Blue Cheer
Vincebus Eruptum

(Publicado originalmente en 2011)
1968. Mercury/Philips
Cuando el infierno se desató. Uno de los momentos ineludibles, si quiere buscarse el origen de los movimientos más crudos del rock, está en el primer disco del grupo de San Francisco, Blue Cheer. “Vincebus Eruptum” es un monolito iniciativo para estilos que comparten la distorsión a raudales y una actitud de desenfreno en la manera de encarar la música. Los parámetros que durante los 34 minutos de música entrega este disco perviven con su misma fuerza originaria en el proto-punk, el garage, el heavy metal en todas sus formas, el grunge, el indie rock más desaforado, y por sobre todo, el stoner.
Formados en 1966 por Leigh Stephens (guitarrista), Paul Whaley (batero) y el líder Dickie Peterson (voz y bajo), tomaron su nombre de una de las variantes del LSD, y pese a estar inmersos en el panorama de la sicodelia y el flower power, su propuesta fue mutando en una sobredosis de energía irrefrenable y excesiva sobre las bases del viejo y querido blues, como buenos hijos de Hendrix y Cream. Riffs apocalípticos con un fuzz ensordecedor emanado de torres de amplificadores, una base rítmica incansable y los gritos desgarrados de Peterson configuraron un sonido adelantado y visionario, árido y ácido, que impacta por su violenta rusticidad y volumen descontrolado.
Con una producción casi inexistente de Abe “Voco” Kesh (renombrado DJ radial del San Francisco hippie), el trabajo como ingeniero de un policía fuera de turno y una portada psicodélica simple y perfecta, “Vincebus Eruptum” (disco para oír con poca luz y muchísimo volumen, para sentir mejor su efecto) abre con el tema que quizás más se les conoce a los Cheers, la revisión del clásico de Eddie Cochran ‘Summertime Blues’ –por esa época, los Who también solían versionarla-. Tras ese inicio que cita al ‘Foxy Lady’ de Hendrix, la destructiva potencia del trío contagia el ánimo del oyente, pero lo controla un poco al bajar las revoluciones en la más blusera y un poco más limpia ‘Rock Me Baby’, original de Albert King (con un aire que los Led Zeppelin recrearían en el ‘You Shook Me’ aparecido en su primer trabajo). Pero esa “limpieza” dura hasta el solo de guitarra, donde nuevamente los watts y los demonios se hacen del lugar. La adrenalina está arriba y ya comienzas a actuar como un maníaco, mientras que todavía no corren diez minutos de música.
Los aires enrarecidos y violentados se mantienen en toda su anarquía con la original de Peterson ‘Doctor Please’. Empinada hasta casi los ocho minutos, cuenta con una demente sección media de solo, heredada del Cream en vivo y que fue legado para futuras formaciones estridentes pero más experimentales, como los alemanes Ash-Ra Tempel y Guru Guru. Los gritos de Peterson llegan a tal intensidad que recuerdan a Janis Joplin, mientras el Placer Azul esparce un fuego salvaje al que es muy fácil hacerse adicto, con esos solos fuzzeados que son puro ruido infernal arriba de la batería desatada e indomable de un jovencísimo Paul Whaley, en la cual conviven con entusiasmo juvenil la locura de Keith Moon con el peso de Ginger Baker y la técnica de Mitch Mitchell.
Al dar vuelta el vinilo llega otra composición de Peterson: ‘Out Of Focus’ es algo más limpia, hippona y groovy, generando un precedente para bandas como Grand Funk Railroad, con un sonido vibrante pero algo más controlado. Dotado de un ganchero y excelente riff de guitarra, es el tema del relax marihuanero, donde todo se trata de disfrutar y dejar que las cosas fluyan.
Al relajo de la dosis de cáñamo le sigue una frenética versión del viejo blues ‘Parchment Farm’, original de Mose Allison, pavimentando el terreno para el potente cierre ‘Second Time Around’ (Peterson), otra descarga trepidante y eléctrica donde, como si se tratara de espasmos terminales, la banda vomita sus últimos restos de energía, en andanadas de incontrarrestable crudeza y salvajismo.
Tras este disco, aparecido en enero de 1968, Blue Cheer registró a mediados de ese mismo año su segundo disco “OutsideInside”, el cual incluye tomas que, corroborando el volumen atronador y la simplicidad de medios que caracterizó al trío, fueron registradas al aire libre para no perder esencia. Luego de “OutsideInside” comenzó la inestabilidad tras irse Leigh Stephens, una inestabilidad que se tradujo en variados cambios de formación, disoluciones, retornos esporádicos –de hecho, hace poco Dick Peterson volvió a juntar a Blue Cheer para una serie de conciertos- y reuniones. No obstante, no debe mirarse en menos el legado que la banda dejó en sus dos primeros discos, un testamento esencial para el surgimiento de los movimientos más crudos del rock, una llama que arde con la misma fuerza que a casi 40 años de su aparición.
FROM SAN FRANCISCO, LOUDER THAN GOD: BLUE CHEER!!
