Roger Waters
The Dark Side of the Moon Redux
A inicios de este año Roger Waters anunció que estaba preparando su propia lectura del mítico "The Dark Side of The Moon", una noticia que vino con un timing perfecto, casi en la misma semana en que la eterna disputa de Gilmour y Waters alrededor de Pink Floyd sumaba un nuevo capítulo a la teleserie. Lo que parecía ser una clase de rumor picante en medio de la polémica pasaba a ser algo que iba completamente en serio cuando se estrenó el primer sencillo, 'Money', la antesala de lo que sería esta reimaginación del clásico álbum.
Cincuenta años no se cumplen en vano, lograr que las canciones sigan icónicas tanto tiempo después de su lanzamiento da a entender que estamos frente a una obra trascendental para la historia de la música. Pero el paso del tiempo puede ser duro, cruel y envejecer no es fácil. De esto se trata este "Redux", de ver hacia el pasado de una manera distinta, traer los recuerdos al presente con la sabiduría por delante de la nostalgia, esto Waters sabe dejarlo claro con 'Time' una hermosa pieza que nos hace reflexionar sobre el paso del tiempo de una nueva manera. Sus letras cobran un sentido aún mayor gracias a una pausada y reflexiva interpretación.
Lo que expresa el músico en cada una de estas piezas no muestra ningún ánimo de esconder su edad, su voz se siente cansada, pero en paz. La poesía de un perro viejo es lo que desde un inicio abre el álbum con 'Speak to Me' y 'Breathe', recurso que mantiene en cada canción. Los espacios instrumentales de los temas originales ahora se llenan con monólogos en que prima un temple que roza lo apagado, introduciendo el sonido atmosférico que prima a lo largo de la obra, uno que no había sido explorado de esta manera en su discografía. No se puede negar que, en un principio, el resultado es difícil de digerir, sobre todo al comparar estas muestras 2023 con las originales, las que no desaparecen de la memoria. Sin embargo, vale rescatar las hermosas melodías que se refractan en matices y colores completamente nuevos. Realmente son versiones que no entran a la primera aunque guardan su encanto, como 'Us and Them', que mantiene la belleza y base de la original, pero la enriquece con la suavidad conjunta del órgano, guitarra acústica y violines, y batería, los elementos claves para adentrarnos al aura del álbum.
Aunque se extrañan momentos como algunos coros recordables o el impacto de la guitarra de David Gilmour, algo notable a la primera escucha es la constatación de la maestría musical y delicadeza que hay tras cada instrumento, lo cuidado que está el sonido y lo orgánico que se siente todo. Se apuestan por cambios: ya no está la parte más ecléctica de 'Greag Gig in the Sky', siendo reemplazada por Waters leyendo una carta en medio de una bellísima cortina musical. A momentos es interesante que todo se sienta como un radioteatro ('On the Run'). Uno de los mayores pecados de esta relectura fue mostrar las cartas más fuertes en la previa, como lo es 'Money'. Transformar un himno del rock de todos los tiempos en una pieza blusera con tintes de jazz y hacerla sonar aún más provocadora es algo que sólo Waters puede hacer. Incluso se da el tiempo de cerrar con una pequeña ironía en el sarcástico dialogo final: "¿Cuánto estas regalando? Uh, nada".
El respeto y amor por la obra original se nota en cada beat tocado por Joey Waronker, en cada nota que esgrime Johnny Shepard en su Hammond, bien respaldadas por los sintetizadores de Jon Carin. También se siente en los acordes que Jonathan Wilson resalta sutilmente en un hermoso sonido de guitarra acústica y sobre todo en las voces que aporta Azniv Korkejian, otorgando una riqueza incomparable y nuevas dimensiones a una pieza tan inmortal como 'Brain Damage'.
Sin duda que hay un arduo trabajo detrás de cada una de estas canciones, no fue un capricho de Waters, sino que fue su manera de homenajear los 50 años que se cumplieron en marzo pasado. Es difícil siquiera intentar algo así, pues es claro que el material original es imposible de reemplazar por el de esta reinvención, pero el respeto que se aprecia en cada compás evidencia que esa jamás fue la intención. Es un cambio radical a todo lo que conocíamos del clásico inmortal que sorprendió al mundo en 1973, pero que Roger Waters ha sabido dotar de una riqueza inimaginable, nos ha regalado un lado oscuro de la luna que no conocíamos y uno que puede tal vez pueda ganarse un espacio en el corazón de muchos.
Aarón Vergara
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