The Velvet Underground
White Light/ White Heat

1968. MGM/Verve
El segundo disco de la influyentísima banda The Velvet Underground, debe ser uno de los lanzamientos más osados y crudos, que se hayan hecho en la historia de la música popular. Es un trabajo que retoma la línea más experimental de los dos últimos temas del disco debut del grupo y la lleva más allá, en un ensayo sobre lo visceral que, a 45 años de su fecha de grabación, se mantiene con su efecto provocativo intacto. En ese sentido, podemos decir que es una suerte de “canto del cisne” o testamento de John Cale, el músico que inyectaba toda esa sensibilidad más abiertamente vanguardista al sonido de la banda, quien poco después, dejaría el grupo por diferencias irreconciliables con el líder, Lou Reed.
Hoy existe un consenso, casi unánime, sobre la calidad e influencia de “The Velvet Underground & Nico”, el icónico debut del grupo aparecido a comienzos de 1967. No obstante, en ese momento, el álbum estuvo lejos de ser un mazazo comercial: sus ventas estuvieron tan abajo de la expectativa, que por una parte, las relaciones con su factótum Andy Warhol se deterioraron, y por otro, la sensual y enigmática Nico, dejaba el grupo para iniciar una carrera en solitario con el hermoso álbum, “Chelsea Girl”, con contribuciones de los propios Velvet en varios temas. El set en vivo de los Velvet Underground en el momento se estaba abriendo más hacia la improvisación ruidista y es, precisamente, esa instancia creativa, la que captura “White Light/White Heat”.
Producido por el gran visionario Tom Wilson (Bob Dylan, Simon & Garfunkel, The Mothers Of Invention, Sun Ra), “White Light/White Heat” es un disco bastante hermético y denso a la primera escucha. Sin embargo, cuando uno se interna tras sucesivas pasadas en su sórdida atmósfera y sonido precursor de la ola “lo-fi”, queda atrapado y es muy fácil hacerse adicto. El comienzo es muy rocanrolero y a la vez salvaje, con el tema que da nombre al disco. El golpeteo insistente del piano –tocado por Reed- apareado a la percusión de Maureen Tucker, el rasgueo de la guitarra de Sterling Morrison y el potente retumbar del bajo de John Cale, son como una suerte de traducción a lenguaje musical de los efectos de la anfetamina, la droga a la que la letra de la canción hace referencia. Gozaría de un éxito mayor a comienzos de los ’70, en la versión del David Bowie, en pleno apogeo de su período Ziggy Stardust.
En el tema siguiente ‘The Gift’, las cosas recrudecen aún más. Una improvisación instrumental de Morrison, Tucker en bajo tocando una línea repetitiva y atrapante, y el antiguo baterista Angus MacLise en los tambores (todo esto por el canal derecho), mientras John Cale (por el canal izquierdo) recita un cuento, que Lou Reed había escrito en sus años de estudiante. Si no entiendes inglés, este segmento puede hacerse tedioso y lo solucionas ajustando el balance de tus parlantes, pero te pierdes una historia fascinante, con mucho humor negro: Estresado por mantener una relación a distancia y por las dudas cada vez más paranoides sobre la fidelidad de su novia Marsha, y ante la falta de dinero para viajar a visitarla, Waldo Jeffres tiene la original idea de enviarse a sí mismo, encerrado en una caja, como encomienda. Llega a su destino y todo bien, hasta que Marsha –junto a su amiga Sheila- no logran abrir la mentada caja. Entonces, echando mano a las herramientas del padre de Sheila, dan con un esmeril para cortar metal, con el cual logran atravesar la empaquetadura, pero también lo hacen con tan poco cuidado, debido a la ansiedad, que en el intertanto cortan la cabeza de Waldo, matándolo.
‘Lady Godiva’s Operation’ es el tercer track. Sobre un riff mántrico, el propio John Cale canta la historia de un transexual que se hace una lobotomía, la cual resulta fallida. Nuevamente haciendo uso de un enorme humor negro, Reed, Morrison y Cale, alternan sus voces y hacen efectos con ellas para emular el sonido de los instrumentos quirúrgicos que utilizan en la operación de Lady Godiva, en otro tema que saca sonrisas por su sarcasmo y originalidad. El periplo sónico continúa con la única concesión a un sonido más asequible de ‘Here She Comes Now’, cantado por Lou Reed. Un tema que, en su parte lírica, juega con la ambivalencia, ya que no faltan quienes lo interpretan como una referencia al orgasmo femenino, mientras otros, sostienen que es sobre la guitarra nueva de Reed. Musicalmente es la canción más simple y corta de las seis del disco y, originalmente, era cantada por Nico.
