Iron Maiden
Senjutsu

2021. Parlophone
Nunca Iron Maiden nos había hecho esperar tanto un nuevo álbum, teniendo esta vez un periodo entre trabajos incluso mayor al que tuvo “The Book of Souls” de 2015. A las extensas giras de dicho trabajo y la siguiente Legacy of the Beast se le sumó el actual parón de la industria debido a la pandemia, por lo que “Senjutsu” terminaría atrasándose más de lo planeado originalmente. Grabado en 2019, antes de retomar el recorrido que los traería hasta este lado del mundo, fue insinuado en las redes de la banda de una manera bastante enigmática, pero que dejaba entrever que un regreso discográfico era inminente, poniendo fin a tantos rumores previos y plasmando otro momento de la banda en que sus presentaciones en vivo siguen siendo aclamadas a nivel mundial, por lo que quedaba la duda sobre cómo sería en el estudio.
El mismo Bruce Dickinson adelantó que posiblemente más de una canción tomaría por sorpresa a los fans, y la apertura con la homónima ‘Senjutsu’ es una de ellas. Los primeros momentos nos recuerdan a esas intro de trabajos recientes, anticipando que algo va a estallar con la energía que conlleva un corte inaugural, cosa que finalmente no sucede, siendo en su lugar un inicio progresivo de tipo bélico, contando la historia de una batalla entre distintas facciones en el antiguo Japón. No se desarrolla como se podría esperar de una obertura, dejándonos con las ganas de esa velocidad que desde hace mucho caracteriza los comienzos de cada nuevo álbum, con muy contadas excepciones. Dicho esto, no resulta menos interesante ni menos sólida, destacando el sonido y precisión del longevo Nicko McBrain. El bajo galopado y una mayor velocidad aparecen definitivamente en el single ‘Stratego’, en donde sí tenemos al Iron Maiden más reconocible y directo, de la mano del siempre inquieto Janick Gers, y que muy posiblemente funcione de buena manera en vivo una vez que tengamos la eventual gira del álbum. ¿Se puede decir algo más de la ya conocida ‘The Writing on the Wall’? Solamente que funciona bien dentro del LP como un todo, siendo otra interesante adición al actual catálogo con esa impronta que recuerda al rock sureño de Lynyrd Skynyrd o Molly Hatchet, o incluso al folk del viejo continente.
Como ya ha sucedido antes, la extensión del álbum termina jugando una mala pasada, llegando de la mano de ‘Lost in a Lost World’, cuya intro acústica de dos minutos se siente más larga de lo que debería, al igual que sus arreglos que recuerdan de inmediato a “The X Factor”, pero sin esa vibra oscura que alguna vez imprimió Blaze Bailey. Posiblemente uno de los momentos que pasarán sin pena ni gloria. Por otro lado, ‘Days of Future Past’ nos trae otro momento más directo, aunque claramente sin imitar el pasado, sonando con la tónica que ha caracterizado a la banda en el nuevo milenio y no como esos veloces cortes de antaño. Y aquello es algo que, de cierta forma, no se les puede criticar, porque siempre estará bien evolucionar musicalmente, siendo que, como ya dijimos, son otras cosas las que les terminan haciendo un flaco favor al resultado final. Tal como ha sido la tónica desde siempre, es Steve Harris quien dice presente en la mayor parte de la escritura del material, siendo los únicos que se restan son Nicko McBrain, como siempre, y Dave Murray, al no escribir nada tras varios años aportando al menos con un corte.
Esta impronta progresiva se mantiene en ‘The Time Machine’, en donde destacan sus cambios y riffs marchantes, recurriendo una vez más a la intro y outro acústicas para dar forma a otro punto importante del trabajo que nos convoca. La siempre creativa mano de Gers se deja notar, recordando a otras composiciones previas, especialmente de “Brave New World” y “Dance of Death”, importantes placas del nuevo milenio. Las revoluciones bajan al iniciar el segundo disco con la semi balada ‘Darkest Hour’, efectiva y emotiva composición de la dupla Smith/Dickinson, siendo esta la última compuesta por alguien que no sea el jefazo Steve Harris, ya que el final de este trabajo nos trae tres obras de su autoría, y no sorprende que sean las más largas de todo este viaje.
