Lenny Kravitz
Blue Electric Light
Desde su debut en 1989 con “Let Love Rule”, es que Lenny Kravitz se ha convertido en un maestro de la recreación de la esencia flower power de los años 60 y 70. Una que ha ido alternando con el tiempo al navegar entre décadas pasadas, pero manteniendo siempre un ojo vanguardista. Por lo mismo, es de esperar que el nuevo álbum del cantautor, “Blue Electric Light” (2024), marque un imponente y nostálgico retorno tras seis años de silencio discográfico. Este duodécimo LP no solo acompaña sus memorias del mencionado “Let Love Rule”, sino que nos ofrece, a la vez, una ventana a sus perspectivas más personales sobre el amor y la vida, escarchando encima toneladas de caleidoscópico groove woodstockero.
Grabado en su estudio en las Bahamas, el cantante parece haber encontrado en estos edénicos alrededores la inspiración para explorar cuestiones un tanto más profundas, entregando un trabajo tan meditativo como explosivo. En el disco, todos los méritos recaen sobre los hombros de Kravitz, quien, además de ser el escritor y productor, compuso y tocó la mayoría de los instrumentos en este, siendo solamente apoyado por su leal guitarrista, Craig Ross, quien contribuyó en varias de las pistas a continuación.
Como obertura, resuena la marca patentada de Kravitz: el rock deep-soul. ‘It’s Just Another Fine Day (In This Universe of Love)’, es un track bien funky que está lleno de una vibra relajada y vintage. Por una parte, está presente una rica línea de bajo tipo Stevie Wonder, y por otra, las armonías coloridas que simplemente le dan esa celebratoria patada inicial. ‘Honey’ y ‘Stuck in the Middle’ cuentan con una magia setentera parecida, debido a que en pistas como estas exhibe su máximo poderío vocal -intacto, por cierto- sobrepuesto en un tapete de saxofones estilo Wings, e incluso medio reminiscente a Marc Bolan en la canción ‘Love Is My Religion’. ‘TK421’ suena a una futurista explosión boogie que lo muestra en su estado más cool, mientras que ‘Paralyzed’ contrasta muchísimo al apostar al lado más rockero y blusero de Kravitz. Entre riffs difusos y sintetizadores brumosos, su voz se abre paso, culminando en una súplica desgarradora. Fácilmente, este es uno de los puntos altos de todo el material.
En la sección ochentera del álbum, encontramos piezas como ‘Human’ y ‘Bundle Of Joy’ que son una especie de ráfaga electro-funk demasiado pegajosa. Así como también se hace innegable la inspiración directa que obtuvo de Prince. Estamos hablando de los temas ‘Heaven’ y ‘Let It Ride’. El synth-pop es acá el rey indiscutible, al ser el que da la vida a esta sección bailable y vibrante, una que podría ser o no de gusto adquirido si es que esperabas baladas. Asimismo, están ‘Spirit in My Heart’ y ‘Blue Electric Light’, que despliegan una capa más de profundidad y textura, explorando más a fondo el alma antigua y pacífica del neoyorkino.
En términos generales, “Blue Electric Light” puede parecer una apuesta segura en algunos aspectos, pero eso no le resta disfrutabilidad ni consistencia, en términos netamente musicales. Pero lo más destacado del disco es, sin duda, la formidable calidad vocal de Kravitz, que sigue luciéndose a sus 60 años. Por lo mismo es que se agradece este encuentro de mundos entre el futuro melancólico y el pasado modernizado.
Bárbara Henríquez
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