Joe Vasconcellos: Produciendo fuego

Jueves 3 de agosto, 2017
Club Chocolate
Cuando Joe Vasconcellos editó su disco Vivo en 1999, dio un golpe tan certero que nadie lo presagió. Aquel robusto trabajo en directo ha significado, a la larga, también su primer involuntario grandes éxitos. Lo que había sembrado en solitario, cosechó a fin de siglo una decena de buenas canciones que significaron la mixtura de ritmos y músicas que parecían antagonistas, pero que sólo faltaba unirlas para crear un sonido novedoso, y muy latinoamericano en un Chile ya adaptado a los cambios. Hoy, a dos décadas de esas composiciones, bien merecía la pena una visita, y la reinterpretación de parte de su creador. Por eso, cuando en el primer show de celebración de los veinte años de Transformación sonaron El recado, Induce, Coolpa, o Me demoro, lo hacen a la altura de sus grandes clásicos. Nuevos arreglos y nueva banda, con nueve músicos sobre el escenario, aportan para darle nuevos colores a estas viejas canciones, que como el mismo Joe hace saber, quería volver a tocarlas en vivo.
Vasconcellos, que ha sido indirectamente maestro de ceremonia de cuánta fiesta escolar y universitaria en la patria incluso anterior a ciertas agrupaciones del tamaño de Tommy Rey y Chico Trujillo, que explotarían el fenómeno bailable en los jóvenes-, hoy retoma esa música de ritmos afrolatinos y carnavalescos con un enfoque más maduro. Ya no de tanta fanfarria porque sí, sino que, incluso en su festividad, más intimas. De alguna forma muy especial, añejó sus canciones, sin con eso quitarles vida. Eso se siente en las nuevas versiones, que lo hacen ver más como un crooner de fusión latina. Sólo es cosa de escuchar Induce o Me demoro, cantadas con su rasposa voz, como si fuese un Leonard Cohen amazónico, mientras los ritmos cálidos mantienen su cadencia. Ahí están el funk, el soul y el blues, tan presentes como la samba, el reggae, el bolero y los ritmos bahianos. Todo ahí mezclado. Con más potencia, Sólo por esta noche, Sed de gol que tuvo una fenomenal intro en percusiones-, y Preemergencia con su discurso tan vigente como a finales de los 90- siguen cautivando.
Si la celebración ya tenía al Club Chocolate repleto y encendido, a la hora de los hits todo estalló. La fiesta que provocó la pegada de Mágico con Las Seis con nuevos detalles sonoros, bien boricuas- no tiene mejor registro gráfico que toda la fanaticada bailando en la pista, iluminada sólo con la bola disco. Sin respiro sonó también De terror, con su rabia y sus riffs pesados, y que tuvo de invitados a los hermanos Zicavo de La Moral Distraída, quienes rindiéndole pleitesía a Joe, en los días previos mostraron su versión para La funa (una de las que faltó en el setlist).
Sorprendentemente, la canción más coreada no estuvo en esa tripleta, ni en el tándem final con Ciudad traicionera y Huellas. La canción que elevó los cantos fue Hijo del sol luminoso, el inmortal track de 1981 parido bajo el alero de Congreso en su excelente Viaje por la Cresta del Mundo. No hubo momento en que el ritual del vaivén que produce su ritmo en el cuerpo se haya detenido, ni menos los cantos, con ese dialogo cómplice en las frases Nuestro mundo trascendente que llevamos en el alma / ¡No se vende hermano mío! / A la ciencia oficial. Cerrando la canción y la noche con una coda tirañera.
Por alguna razón, la figura de Joe es resistida por los seguidores del rock. Sin embargo, en el ejercicio de la retromanía, y de la escucha consiente de discos como Transformación, o su antecesor Toque, es innegable su conexión rockera. Si bien lo suyo no es seguir el canon del estilo, sí lo es rescatarlo y mixturizarlo con las músicas que le son propias. Quizás, conciertos como este, en donde es posible (re)escuchar estas propuestas, sirvan para rendirle justicia y zanjar ciertos debates inertes. Porque en ese purismo obtuso sobre lo que es ser rockero, ni Paralamas en Brasil, ni Fabulosos Cadillacs en Argentina podrían ser considerados como tales. Quizás no lo necesita, pero Joe no merece ser despojado de aquella etiqueta. No con discos como Transformación, que a veinte años, y en vivo, sigue validándose a fuego.
César Tudela
Fotos: Peter Haupt Hillock
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