Royal Blood
Typhoons
“¿Cómo nos volvimos tan oscuros?”, se preguntaba Royal Blood en 2017 en su segundo disco, "How Did We Get So Dark?", un álbum muy esperado tras el atronador debut de uno de los grupos más excitantes de los últimos 10 años conformado por Mike Kerr en el bajo y voz, y Ben Thatcher en la batería. En ese entonces, en su novedosa formación para el género, el dúo ofrecía nuevos colores a su paleta musical, que en el inicio era de riff duros, cojonudos, y melodías sabrosas. En su segundo LP canciones como ‘I Only Lie When I Love You’ mostraban una faceta más amigable y bailable, aunque sin perder la pegada.
Siete años después del debut, con varias giras en el cuerpo y un notable reconocimiento entre sus pares (ni más ni menos que Jimmy Page dijo que “van a llevar el rock a un nuevo reino”), Royal Blood lanza “Typhoons”, tercer registro, esta vez con tintes más disco y pop que los anteriores, alejándose otros metros de lo que fueron los punzantes riffs del comienzo.
Y los contextos han ido cambiando. Para estos tiempos, Mike Kerr ha lidiado con mantenerse sobrio tras sus problemas con el alcohol, en una de las relaciones más antiguas -y clichés- del rock and roll. “La sobriedad era algo que sabía que tenía que hacer para hacer este disco. Este álbum o esta banda no existirían si no hubiera hecho esto. Todo fue bastante aterrador", le dijo Kerr a NME en abril. Y es que Royal Blood ha ido mostrando que su propuesta va más allá de ser simplemente un dúo rockero sin guitarras. En esta entrega se vuelve una banda más compleja, con canciones más definidas, con texturas nuevas y manteniendo la exquisitez en las melodías vocales de Kerr. Porque en esta pasada la presencia de sintetizadores se hace vital, encontrando a ratos similitud con Muse, otro conjunto que hace gala de mezclar riffs duros y teclados de pista de baile.
En este trabajo, la dupla requirió de dos destacados nombres para la producción de un par de canciones. Paul Epworth, quien ha trabajado con Paul McCartney, Coldplay y Robbie Williams, entre varios otros, aportó su trabajo en la producción de ‘Who Needs Friends’ y el líder de Queens of the Stone Age, Josh Homme, hizo lo propio en ‘Boilermaker’.
Tras esa revelación, le siguen ‘Oblivion’ y ‘Typhoons’, dos que van en la misma línea musical de la apertura. Kerr exorciza sus demonios con baile y esa paradoja resulta interesante. Pero, después de todo, ¿no es acaso la mejor forma de hacerlo? ‘Million one’, una de las mejores, tiene una grandiosa apertura de sintetizadores pensada para estadios, ‘Limbo’ carga un poderoso clímax en su parte central y ‘Either you want it’ propone tientes reflexivos.
La mano de Josh Homme se percibe en ‘Boilermaker’, donde un riff sucio tiende a recordar la última parte de QOTSA. Es una de las que propone una pegada más dura, con los sólidos ritmos de Thatcher en los tambores. El disco tiene un extraño cierre con ‘All we have is now’, una suerte de balada que pone un tono algo disonante para lo que venía sucediendo a lo largo de las 10 canciones anteriores. Casi como si fuera de otro álbum. Sin embargo, Kerr vuelve a apuntar a letras introspectivas, quizás la tónica de su lírica en esta pasada.
¿Se extrañan los riffs duros? Sí. El oyente que veía en ellos un renacer de la música noventera puede apelar de ese punto. Pero el crecimiento de Royal Blood es innegable. La dupla Kerr-Thatcher sigue pisando fuerte y aquí amplían su catálogo, que hasta ahora alberga solo calidad.
Juan Pablo Andrews
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