Greta Van Fleet
The Battle at Garden's Gate

2021. Lava/Republic
Perder el foco estaba a un paso. Desde su irrupción en el 2017 con dos EP -”Black Smoke Rising” y “From the Fires”-, y el posterior lanzamiento del disco “Anthem of the Peaceful Army”, Greta Van Fleet se convirtió en una especie de punching ball para cierto sector, debido a las comparaciones de su sonido con el de Led Zeppelin (digámoslo, expertos en tomar prestadas varias ideas musicales) desde el minuto uno. Siendo responsabilizados por algunos, incluso, del actual estado de rock, bastante lejos de la relevancia de tiempos pretéritos. Siendo debutantes, era fácil picar y salir a responder cada palabra en contra. En vez de eso, decidieron que la música podía bastar como respuesta. Por supuesto, reconocieron a la banda formada por Jimmy Page como referente (no el único) y continuaron en lo suyo. Solo por eso, “The Battle at Garden’s Gate” simboliza un avance, una declaración de principios, un “Esto es lo que hacemos, nos gusta y es todo lo que nos importa”.
Al apretar play, las sensaciones arrojan que los hermanos Josh, Jake y Sam Kiszka, junto al primo Danny Wagner han seguido puliendo ese hard rock de corte setentero, ocupando un hábitat con la sombra del blues. Ya con ‘Heat Above’ queda todo claro, merced de un riff efectivo y la garganta con amplitud del frontman, característica devenida en protagonista total en ‘My Way, Soon’. Las seis cuerdas vuelven a tomar su lugar preponderante en la sinuosa ‘Built by Nations’; ‘Trip the Light Fantastic’ es generosa con su baño de psicodelia mientras que el canto del cisne -’The Weight of Dreams’- envuelve la aridez de su letra -una posible oda al salvaje oeste, quizás inspirado por su viaje de Nashville a Los Angeles el año pasado- con un intervención guitarrera total de Jake, que estira sus cuerdas durante más de la mitad de los casi nueve minutos de duración del álbum.
"Fue como ser disparado desde un cañón al mundo real o como quieras llamarlo. Seguro que fue un choque cultural. Venimos del campo. Venimos de los campos de cultivo y los arroyos y caminos abiertos. Entonces te disparan a este mundo en el que de repente estamos en una ciudad diferente cada noche en diferentes habitaciones de hotel", comentó Josh Kiszka a Kerrang sobre cuánto ha transformado sus vidas el gran nivel de fama adquirido en tan poco tiempo. Palabras como esa dan sentido al escuchar este disco, pues son básicamente los sonidos con el que el grupo se moldeó, allá en Michigan, de largos viajes en motor home, de paisajes tan rurales como urbanos. "The Battle at Garden’s Gate" puede funcionar como refugio a sus autores. De esa manera se puede entender algunos excesos, como la extensión del álbum -más de una hora- y planes ambiciosos con resultados poco claros: no era necesario que ‘Age of Machine’ pasara los siete minutos. Para los detractores, queda de ejemplo ‘Broken Bells’, un armazón de épica desatada, arpegios acústicos delicados, rematado con un solo de ínfulas heroicas, terrenos asociados hace décadas al canon Zeppelin.
Dejando las críticas de lado, ¿qué tenemos en “The Battle at Garden’s Gate”? Un clan familiar que refuerza su vínculo a través de la creación musical. El disco suena impecable, las canciones parecen gustar y ellos lo pasan bien en el proceso. ¿Qué más podrían pedir?.
Jean Parraguez
Perder el foco estaba a un paso. Desde su irrupción en el 2017 con dos EP -”Black Smoke Rising” y “From the Fires”-, y el posterior lanzamiento del disco “Anthem of the Peaceful Army”, Greta Van Fleet se convirtió en una especie de punching ball para cierto sector, debido a las comparaciones de su sonido con el de Led Zeppelin (digámoslo, expertos en tomar prestadas varias ideas musicales) desde el minuto uno. Siendo responsabilizados por algunos, incluso, del actual estado de rock, bastante lejos de la relevancia de tiempos pretéritos. Siendo debutantes, era fácil picar y salir a responder cada palabra en contra. En vez de eso, decidieron que la música podía bastar como respuesta. Por supuesto, reconocieron a la banda formada por Jimmy Page como referente (no el único) y continuaron en lo suyo. Solo por eso, “The Battle at Garden’s Gate” simboliza un avance, una declaración de principios, un “Esto es lo que hacemos, nos gusta y es todo lo que nos importa”.
Al apretar play, las sensaciones arrojan que los hermanos Josh, Jake y Sam Kiszka, junto al primo Danny Wagner han seguido puliendo ese hard rock de corte setentero, ocupando un hábitat con la sombra del blues. Ya con ‘Heat Above’ queda todo claro, merced de un riff efectivo y la garganta con amplitud del frontman, característica devenida en protagonista total en ‘My Way, Soon’. Las seis cuerdas vuelven a tomar su lugar preponderante en la sinuosa ‘Built by Nations’; ‘Trip the Light Fantastic’ es generosa con su baño de psicodelia mientras que el canto del cisne -’The Weight of Dreams’- envuelve la aridez de su letra -una posible oda al salvaje oeste, quizás inspirado por su viaje de Nashville a Los Angeles el año pasado- con un intervención guitarrera total de Jake, que estira sus cuerdas durante más de la mitad de los casi nueve minutos de duración del álbum.
"Fue como ser disparado desde un cañón al mundo real o como quieras llamarlo. Seguro que fue un choque cultural. Venimos del campo. Venimos de los campos de cultivo y los arroyos y caminos abiertos. Entonces te disparan a este mundo en el que de repente estamos en una ciudad diferente cada noche en diferentes habitaciones de hotel", comentó Josh Kiszka a Kerrang sobre cuánto ha transformado sus vidas el gran nivel de fama adquirido en tan poco tiempo. Palabras como esa dan sentido al escuchar este disco, pues son básicamente los sonidos con el que el grupo se moldeó, allá en Michigan, de largos viajes en motor home, de paisajes tan rurales como urbanos. "The Battle at Garden’s Gate" puede funcionar como refugio a sus autores. De esa manera se puede entender algunos excesos, como la extensión del álbum -más de una hora- y planes ambiciosos con resultados poco claros: no era necesario que ‘Age of Machine’ pasara los siete minutos. Para los detractores, queda de ejemplo ‘Broken Bells’, un armazón de épica desatada, arpegios acústicos delicados, rematado con un solo de ínfulas heroicas, terrenos asociados hace décadas al canon Zeppelin.
Dejando las críticas de lado, ¿qué tenemos en “The Battle at Garden’s Gate”? Un clan familiar que refuerza su vínculo a través de la creación musical. El disco suena impecable, las canciones parecen gustar y ellos lo pasan bien en el proceso. ¿Qué más podrían pedir?.
Jean Parraguez
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