Al dar vuelta el vinilo o cassette, comenzaba ya definitivamente a tomar forma un asalto sonoro, que arranca con ‘I Heard Her Call My Name’ y los solos de guitarra con fuzz, niveles altísimos de feedback y clara vocación atonal, -según Reed, inspirados por Ornette Coleman-, a los cuales se suma la voz balbuceante y desafinada intencionalmente, del propio Reed. Un tentempié de avant garde rock, que se desata con todo en ‘Sister Ray’, la pieza central y final de toda esta obra. 17 minutos que comienzan como una canción ligeramente “convencional”, pero que, de a poco, van tornando en una improvisación muy ruidosa, con Lou Reed intercambiando solos con John Cale, en guitarra y órgano respectivamente. Llama poderosamente la atención el volumen estruendoso del órgano, conseguido al conectarlo a un amplificador de guitarra distorsionado.
El tema fue grabado a la primera toma, previo acuerdo de seguir adelante, pese a eventuales errores de ejecución. Y la letra es otra novela musical de una sordidez pestilente –en el mejor sentido- al estilo Lou Reed, sobre una traficante de heroína transexual, que junto a varias amigas de su misma condición, se llevan a la casa a unos marinos, dando el vamos a una orgía desopilante de sexo y drogas, interrumpida cuando llega la policía al lugar. Cuenta la leyenda que al grabar este tema, Tom Wilson se marchó del estudio de grabación, volviendo sólo cuando los muchachos habían terminado.
Ése era el nivel de transgresión que entregaba Velvet Underground en ese momento. Totalmente hosco y salvaje, pero con la suficiente fuerza como para sembrar la semilla del krautrock en Alemania, el punk, la no wave y sentar las bases de muchos géneros subterráneos y disidentes a partir de los años 70. Sin ir más lejos, ‘Sister Ray’ fue versionada por Joy Division, Suicide y The Sisters Of Mercy, entre otros, así como también fue el punto de partida de la banda británica Buzzcocks.
Tras “White Light/White Heat”, como ya les había comentado, John Cale dejó la banda, iniciando una carrera en solitario y también dedicándose a producir otros artistas, algunos resultando casi tan influyentes como la Velvet, como es el caso de The Stooges y Patti Smith. Por su parte, la Velvet siguió su propio camino, incorporando como reemplazo a Doug Yule, y acercándose a un formato canción más convencional y melancólico en sus dos posteriores entregas, “The Velvet Underground” (1968) y “Loaded” (1969), antes de su primera disolución. Ambos discos son de gran factura, pero en ellos hace falta el nivel de osadía que transforma a “White Light/White Heat”, en un imprescindible y un clásico con todas sus letras.
Pedro Ogrodnik C.
El segundo disco de la influyentísima banda The Velvet Underground, debe ser uno de los lanzamientos más osados y crudos, que se hayan hecho en la historia de la música popular. Es un trabajo que retoma la línea más experimental de los dos últimos temas del disco debut del grupo y la lleva más allá, en un ensayo sobre lo visceral que, a 45 años de su fecha de grabación, se mantiene con su efecto provocativo intacto. En ese sentido, podemos decir que es una suerte de “canto del cisne” o testamento de John Cale, el músico que inyectaba toda esa sensibilidad más abiertamente vanguardista al sonido de la banda, quien poco después, dejaría el grupo por diferencias irreconciliables con el líder, Lou Reed.
Hoy existe un consenso, casi unánime, sobre la calidad e influencia de “The Velvet Underground & Nico”, el icónico debut del grupo aparecido a comienzos de 1967. No obstante, en ese momento, el álbum estuvo lejos de ser un mazazo comercial: sus ventas estuvieron tan abajo de la expectativa, que por una parte, las relaciones con su factótum Andy Warhol se deterioraron, y por otro, la sensual y enigmática Nico, dejaba el grupo para iniciar una carrera en solitario con el hermoso álbum, “Chelsea Girl”, con contribuciones de los propios Velvet en varios temas. El set en vivo de los Velvet Underground en el momento se estaba abriendo más hacia la improvisación ruidista y es, precisamente, esa instancia creativa, la que captura “White Light/White Heat”.
Producido por el gran visionario Tom Wilson (Bob Dylan, Simon & Garfunkel, The Mothers Of Invention, Sun Ra), “White Light/White Heat” es un disco bastante hermético y denso a la primera escucha. Sin embargo, cuando uno se interna tras sucesivas pasadas en su sórdida atmósfera y sonido precursor de la ola “lo-fi”, queda atrapado y es muy fácil hacerse adicto. El comienzo es muy rocanrolero y a la vez salvaje, con el tema que da nombre al disco. El golpeteo insistente del piano –tocado por Reed- apareado a la percusión de Maureen Tucker, el rasgueo de la guitarra de Sterling Morrison y el potente retumbar del bajo de John Cale, son como una suerte de traducción a lenguaje musical de los efectos de la anfetamina, la droga a la que la letra de la canción hace referencia. Gozaría de un éxito mayor a comienzos de los ’70, en la versión del David Bowie, en pleno apogeo de su período Ziggy Stardust.
