Joe Bonamassa
Blues of Desperation
2016. J&R Records
Esta es la continuación natural de "Different Shades of Blue" (2014) y Joe Bonamassa (38) decidió trabajar nuevamente en Nashville con los mejores sesionistas disponibles en la capital del country. Para el guitarrista era importante imprimir frescura y urgencia demorando solo cinco días en el registro de once temas en Grand Victor sound, el ex RCA Studio A, recinto legendario abierto por el histórico guitarrista Chet Atkins en 1964, para registrar cuerdas en los álbumes de gospel de Elvis Presley. Producido como siempre por Kevin Shirley (Iron Maiden, Journey), este duodécimo título en 16 años de trayectoria profesional mantiene en términos generales los altos estándares de su predecesor -la solvencia interpretativa, el sonido impecable, el dominio férreo del rock enlazado al blues-, pero a la vez arroja dudas razonables sobre los beneficios de lanzar álbumes sin muchas diferencias entre si.
En la primera, 'This Train', Bonamassa promete. La voz resuena como el tono maduro del cantante de The Who Roger Daltrey, montada en un excelente riff entre pícaro y pendenciero. Bajo, batería y piano trabajan para recrear la sensación de un viaje ferroviario, pero rehuyendo el cliché que imita el sonido de un tren. 'Mountain Climbing' es rock clásico de los setentas en clave Paul Rodgers. 'Drive' se queda en las intenciones: un interesante dibujo en la batería utilizando los toms, guitarras acústicas de fondo, una composición a la búsqueda de cierta pausa, finalmente indecisa. 'No Good Place for the Lonely' se encasilla en el blues rock estándar sin ofrecer mucho más. Luego el corte que da nombre a este proyecto se la juega, y es uno de los mejores con citas a Ritchie Blackmore y Jimmy Page. El piloto automático vuelve con 'The Valley Runs Low', un medio tiempo sin peculiaridad alguna. El álbum recupera atractivo en 'Distant Lonesome Train' y 'How Deep This River Runs' gracias a sus solos incendiarios.
Claramente Joe Bonamassa no figura en las esferas del rock y del blues porque su deseo sea la inventiva o explorar nuevos terrenos. Él tributa y proyecta un legado, y en esta oportunidad zigzaguea, afloran rellenos y termina aguando una música espesa por definición. El equipo aceitado que forma junto a Kevin Shirley merece quizás un descanso y probar otras manos. A pesar del título alusivo a la desesperación, su talón de Aquiles es el control excesivo. Mucha rienda, poco desparpajo.
Marcelo Contreras
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