‘Death of the Celts’ nos recordará inmediatamente, tanto en temática como en sonido, a ‘The Clansman’, con algunos arreglos cercanos al Folk que pueden resultar interesantes, pero que termina siendo afectada por su extensión, sonando repetitiva tras algunos minutos. No así ‘The Parchment’, con una vibra mística, misteriosa y majestuosa de sus riffs principales, a lo ‘Powerslave’ o ‘The Book of Souls’. Incluso siendo la más larga de este decimoséptimo álbum, logra funcionar de manera muy efectiva, elevándose a ser otro momento brillante desde su lento avance hasta esa explosiva sección final. El fin lo trae la apocalíptica ‘Hell on Earth’, en donde regresa el galope del bajo con otras secciones progresivas y épicas, como se acostumbra a concluir los LP. Sin ser necesariamente la mejor del álbum, es un cierre ideal, siendo también justificada su duración, sin perder su solidez ni volviéndose monótona al expresar algo tan complejo como lo que indica el título.
Repitiendo la fórmula del álbum doble, “Senjutsu” nos trae una vez más esos ingredientes épicos y progresivos, pero que al igual que otras veces, no logran convencernos a la primera debido a su complejidad a ratos innecesaria y su duración que deriva en lo monótono para algunos. Tampoco juega a favor la producción de Kevin Shirley, cuyo sonido no logra convencer al nivel del gran Martin Birch, pudiendo mejorar en este sentido para tener un resultado óptimo. Más allá de esto, la banda mantiene una altísima calidad interpretativa, incluso con un Bruce Dickinson cuya voz logra su cometido, aunque ya se evidencian cambios y cierto desgaste tras tantos años de carrera. Y es que no podemos obviar el hecho de que una banda de esta envergadura puede hacer lo que les plazca, sin obedecer a un determinado sector de sus seguidores, u otras tendencias actuales, ni tampoco con la necesidad de calcar tiempos que todos sabemos que no volverán. Costará encontrarle la grandeza a varios momentos por los motivos ya mencionados, incluso no tendrás la misma opinión respecto a tu primera escucha, pero la paciencia estará más que justificada. Después de todo, sigue siendo Iron Maiden, y su regreso justo en estos malditos tiempos se agradece aún más.
Luciano González
Nunca Iron Maiden nos había hecho esperar tanto un nuevo álbum, teniendo esta vez un periodo entre trabajos incluso mayor al que tuvo “The Book of Souls” de 2015. A las extensas giras de dicho trabajo y la siguiente Legacy of the Beast se le sumó el actual parón de la industria debido a la pandemia, por lo que “Senjutsu” terminaría atrasándose más de lo planeado originalmente. Grabado en 2019, antes de retomar el recorrido que los traería hasta este lado del mundo, fue insinuado en las redes de la banda de una manera bastante enigmática, pero que dejaba entrever que un regreso discográfico era inminente, poniendo fin a tantos rumores previos y plasmando otro momento de la banda en que sus presentaciones en vivo siguen siendo aclamadas a nivel mundial, por lo que quedaba la duda sobre cómo sería en el estudio.
El mismo Bruce Dickinson adelantó que posiblemente más de una canción tomaría por sorpresa a los fans, y la apertura con la homónima ‘Senjutsu’ es una de ellas. Los primeros momentos nos recuerdan a esas intro de trabajos recientes, anticipando que algo va a estallar con la energía que conlleva un corte inaugural, cosa que finalmente no sucede, siendo en su lugar un inicio progresivo de tipo bélico, contando la historia de una batalla entre distintas facciones en el antiguo Japón. No se desarrolla como se podría esperar de una obertura, dejándonos con las ganas de esa velocidad que desde hace mucho caracteriza los comienzos de cada nuevo álbum, con muy contadas excepciones. Dicho esto, no resulta menos interesante ni menos sólida, destacando el sonido y precisión del longevo Nicko McBrain. El bajo galopado y una mayor velocidad aparecen definitivamente en el single ‘Stratego’, en donde sí tenemos al Iron Maiden más reconocible y directo, de la mano del siempre inquieto Janick Gers, y que muy posiblemente funcione de buena manera en vivo una vez que tengamos la eventual gira del álbum. ¿Se puede decir algo más de la ya conocida ‘The Writing on the Wall’? Solamente que funciona bien dentro del LP como un todo, siendo otra interesante adición al actual catálogo con esa impronta que recuerda al rock sureño de Lynyrd Skynyrd o Molly Hatchet, o incluso al folk del viejo continente.
