Ser artista en 1967 y no subirse a la ola de psicodelia que había pasado por encima de todas las grandes artes como la música, la literatura, el cine, el teatro, las artes plásticas, etc., era simplemente no adaptarse a la evolución. Agreguémosle a eso que te llamas Rolling Stone y tu banda rival The Beatles, acababa de hacer uno de los mayores álbumes de la historia: “Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band”. Pues no había mucho más que subirse a la ola antes que te reventara en la cara. Quizás sin sentirse identificados con el movimiento como tal, los integrantes ya estaban fuertemente inmersos en el consumo de drogas lisérgicas, además de recibir aquellas influencias de la cultura oriental y el hippismo, aunque más por la necesidad juvenil de rebeldía que siempre caracterizó a los Stones, que por querer ser como el resto.
Las excentricidades y excesos mismos de este proceso fueron un factor determinante en la etapa de grabación. El productor Andrew Loog Oldham, quien trabajó con ellos en anteriores clásicos como “Aftermath” (1966) y “Between The Buttons” (1967), se desligó del proyecto por las constantes peleas, problemas personales y consumo de drogas de ciertos integrantes, que hacían insostenible la concentración, el compromiso y la disciplina. Fue el mismo grupo que se encargó de la producción, siendo un total caos el desarrollo del proyecto. Aun con todos los problemas internos, la banda logró hacer el álbum más pretencioso, oscuro y experimental de su historia, cuyo objetivo era competir directamente con el mítico “Sgt. Pepper's”. Por esto mismo, no sorprende que la recepción de la crítica y público no se hayan podido sostener de manera positiva hasta la segunda semana, cuando ya había un consenso general de que este disco no estaba a la altura de sus anteriores trabajos y menos de su competidor.
Al ser su primer paso en la psicodelia, los Stones estuvieron constantemente mirando para el lado en este proyecto. El recién estrenado “The Piper at the Gates of Dawn” (1967) de Pink Floyd, fue una clara referencia para los londinenses, lo que se plasma en temas como ‘Another Land’, en la que la voz de Bill Wyman, suena casi idéntica a la de Syd Barrett. Una figura determinante en este disco fue el multiinstrumentista Brian Jones, que, si bien, no fue el pilar compositivo en cuanto a ideas, sí logró dotar de experimentación a la banda, con una gama de instrumentos que salen de su sonido base. Esto se aprecia en temas como ‘Sing This All Together (See What Happened)’, una especie de ofrenda tribal de ocho minutos marcada por la presencia de flauta, metales y diversos instrumentos, que finaliza con la voz de Mick Jagger recitando el coro del primer tema del álbum.
El track más comercial del proyecto es la clásica ‘She s A Rainbow’, la que tiene todos los tintes para ser un himno Stoniano, pero que, por alguna razón -que no sea porque está situada en este álbum-, nunca se ha puesto de tú a tú con los grandes clásicos de la banda. Los pasajes más discretos del disco vienen con ‘The Lantern’ y ‘Gomper’. Ambas piezas muy interesantes, pero que no consiguieron destacar ni ahora ni nunca, pues han pasado al total olvido con el paso del tiempo. Lo que sí hay que reconocerle a este álbum, es que cuando acierta, logra tener momentos históricos. Y es que llegamos quizás a la mejor obra psicodélica que los Stones hayan hecho jamás. La sublime ‘2000 Light Years From Home’, marcada por una tensión envuelta de matices, que funciona a varios niveles de interpretación para el oyente. Oscura, inquietante, épica, son solo algunos de los adjetivos para describir semejante composición.
Todo finaliza con ‘On With The Show’, un tema que no está ni de cerca de compararse con su antecesor, pero que viene a alivianar los ánimos entre tanta psicodelia. Es también un pronóstico del retorno al blues que tanto caracterizó a los londinenses desde su siguiente trabajo “Beggars Banquet” (1968). “Their Satanic Majesties Request” es un álbum que 54 años después de su lanzamiento, sigue causando división entre los fanáticos, habiendo detractores que lo ningunean por ser una supuesta copia barata del “Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band”. Y otros que lo consideran uno de los discos más infravalorados de su época. De todos modos y guste a quién le guste, las “satánicas majestades” han reclamado el lugar que se merece hasta convertirse en una pieza de culto en la discografía de los Stones.
Andrés Fuentealba
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