En el tema siguiente ‘The Gift’, las cosas recrudecen aún más. Una improvisación instrumental de Morrison, Tucker en bajo tocando una línea repetitiva y atrapante, y el antiguo baterista Angus MacLise en los tambores (todo esto por el canal derecho), mientras John Cale (por el canal izquierdo) recita un cuento, que Lou Reed había escrito en sus años de estudiante. Si no entiendes inglés, este segmento puede hacerse tedioso y lo solucionas ajustando el balance de tus parlantes, pero te pierdes una historia fascinante, con mucho humor negro: Estresado por mantener una relación a distancia y por las dudas cada vez más paranoides sobre la fidelidad de su novia Marsha, y ante la falta de dinero para viajar a visitarla, Waldo Jeffres tiene la original idea de enviarse a sí mismo, encerrado en una caja, como encomienda. Llega a su destino y todo bien, hasta que Marsha –junto a su amiga Sheila- no logran abrir la mentada caja. Entonces, echando mano a las herramientas del padre de Sheila, dan con un esmeril para cortar metal, con el cual logran atravesar la empaquetadura, pero también lo hacen con tan poco cuidado, debido a la ansiedad, que en el intertanto cortan la cabeza de Waldo, matándolo.
‘Lady Godiva’s Operation’ es el tercer track. Sobre un riff mántrico, el propio John Cale canta la historia de un transexual que se hace una lobotomía, la cual resulta fallida. Nuevamente haciendo uso de un enorme humor negro, Reed, Morrison y Cale, alternan sus voces y hacen efectos con ellas para emular el sonido de los instrumentos quirúrgicos que utilizan en la operación de Lady Godiva, en otro tema que saca sonrisas por su sarcasmo y originalidad. El periplo sónico continúa con la única concesión a un sonido más asequible de ‘Here She Comes Now’, cantado por Lou Reed. Un tema que, en su parte lírica, juega con la ambivalencia, ya que no faltan quienes lo interpretan como una referencia al orgasmo femenino, mientras otros, sostienen que es sobre la guitarra nueva de Reed. Musicalmente es la canción más simple y corta de las seis del disco y, originalmente, era cantada por Nico.
Al dar vuelta el vinilo o cassette, comenzaba ya definitivamente a tomar forma un asalto sonoro, que arranca con ‘I Heard Her Call My Name’ y los solos de guitarra con fuzz, niveles altísimos de feedback y clara vocación atonal, -según Reed, inspirados por Ornette Coleman-, a los cuales se suma la voz balbuceante y desafinada intencionalmente, del propio Reed. Un tentempié de avant garde rock, que se desata con todo en ‘Sister Ray’, la pieza central y final de toda esta obra. 17 minutos que comienzan como una canción ligeramente “convencional”, pero que, de a poco, van tornando en una improvisación muy ruidosa, con Lou Reed intercambiando solos con John Cale, en guitarra y órgano respectivamente. Llama poderosamente la atención el volumen estruendoso del órgano, conseguido al conectarlo a un amplificador de guitarra distorsionado.
El tema fue grabado a la primera toma, previo acuerdo de seguir adelante, pese a eventuales errores de ejecución. Y la letra es otra novela musical de una sordidez pestilente –en el mejor sentido- al estilo Lou Reed, sobre una traficante de heroína transexual, que junto a varias amigas de su misma condición, se llevan a la casa a unos marinos, dando el vamos a una orgía desopilante de sexo y drogas, interrumpida cuando llega la policía al lugar. Cuenta la leyenda que al grabar este tema, Tom Wilson se marchó del estudio de grabación, volviendo sólo cuando los muchachos habían terminado.
Ése era el nivel de transgresión que entregaba Velvet Underground en ese momento. Totalmente hosco y salvaje, pero con la suficiente fuerza como para sembrar la semilla del krautrock en Alemania, el punk, la no wave y sentar las bases de muchos géneros subterráneos y disidentes a partir de los años 70. Sin ir más lejos, ‘Sister Ray’ fue versionada por Joy Division, Suicide y The Sisters Of Mercy, entre otros, así como también fue el punto de partida de la banda británica Buzzcocks.
Tras “White Light/White Heat”, como ya les había comentado, John Cale dejó la banda, iniciando una carrera en solitario y también dedicándose a producir otros artistas, algunos resultando casi tan influyentes como la Velvet, como es el caso de The Stooges y Patti Smith. Por su parte, la Velvet siguió su propio camino, incorporando como reemplazo a Doug Yule, y acercándose a un formato canción más convencional y melancólico en sus dos posteriores entregas, “The Velvet Underground” (1968) y “Loaded” (1969), antes de su primera disolución. Ambos discos son de gran factura, pero en ellos hace falta el nivel de osadía que transforma a “White Light/White Heat”, en un imprescindible y un clásico con todas sus letras.
Pedro Ogrodnik C.
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