The Black Crowes
Happiness Bastards
Casi siempre las bandas exitosas integradas por hermanos terminan mal. Así, hay ejemplos que van desde disputas clásicas como las de los Everly o los Allman, hasta más recientes como los Gallagher de Oasis, cuyas peleas sí que han sido mediáticas. Podríamos haber mencionado también a Rich y Chris Robinson, de The Black Crowes, pero han sido una notoria excepción a la regla. Luego de que ambos pudieran superar las diferencias que motivaron la disolución del grupo entre 2015 y 2019, están retomando ese rock sureño gratamente amplificado por toques de hard rock, blues o rock & roll.
Siendo desde sus orígenes en 1984 su principal fuerza creativa y motor humano, cuando impactaron a comienzos de los noventa con "Shake Your Money Maker", muchos señalaron que podrían tomar la posta de The Rolling Stones (quienes estaban en un segundo plano del cual saldrían a fines de esa década), pero resultaron ser más que simples imitadores: lejos de reversionar o hacer pastiches, desarrollaron un sonido completamente auténtico, como si realmente viniera desde lo más profundo de los setenta. Prueba de ello está ese debut o los clásicos rebosantes de riffs y ritmos traqueteros que son "The Southern Harmony and Musical Companion" (1992) y "Amorica" (1994). Ahora bien, coincidiendo con el gran arrastre que han tenido en vivo desde su retorno, reaparecen con "Happiness Bastards", su primera producción de estudio con material nuevo en quince años. Esto no deja de alimentar un poco el morbo, porque estos regresos al estudio después de años pueden resultar en dos cosas: un disco flácido, sobresaturado de nostalgia y decepcionante o uno a la altura de su trayectoria. Afortunadamente, este álbum pasa la prueba y sin duda, hace que el tiempo que esperaron sus fans valiera la pena. Desde un principio notamos que la chispa creativa de los Robinson no solo continúa vigente, sino que pudiendo actualizar su sonido, entregaron lo que mejor saben hacer: cuarenta minutos de un sólido rock que no escatima en voltios ni octanos. Algo muy arriesgado, pero que funciona.
Es menester mencionar que los Robinson son acompañados por los mismos músicos con los que han estado girando desde el 2021, por lo que suenan completamente afiatados; estos son el guitarrista Nico Bereciartua, el baterista Cully Symington y un conocido en el bajo, Sven Pipien. Sin perder tiempo, este álbum arranca con el acelerador a fondo: así, 'Bedside Manners' es un estruendoso hard rock de toques boogie, el cual genera un impacto inmediato gracias a las guitarras potentes, un órgano inmersivo y la poderosa voz de Chris. En 'Rats and Clowns' nos encontramos con un panorama similar, pues sigue siendo un rock vibrante que te desafía a no seguir su ritmo con alguna parte del cuerpo mientras suena. Esta cobra vida gracias a riffs ascendentes tocados por Rich y breaks de bajo y batería. 'Waiting and Waiting' tampoco se queda atrás y es otra amalgama de riffs y órganos portentosos. Un agradable descanso entre tantos choques de corriente es 'Wilted Rose', una balada interpretada junto a la cantante country Lainey Wilson. Esta comienza con un suave arpegio de guitarra acústica. De pronto, la batería sube su volumen, y da paso a una acelerada descarga de riffs volcánicos, que se retuercen ante los quejidos de Wilson.
Mientras 'Bleed It Dry' es un blues muy en la onda del ''Voodoo Lounge'' de los ya mencionados Stones, 'Flesh Wound' es una sobrecarga de furiosos slides, rozando casi con el punk. Este estilo más crudo está también en 'Follow the Moon', una ventisca garagera cuya corona es un solo con una clara influencia de ZZ Top. Para el cierre llega 'Kindred Friend' la cual evoca al estilo folk de Neil Young, siendo una despedida más que imponente: no solamente la voz de Chris suena a todo lo que da, sino que los coros que lo acompañan la engrandecen mucho. Ciertamente, "Happiness Bastards" está muy lejos de ser un álbum plano o que esté marcando el paso, sino que es un portentoso autohomenaje a cuatro décadas en la ruta. Cargado de ritmos pegadizos y guitarras de una potencia inconfundible, este álbum es un gran logro de la sociedad creativa de los hermanos Robinson, y una garantía para el desarrollo de exitosos proyectos en el futuro. Felicitaciones.
Giordano Antonelli Villavicencio
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