Thin Lizzy
Jailbreak
Hay cosas que nunca cambian. Por más grande que llegue a ser U2, por más Grammys que ganen, jamás van a ser “la banda de rock más importante de Irlanda”. Ese sitio lo tiene ganado, por los siglos de los siglos, una agrupación que a los oídos comunes puede ni siquiera sonarles, pero que la tradición rockera ha elevado bien, bien alto: Thin Lizzy. ¿No les suena? Comandados por su legendario bajista y localista, Phil Lynott, un personaje sin igual… los que llevaron a la fama ‘Whiskey in the Jar’, ‘Don’t Believe a Word’, ‘Jailbreak’ y ‘The Boys are Back in Town’ entre otros… ¿sigue sin sonarles?
A ver. Hay una época de la historia del rock, en la primera mitad de los setentas, la posterior a las apariciones de Led Zeppelin, Deep Purple y Black Sabbath, en que se comenzó a pulir el sonido de lo que hoy nos suena a “rock clásico”. Una sonoridad mucho más gruesa, más equilibrada, pero también más entradora. Expositores de ello son los pioneros Free; Grand Funk Railroad; Bad Company; y porqué no decirlo, Aerosmith. Bueno, entre todos ellos, con más o con menos elementos en común, Thin Lizzy fue un monstruo que en algún momento amenazó con comérselos a todos. Ese sonido del que les hablo, es el que Lynott y los suyos llevaron a su máxima altura.
La carrera de los irlandeses fue bien pareja, al menos entre “Vagabond of the Western World” de 1973 y “Bad Reputation” de 1978. Es decir, me refiero a que en ese periodo dieron pocos pasos en falso en cuanto a lo musical, y nunca perdieron su esencia. Pero fue “Jailbreak” el que les aseguró un lugar entre los grandes. El motivo, no podían ser otros, son las tremendas canciones que contiene, y un par de himnos reconocibles por cada uno de nosotros.
El tema que le da título a la placa comienza con un aullido guitarrero muy heavy metal, para luego iniciar una loca narración de un motín al interior de una prisión. Una letra delirante, alarmas de peligro, sirenas de patrullas, y una dupla de guitarras gemelas que son pura adrenalina. De la misma manera en que el coro es peligro puro. La esencia de Thin Lizzy. Tremenda. Rock and roll!!! Esa vibra el cuarteto la mantuvo durante toda su carrera. Para ello, la voz de Lynott fue clave, hay que destacarlo. La dupla de guitarras que en aquel momento componían Scott Gorham y Brian Robertson suenan de lujo, y la sección rítmica del mismo Phil con Brian Downey no lo hace mal. Pero el plus es la voz, tremendamente original e intimidante. Nada de delicadeza, nada de trabajos vocales complejos ni armonías sorprendentes. Rock, crudo y duro.
Nada de ello se pierde en la pachanguera ‘Angel from the Coast’, otra descarga brillante de potencia y talento. Demasiado entretenida como para dejarla pasar sin repetírsela. Como dije antes, tal vez será el sonido, quién sabe, pero te deja una sensación de ser un clásico sin que la hayas escuchado nunca antes. ‘Running Back’ rápidamente muestra otra cara, mucho más elegante. Sin perder la presencia, Thin Lizzy se muestra mucho más radial y amigable. Se suponía que éste sería el primer single del álbum, pero no lo fue. Sabia decisión, pues podía creer una imagen un tanto distorsionada de lo que los irlandeses eran.
‘Romeo and the Lonely Girl’ es una tremenda mezcla. ¿Por qué? La letra y el canto de Lynott son bastante “delicados”, no tienen nada de peligro. Sin embargo, de fondo, la banda de esmera en contradecir a su líder. La batería de Downey jamás se queda tranquila. Inquieta jovencita. Y la guitarra de Gorham irrumpe casi enojada, reclamando su lugar, que de buena manera recupera. Con las cosas de vuelta en su lugar, ‘Warrior’ nos trae de vuelta a esa rudeza del grupo. Con la descortés y a la vez irresistible invitación del bajo de Phil a meterse en el tema, las guitarras solo con un salvaje manto para la amenazante voz de su líder y principal compositor. El toque de Downey, que me recuerda mucho a John Bonham por su vehemencia, no hace otra cosa que sacarle brillo a la chapa que posee el cuarteto hasta el día de hoy, como una de las agrupaciones más potentes de todos los tiempos.
Y llegamos a ese poema de guitarras llamado ‘The Boys Are Back in Town’, probablemente uno de los mayores clásicos del hard rock británico de todos los tiempos. Principalmente, porque no se concibe el termino “hard rock” sin Thin Lizzy y sin este temazo. Un coro explosivo, una melodía irresistible, y tal vez uno de los punteos más famosos de toda la historia de la guitarra. Desde Black Sabbath y su ‘War Pigs’ que no salía algo tan coreable, y definitivamente esta es una tremenda influencia para el futuro del metal. Desde Iron Maiden a Metallica, a todos les toca su parte. Corran la voz, adivinen quién volvió al pueblo. Definitivamente, si tuviera una pandilla, me gustaría poder revivir a Lynnot e incorporarlo. Un maldito demonio el tipo.
‘Fight or Fall’ baja las revoluciones, y es lo más parecido a una balada que vayan a encontrar en este álbum. Una melodía muy gringa, estilo America. ‘Cowboy Song’ podría ser otro tema tipo Tío Sam pero no lo es. It’s OK Amigo, porque sin tener una melodía fácil de atrapar a primeras, el relato idealista, soñador, que concluye diciendo que “la vida del cowboy es la vida para mí”, te interna a un mundo en el cual el álbum no se había metido aún. La de la “búsqueda de la felicidad”, por más cursi que suene. Es decir, no todo es adrenalina, sino también esa fantasía-poesía de vivir como uno quiere. Rebeldía. Qué se yo. Rock and roll.
Bueno, ni pensar en una especie de hippismo rezagado. Nada que ver. ‘Emerald’ cierra la placa con el regreso de las guitarras épicas, graves, avasalladoras y llenas de personalidad. El sonido de esta canción no puede dejar de recordarme los dos primeros discos de Maiden. No creo que esté tan lejos la relación. Esos cortes, esa misma manera de aproximarse al clímax, esa riqueza para confrontar guitarras con voz… Demasiado vital todo lo que hizo Thin Lizzy para lo que hoy entendemos como metal y hard rock.
Pocos grupos han sido tan dejados de lado como estos irlandeses. A pocas bandas se les debe tanto en un período súper particular y de inmenso desarrollo y valor en la historia del rock pesado. Phil Lynott es con todas sus letras un héroe, así como lo fueron sus múltiples compañeros de batallas, desde el siempre leal Brian Downey a Scott Gorham, quien hoy en día sigue tocando bajo el nombre de la agrupación que Phil comandara de gran forma durante más de una década.
Realmente no se me ocurre qué tendría que acontecer para que Thin Lizzy fuese tan valorado como debería serlo. Ninguno de nosotros irá “evangelizando” por ahí ni nada de eso. Pero hay un par de discos, como “Jailbreak”, “Vagabonds in the Western World” o “Johnny the Fox”, que merecen ser escuchados cada cierto tiempo, a un volumen lejos de lo “prudente”. Ese es nuestro único deber. Así, el malo de Phil estará feliz de tener otro motivo más para celebrar.
Juan Ignacio Cornejo K.
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