Campoamalia

2017. Independiente
No resulta fácil construir un repertorio que predique y emocione sin emitir verso o coro alguno. El primer álbum de la agrupación Hermanos Menores dialoga entre acordes majestuosos y cierta urgencia noise sin recurrir a lo vocal. Así el grupo ofrece un sonido inquietante, dispar, que rinde homenaje a la vida rural y a la gallardía de los pueblos antiguos que habitan este país.
Campoamalia está compuesto por siete canciones, dos de ellas bastante extensas, en las que los bogotanos exhiben cohesión y sensibilidad. Espacios y ambientes se elevan con las constantes progresiones, la base rítmica funciona con compostura guiando el camino, mientras la guitarra entreabre psicodélicas ventanas. Es una travesía.
El álbum fue grabado en el municipio de Subachoque, Cundinamarca. La producción es sencilla, orgánica y en función de un grupo ambicioso en su búsqueda. Daniel Piedrahita en la guitarra, Alejandro Solano en el bajo y Sergio Moreno en la batería, consiguen dar varios pasos adelante con respecto a su primer EP, Entonces vi dos medusas (2016), percibiéndose más creativos en lo que definiremos como post-rock.
El balance general no me permite arrojar títulos destacados, ya que todas las piezas se desarrollan con esplendor. Desde el marcial tema que da nombre a la obra y que trae un trozo de un discurso del caudillo Jorge Eliécer Gaitán, pasando por las rasgadas melodías de Laguna grande de la sierra en que el conjunto tributa a las montañas de Güican y El Cocuy, su música es fascinante.
El álbum concluye con un delicado corte de once minutos denominado El alma y las nubes son formas con el que se llega a buen puerto. Ímpetu, destreza y contundencia es lo que Hermanos Menores trae en esta propuesta. No cabe duda de su vigencia.
Ricardo Suescún
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