Dentro de la escena musical latinoamericana, México se ha posicionado en las últimas décadas como un centro neurálgico de la industria, un paso casi obligado para cualquier grupo que quiera posicionarse en la región. Y aunque en la mayoría de los casos destacan bandas orientadas al mainstream, el proyecto que hoy nos reúne resalta por distanciarse de aquellos ritmos latinos que suenan tan familiares por estos lados, para adentrarse en los terrenos del shoegaze, género que cautelosamente ha ganado influencia en la escena under de Latinoamérica.
Hablamos de Margaritas podridas, agrupación liderada por Carolina Enríquez, quienes lanzaron este 2021 su álbum homónimo tras años de experimentación en el circuito independiente. El proyecto ha sufrido pequeñas variaciones desde 2015, cuando se llamaban Rotten Daisies, los que lanzaron su primer EP hace 3 años, titulado “Porcelain Mannequin”. En 2020 decidieron cambiar el nombre de la banda por temas de identidad, y a diferencia de su primer proyecto, donde se aprecia una notable influencia del grunge, en este álbum la búsqueda de toques atmosféricos, guitarras estridentes y voces llenas de delay, los ha llevado a tomar prestada la influencia del shoegazing. La producción del disco estuvo a cargo por Sebastián Neyra de Mint Field y se realizó en los estudios de Onda Sonora, en Hermosillo, México.
El álbum abre con ‘Pétalos Mordidos’, track que llama la atención desde el inicio por su producción, adornando cada instrumento con distorsión para así darle toques de surrealismo, característica que caracterizará a gran parte del álbum. ‘Margaritas’ guarda gran similitud con un pilar del estilo, My Bloody Valentine, en especial al track ‘Only Shallow’, el que increíblemente va tomando un giro hacia el grunge que lo asemeja bastante con la estética de su primer EP “Porcelain Mannequin”. ‘Wow’ es el cuarto tema del álbum y el primero en ser estrenado como sencillo de presentación en 2020. Es la canción más introspectiva del disco, comenzando con un bajo cuya distorsión bebe de las influencias más post punk de los 80, poco a poco se convierte en un bucle atmosférico que sumerge al oyente en un trance, del que será difícil distinguir entre la ilusión y la realidad.
Otro hecho que llama la atención es cómo está utilizada la voz en español, pues su letra es casi imperceptible y entre tanta distorsión funciona como un instrumento más, nunca perdiendo el toque atmosférico que tanto caracterizó al estilo en los 90. El gran “delivery” vocal de Carolina Enríquez en ‘Parabrisas’ trae a la memoria la sensual y etérea voz de Elizabeth Fraser de Cocteau Twins; grupo que también sale al recuerdo en ‘Ceremonia’ y ‘Estrella madre’ debido a las atmósferas tan “dream poperas” presentes en ambos tracks. ‘Celeste’ viene a cerrar de forma redonda un proyecto que tiene claro cómo sumergirnos en su onírico viaje. A pesar de no hacer nada particularmente nuevo, Margaritas podridas se presenta con este homónimo como una banda sólida, capaz de sonar tan fresca y vanguardista con el legado de un género que parece ser una fuente inagotable de ideas y sonoridades para un montón de grupos orientados a la experimentación.
Andrés Fuentealba
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