces puedo ser quien soy. Si no me encuentro en ti, entonces dónde estoy. Ese es más menos el razonamiento del tema, pero interpretado con una sutileza que pone los pelos de punta y una melodía perenne.
“God” es una de las composiciones cumbres de toda la carrera de Lennon y el tema más importante de “Plastic Ono Band”. Por supuesto, por una parte, por su letra tremenda, que anuncia el fin de una era y el comienzo de otra. Una etapa personal, pero también colectiva. Porque se quiera o no reconocer, la historia de Lennon y de The Beatles, es también, de algún modo, la historia de todos o, al menos, de todos quienes se han visto identificados. (“Alone Together”).
Creo que de ahí su impacto más hondo en las personas. Todos soñaron con él, todos siguieron sus locuras, se rieron y estuvieron tristes con él. Todos amaban a los Beatles. Pero “el sueño se acabó”, ya “no soy más una morsa” o “un tejedor de ilusiones”. Los Beatles se terminaron y ahora al fin podía ser libre, podía ser quien era y quería ser, pero antes de eso, debía enfrentarse a sí mismo, a sus miedos, y revelarse contra su pasado y contra el mundo. Y qué manera impecable de hacerlo en esta canción.
El piano épico y la voz decidida, para una frase sobrecogedora: “Dios es un concepto, mediante el cual medimos nuestro dolor” y después, esa larga lista de personajes religiosos, políticos y de la música de los cuales reniega. Y para qué abjura, para liberarse, y finalmente, sólo creer en “él” en “Yoko y en él”, ya que esa es “la única realidad”. Debía traicionarlos a todos para no traicionarse a sí mismo. Y así lo hizo.
Finalmente, “My Mummy Is Dead”, aparece repentinamente como un susurro lejano de sufrimiento, con Lennon expresando estoicamente y sacándose de encima, el dolor por la repentina muerte de su madre y la sensación de no haberse despedido. Creo que en este disco, más que en ningún otro, Lennon tuvo el coraje, la inteligencia y el genio, de convertir ese sufrimiento, ese dolor y esa perplejidad, en música brillante, en una catarsis personal, en un medio para liberarse al fin del pasado, en una obra de arte como pocas.