Como ya ha sucedido antes, la extensión del álbum termina jugando una mala pasada, llegando de la mano de ‘Lost in a Lost World’, cuya intro acústica de dos minutos se siente más larga de lo que debería, al igual que sus arreglos que recuerdan de inmediato a “The X Factor”, pero sin esa vibra oscura que alguna vez imprimió Blaze Bailey. Posiblemente uno de los momentos que pasarán sin pena ni gloria. Por otro lado, ‘Days of Future Past’ nos trae otro momento más directo, aunque claramente sin imitar el pasado, sonando con la tónica que ha caracterizado a la banda en el nuevo milenio y no como esos veloces cortes de antaño. Y aquello es algo que, de cierta forma, no se les puede criticar, porque siempre estará bien evolucionar musicalmente, siendo que, como ya dijimos, son otras cosas las que les terminan haciendo un flaco favor al resultado final. Tal como ha sido la tónica desde siempre, es Steve Harris quien dice presente en la mayor parte de la escritura del material, siendo los únicos que se restan son Nicko McBrain, como siempre, y Dave Murray, al no escribir nada tras varios años aportando al menos con un corte.
Esta impronta progresiva se mantiene en ‘The Time Machine’, en donde destacan sus cambios y riffs marchantes, recurriendo una vez más a la intro y outro acústicas para dar forma a otro punto importante del trabajo que nos convoca. La siempre creativa mano de Gers se deja notar, recordando a otras composiciones previas, especialmente de “Brave New World” y “Dance of Death”, importantes placas del nuevo milenio. Las revoluciones bajan al iniciar el segundo disco con la semi balada ‘Darkest Hour’, efectiva y emotiva composición de la dupla Smith/Dickinson, siendo esta la última compuesta por alguien que no sea el jefazo Steve Harris, ya que el final de este trabajo nos trae tres obras de su autoría, y no sorprende que sean las más largas de todo este viaje.
‘Death of the Celts’ nos recordará inmediatamente, tanto en temática como en sonido, a ‘The Clansman’, con algunos arreglos cercanos al Folk que pueden resultar interesantes, pero que termina siendo afectada por su extensión, sonando repetitiva tras algunos minutos. No así ‘The Parchment’, con una vibra mística, misteriosa y majestuosa de sus riffs principales, a lo ‘Powerslave’ o ‘The Book of Souls’. Incluso siendo la más larga de este decimoséptimo álbum, logra funcionar de manera muy efectiva, elevándose a ser otro momento brillante desde su lento avance hasta esa explosiva sección final. El fin lo trae la apocalíptica ‘Hell on Earth’, en donde regresa el galope del bajo con otras secciones progresivas y épicas, como se acostumbra a concluir los LP. Sin ser necesariamente la mejor del álbum, es un cierre ideal, siendo también justificada su duración, sin perder su solidez ni volviéndose monótona al expresar algo tan complejo como lo que indica el título.
Repitiendo la fórmula del álbum doble, “Senjutsu” nos trae una vez más esos ingredientes épicos y progresivos, pero que al igual que otras veces, no logran convencernos a la primera debido a su complejidad a ratos innecesaria y su duración que deriva en lo monótono para algunos. Tampoco juega a favor la producción de Kevin Shirley, cuyo sonido no logra convencer al nivel del gran Martin Birch, pudiendo mejorar en este sentido para tener un resultado óptimo. Más allá de esto, la banda mantiene una altísima calidad interpretativa, incluso con un Bruce Dickinson cuya voz logra su cometido, aunque ya se evidencian cambios y cierto desgaste tras tantos años de carrera. Y es que no podemos obviar el hecho de que una banda de esta envergadura puede hacer lo que les plazca, sin obedecer a un determinado sector de sus seguidores, u otras tendencias actuales, ni tampoco con la necesidad de calcar tiempos que todos sabemos que no volverán. Costará encontrarle la grandeza a varios momentos por los motivos ya mencionados, incluso no tendrás la misma opinión respecto a tu primera escucha, pero la paciencia estará más que justificada. Después de todo, sigue siendo Iron Maiden, y su regreso justo en estos malditos tiempos se agradece aún más.
Luciano González
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