Pedro Ogrodnik C.
Cuando el infierno se desató. Uno de los momentos ineludibles, si quiere buscarse el origen de los movimientos más crudos del rock, está en el primer disco del grupo de San Francisco, Blue Cheer. “Vincebus Eruptum” es un monolito iniciativo para estilos que comparten la distorsión a raudales y una actitud de desenfreno en la manera de encarar la música. Los parámetros que durante los 34 minutos de música entrega este disco perviven con su misma fuerza originaria en el proto-punk, el garage, el heavy metal en todas sus formas, el grunge, el indie rock más desaforado, y por sobre todo, el stoner.
Formados en 1966 por Leigh Stephens (guitarrista), Paul Whaley (batero) y el líder Dickie Peterson (voz y bajo), tomaron su nombre de una de las variantes del LSD, y pese a estar inmersos en el panorama de la sicodelia y el flower power, su propuesta fue mutando en una sobredosis de energía irrefrenable y excesiva sobre las bases del viejo y querido blues, como buenos hijos de Hendrix y Cream. Riffs apocalípticos con un fuzz ensordecedor emanado de torres de amplificadores, una base rítmica incansable y los gritos desgarrados de Peterson configuraron un sonido adelantado y visionario, árido y ácido, que impacta por su violenta rusticidad y volumen descontrolado.
Con una producción casi inexistente de Abe “Voco” Kesh (renombrado DJ radial del San Francisco hippie), el trabajo como ingeniero de un policía fuera de turno y una portada psicodélica simple y perfecta, “Vincebus Eruptum” (disco para oír con poca luz y muchísimo volumen, para sentir mejor su efecto) abre con el tema que quizás más se les conoce a los Cheers, la revisión del clásico de Eddie Cochran ‘Summertime Blues’ –por esa época, los Who también solían versionarla-. Tras ese inicio que cita al ‘Foxy Lady’ de Hendrix, la destructiva potencia del trío contagia el ánimo del oyente, pero lo controla un poco al bajar las revoluciones en la más blusera y un poco más limpia ‘Rock Me Baby’, original de Albert King (con un aire que los Led Zeppelin recrearían en el ‘You Shook Me’ aparecido en su primer trabajo). Pero esa “limpieza” dura hasta el solo de guitarra, donde nuevamente los watts y los demonios se hacen del lugar. La adrenalina está arriba y ya comienzas a actuar como un maníaco, mientras que todavía no corren diez minutos de música.
Los aires enrarecidos y violentados se mantienen en toda su anarquía con la original de Peterson ‘Doctor Please’. Empinada hasta casi los ocho minutos, cuenta con una demente sección media de solo, heredada del Cream en vivo y que fue legado para futuras formaciones estridentes pero más experimentales, como los alemanes Ash-Ra Tempel y Guru Guru. Los gritos de Peterson llegan a tal intensidad que recuerdan a Janis Joplin, mientras el Placer Azul esparce un fuego salvaje al que es muy fácil hacerse adicto, con esos solos fuzzeados que son puro ruido infernal arriba de la batería desatada e indomable de un jovencísimo Paul Whaley, en la cual conviven con entusiasmo juvenil la locura de Keith Moon con el peso de Ginger Baker y la técnica de Mitch Mitchell.
Al dar vuelta el vinilo llega otra composición de Peterson: ‘Out Of Focus’ es algo más limpia, hippona y groovy, generando un precedente para bandas como Grand Funk Railroad, con un sonido vibrante pero algo más controlado. Dotado de un ganchero y excelente riff de guitarra, es el tema del relax marihuanero, donde todo se trata de disfrutar y dejar que las cosas fluyan.
Al relajo de la dosis de cáñamo le sigue una frenética versión del viejo blues ‘Parchment Farm’, original de Mose Allison, pavimentando el terreno para el potente cierre ‘Second Time Around’ (Peterson), otra descarga trepidante y eléctrica donde, como si se tratara de espasmos terminales, la banda vomita sus últimos restos de energía, en andanadas de incontrarrestable crudeza y salvajismo.
Tras este disco, aparecido en enero de 1968, Blue Cheer registró a mediados de ese mismo año su segundo disco “OutsideInside”, el cual incluye tomas que, corroborando el volumen atronador y la simplicidad de medios que caracterizó al trío, fueron registradas al aire libre para no perder esencia. Luego de “OutsideInside” comenzó la inestabilidad tras irse Leigh Stephens, una inestabilidad que se tradujo en variados cambios de formación, disoluciones, retornos esporádicos –de hecho, hace poco Dick Peterson volvió a juntar a Blue Cheer para una serie de conciertos- y reuniones. No obstante, no debe mirarse en menos el legado que la banda dejó en sus dos primeros discos, un testamento esencial para el surgimiento de los movimientos más crudos del rock, una llama que arde con la misma fuerza que a casi 40 años de su aparición.
FROM SAN FRANCISCO, LOUDER THAN GOD: BLUE CHEER!!
Pedro Ogrodnik C.
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