Pearl Jam
Gigaton

2020. Monkeywrench
En este siglo, Pearl Jam se ha tomado su tiempo para dar a luz sus canciones, entregándose a la labor de seguir consolidando con letras doradas su categoría sobre el escenario, siempre notable. Eddie Vedder afirmó días atrás que no sintieron presión alguna de editar hasta “que supimos que iba a ser algo realmente grandioso”. Y sí, “Gigaton” despliega momentos catalogados así. ‘Dance of the Clairvoyants’, el single inaugural, fue un aviso refrescante y sorpresivo, con la banda poniéndose al servicio del influjo de Talking Heads, un bajo -tomado por Stone Gossard- con un groove ganchero, acompañado de una batería deudora del postpunk y unos teclados innegablemente indies. ‘Who Ever Said’ proporciona un comienzo enérgico, con guitarras trepidantes, continuando la tradición de aperturas encendidas (‘Gonna See My Friend’ el 2009, ‘Life Wasted’ el 2006, ‘Breakerfall’ el 2000), que no se pierde en el track 2. ‘Superblood Wolfmoon’ cubre muy bien el espacio con Vedder, Gossard y McCready sacudiendo las seis cuerdas.
“Gigaton” fue un trabajo largamente esperado. Vedder y los suyos tienen un libreto muy aprendido, por lo que un viraje estilístico era poco astuto de anticipar. “Intentamos cada noche ser lo que era Led Zeppelin en 1973”, comentaba Jeff Ament hace unos años, una declaración propia del hambre por la gloria, y al mismo tiempo identificándose con una forma de enfrentar y encauzar la música. Ahí está ‘Quick Escape’ con sus menciones a Marrakech, Queen y Kashmir. ‘Take the Long Way’ -con la primera voz femenina participante en un disco de la agrupación, Lemolo- recorre los terrenos del hard rock (aquí se aprecia mucho la versatilidad de Cameron), gracias a un coro y solo de guitarra destinados a las grandes audiencias, patrón similar de ‘Never Destination’, con Vedder exigiendo al máximo su garganta; por su parte, la acústica ‘Comes Then Goes’ suena tanto a Bruce Springsteen como a Creedence Clearwater Revival. “La tristeza viene porque algo de ella era mío”, nota el cantante, en una pieza que los fans especulan fue compuesto con su querido Chris Cornell en la cabeza.
La parte final juega un partido aparte. ‘Retrograde’ aloja lamentos fantasmales, con un Vedder celestial, cantando que “tomará mucho más que el simple amor para levantar esto”. ‘River Cross’ es un cierre más que apropiado, con un órgano que se va disipando en el aire, mientras el vocalista suelta su ruego: “Comparte la luz, no nos detendrá”. Conmovedor tándem. En las letras, Pearl Jam emplaza varios temas a la vez, sus tópicos acostumbrados. La política está presente, aunque no de forma explícita como en 'Bu$hleaguer', sino que en pequeños mensajes que debes saber encontrar. “Las distancias que teníamos que recorrer en ese entonces / Para encontrar un lugar que Trump aún no había estropeado”, afirma Eddie en ‘Quick Escape’. La ecología y el medioambiente también son tratados, desde la espectacular portada, una fotografía de Paul Nicklen de una capa de hielo ubicada en la isla de Nordaustlandet.
La idea es que Pearl Jam siempre editó sus discos como una reacción a algo. “Vs” (1993) y “Vitalogy” (1994) se negaban a asumir su rol mediático como estrellas del rock planetario; “No Code” (1996) y su profundización idiosincrática. Desde el homónimo del 2006, cuando se asumió definitivamente su condecoración de nombre clásico del rock estadounidense -por la época, Rolling Stone los posicionó en la misma liga que Grateful Dead- que la banda navega por aguas tranquilas. Nadie los cuestiona ni molesta, lanzan videos con regularidad (‘Dance of the Clairvoyants’ tiene tres, sin ir más lejos) y encabezan todos los festivales posibles. El conjunto ha demostrado en el pasado que los remezones son alimento para un nuevo impulso -como sus documentados cambios de baterista. Ya llevan más de veinte años con Matt Cameron-, transitar al borde de la cornisa les ha provisto de sus mejores momentos. La indecisión de ‘Alright’ -se agazapa pero nunca pega el salto- y monotonía de ‘Buckle Up’ son las evidencias para cuestionar un poco este regreso (y su presente), que de todas formas supera ampliamente el listón dejado por “Lightning Bolt” (2013) y “Backspacer” (2009).
La conclusión: Pearl Jam despachó su mejor trabajo en mucho tiempo, aunque “Gigaton” no es lo que llamaríamos un pasaje 100% brillante. Sin embargo, guarda todo lo que esperamos de la banda: agresividad, épica, calma, tristeza, desazón, furia y amor. Identidad marcada a fuego, indeleble al paso del tiempo.
Jean Parraguez
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