The Smashing Pumpkins
Cyr

2020. Sumerian
Una de las grandes aficiones de Billy Corgan es apostar a lo grandilocuente, lo gigantesco. Su carrera lo ha dejado varias veces en dicha vereda, con resultados diversos. Si “Mellon Collie and the Infinite Sadness” le abrió las puertas del mundo entero, la despedida de los Smashing Pumpkins en el 2000 -con dos discos, distanciados por algunos meses- no causó el impacto esperado. ¿Otro ejemplo? El proyecto “Teargarden by Kaleidoscope”, el proyecto iniciado en el 2009 que contemplaba 44 canciones, fue cancelado por el músico casi una década después, sin completarlo. Lo cierto es que las grandes empresas no siempre le resultan pero él, cual Quijote, vuelve a intentarlo y lo hizo nuevamente este 2020, con “Cyr”, su reciente obra con los Pumpkins, nuevamente un álbum doble.
Para esta segunda entrega del ciclo "Shiny and Oh So Bright" -iniciado el 2018 con el EP "No Past. No Future. No Sun"-, con los históricos James Iha y Jimmy Chamberlin de vuelta, se había anticipado un alejamiento de la guitarra -algo que viene impulsando Corgan, con intervalos, a partir de "Adore" (1998)-. En las semanas previas, el ex líder de Zwan afirmó que los sonidos de sintetizador se tomarían el protagonismo, y lo refrenda con la música, pues solo 'Anno Satana' y la notable 'Wytch' -que también podría sonar sin problema en cualquier disco de A Perfect Circle, con un bajo listo para arrasar- podrían ser las únicas canciones cercanas al formato rock. Un paso temerario, si tomamos en cuenta el hecho de que hablamos de la banda cuyo baterista es Chamberlin. Su conocida exuberancia y potencia al mando de las baquetas figuran ausentes, como si se tratase de una máquina de ritmos. La lectura es, por supuesto, la misma de siempre: la batuta total del conjunto está en las manos de Corgan.
Con la descripción anterior, ¿estamos ante unos nuevos Pumpkins? La respuesta, obvio, es negativa. “Cyr” es la evidencia de los muchos mundos recorridos y conocidos por la banda, patentando las inquietudes de su líder. ‘The Colour of Love’ sangra post-punk, la electrónica se sienta con familiaridad en ‘Dulcet in E’ y ‘Ramona’ desde la vereda synth-pop, ‘Telegenix’ respira los aromas de los Depeche Mode siglo XXI en una configuración sonora para aplaudir, ‘Save Your Tears’ podría llegar a las orillas de la neo-psicodelia oceánica -el terreno de Kevin Parker- si no fuera por la tan identificable voz de Billy. Las voces femeninas hacen del coro de ‘Schaudenfreud’ un disfrute, la fórmula de dejar el rol principal a los sintetizadores da la razón al momento de escuchar ‘The Hidden Sun’, ‘Adrennalynne’ y ‘Wrath’; ‘Starrcraft’ está llena de ritmos y palmas, haciendo contrapeso al lamento del cantante, quien pide saludar “todos a la noche más negra, la noche más negra que pude encontrar”.
¿Es un disco muy largo? A veces se siente así -son 72 minutos de música-, pero no nos sorprendamos. Estamos hablando de un nuevo álbum de The Smashing Pumpkins y el resultado nunca ha sido el que se espera, para bien o para mal. Los viudos de las guitarras podrán esperar su momento en la prometida secuela de “Mellon Collie and the Infinite Sadness”.
Jean Parraguez
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