Code Orange
Underneath
2020. Roadrunner Records
Probablemente, son muy pocos los fanáticos del metal que se iniciaron en el género escuchando a Godflesh o a Strapping Young Lad, ya que tienden a ser bandas que se conocen cuando el oído alcanza una cierta madurez, por lo que es interesante cuando una agrupación mucho más joven toma ese sonido y lo coloca en la línea temporal a la que pertenece, en este caso, el siglo XXI. En su tiempo, las leyendas mencionadas sonaban demasiado adelantadas, pero hoy, una escuadra contemporánea como Code Orange pareciera entender esos códigos y continuar la senda con “Underneath” (2020), un registro que nació para dar vuelta el tablero combinando el industrial con las vertientes más pesadas del metal actual, utilizando una fórmula que crea polémica en el ámbito musical. Sus detractores ven la incansable repetición de un molde usado por antepasados “subvalorados” y los acusan de ser un producto posicionado por la siempre hambrienta industria discográfica. “Hype” que le llaman. En la otra esquina, sus adeptos hablan de un combo refrescante que, hasta ahora, solo sabe de aciertos y avanza de manera firme gracias a su visión audaz, innovadora y ambiciosa. Con el debate sobre la mesa, ¿a qué postura favorece “Underneath” (2020)?
A decir verdad, el round entre estas dos posiciones no hace otra cosa que darle un valor agregado a Code Orange, termina siendo parte de su encanto. Si le ponemos paños fríos al asunto y bajamos la fiebre, es innegable que estamos frente a un registro atronador que sabe llevar las emociones al límite sin olvidar los lineamientos para facturar canciones memorables. Esta idea de fabricar composiciones redondas ya se venía trabajando desde el exitoso “Forever” (2017) y ahora “Underneath” (2020) confirma que ese es el camino a seguir en su momento de mayor visibilidad, por lo que cada integrante entra al ring para jugar al “todo vale” y propina una golpiza de magnitudes telúricas. Desde las voces, Jami Morgan y Reba Meyers generan dualidades con un Morgan dominante, combativo y obstinado en cortes como ‘Swallowing the Rabbit Whole’ y ‘Cold.Metal.Place’, mezclándose también con los inquietantes susurros de la artista canadiense Nicole Dollanganger, quien ya pone tensión desde el desquiciado preámbulo ‘(deeperthanbefore)’. Por otro lado, Meyers es insidiosa, punzante y evocadora en ‘In Fear’, bajando un poco los humos entre tanto ritmo trepidante. Cuando asume el protagonismo, la guitarrista expele un aroma grunge en ‘Autumn and Carbine’ y ‘A Sliver’, invocando a las aguerridas vocalistas femeninas de los 90 en inflexiones que abrazan el inconformismo propio de esa época.
Pero la amalgama vocal es solo la punta de un robusto iceberg. En el corazón de esta masa sonora flotante está el trabajo en batería del mismo Morgan, cuya marcha militar en ‘Erasure Scan’ trae a la mente ese hardcore al que nunca le ha sido infiel, pero con una vuelta de tuerca aún más metálica de lo que vimos en “Forever” (2017), llegando incluso a rozar el death metal de avanzada en ‘You and You Alone’ junto al bestial desempeño de un enardecido Joe Goldman que pulveriza los sentidos con su bajo. Aunque los tintes de varios estilos se pueden percibir desde lejos, la idea es tomar lo justo y necesario para que estos sean serviciales a la entrega final y, en ese sentido, la brutalidad de las guitarras es un factor importante, mas no protagonista. Sí, los riffs de Dominic Landolina y Reba Meyers en ‘Last Ones Left’ y ‘Back Inside the Glass’ son imponentes y su alta calidad está fuera de toda discusión, pero su óptica conceptual no se basa en la estridencia, sino que elabora ambientes escalofriantes, como si quisieran encerrarnos en una celda oscura que imposibilita cualquier clase de movimiento. Incluso cuando los músicos aumentan la emoción en ‘Sulfur Surrounding’, lo hacen en un tono dramático que guarda muy bien las distancias, porque están conscientes de que la reina de todo este baile siniestro es la electrónica.
Eric "Shade" Balderose tuvo la oportunidad de codearse con un personaje como Chris Varenna de Nine Inch Nails para confeccionar piezas abrumadoras que se roban la película en varias oportunidades. Los saltos de ‘The Easy Way’, las oscilaciones de ‘Who I Am’ y hasta las pequeñas imperfecciones intencionales de ‘Underneath’, brillante final con tintes de hip hop, crean un entorno en donde las altas frecuencias despiertan la vulnerabilidad que yace en cada criatura. El productor Nick Raskulinecz, en reemplazo del histórico de Converge Kurt Ballou, también manipula el sonido para desencadenar esta experiencia inmersiva en la que el auditor se somete al descontrol estilístico del quinteto, lo que favorece un estado constante de confusión en el que convergen temas como las relaciones corrosivas, la toxicidad de la fama y hasta la incapacidad de comunicarnos justo en un momento en que la humanidad pareciera tener más canales para hacerlo, todo envuelto en canciones de ritmo adrenalínico que en menos de cinco minutos vuelan en mil pedazos cualquier barrera estilística.
El “hype” es un concepto que se encuentra a diario en los comentarios de Internet. La Fundación del Español Urgente (Fundéu) explica que este anglicismo se refiere a "la excesiva promoción de un producto ante su lanzamiento, a las altas expectativas que esa promoción crea, a la excitación que eso provoca en los consumidores o incluso al desencanto que en ocasiones produce”, un razonamiento que muchas veces se usa como arma para bajar el valor de cierto artista o banda y pareciera ser que los del nuevo milenio son un blanco aún más fácil para ese tipo de dardos. Entonces, ¿la propuesta de Code Orange logra prefigurar un nuevo paso en la escala evolutiva del metal o es mero “hype”? Por la forma en que articulan las piezas que Godflesh o Strapping Young Lad dejaron a mano y el efecto psíquico que logran con ellas, es imposible negar que la cofradía de Pittsburgh, Pennsylvania, es una de las bandas más importantes del metal en los tiempos que corren. Y si a esto le sumamos que después de escucharlos dan ganas de escarbar en los baúles musicales a fin de encontrar el origen de las sonoridades que emplean, mucho mejor.
¿Más argumentos? A pesar de que iniciaron sus funciones en el 2008, Code Orange es un excelente despertador para los que se acuestan pensando que Gojira y Mastodon son “bandas nuevas”. Si ese es el caso, lo mejor es ir actualizando la lista de reproducción y revisar lo que este portento se trae entre manos, porque deja a cualquier conjunto de los 2000 como verdaderos dinosaurios. No cabe duda de que detrás de ellos hay otra camada con propuestas aún más transgresoras que ni siquiera conocemos por estos lados y que están hambrientos por tener la misma vitrina. Lo importante es que “Underneath” (2020) nos demuestra, una vez más, que las aguas del metal están en constante movimiento, con hype o sin él.
Pablo Cerda
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