The Horrors: Con mágica oscuridad
Jueves 26 de octubre, 2017
The Junction, Cambridge. Inglaterra
Con la quinta producción publicada en septiembre, la banda se engancha con giras por el Reino Unido y Europa promocionado "V".
El nombre lo dice todo. No se podía esperar más. Desde un horrendo sótano en la ciudad costera Southend-On-Sea, al este de Londres, la banda en su comienzos sólo quería meter ruido y crear "horribles" sensaciones en los demás para expresar la "horrible" idea de desadaptación en la escena musical de la época. Por lo tanto, llamarse The Horrors no nos viene a sorprender.
Pero ya diez años han pasado desde el caótico, esquizofrénico y catártico álbum debut, "Strange House". Y, aunque ellos mismos no lo puedan creer, pues ni siquiera se imaginaron sacar un single en aquellos tiempos, hoy nos presentan su quinta producción. Como caricaturas a lo Tim Burton, entre la fuerza de delineador de ojos, cabellera abultada y enlacada, de la sombra de sus propias imágenes aparecen menos enojados y angustiantes, flirteando con el rock industrial y melodías sintetizadas. El quinteto ya disparaba pistas al mundo con el single The Machine, mientras teloneaban a Depeche Mode a mediados de año. Finalmente, y con los bombos y platillos que merece, The Horrors nos entrega nuevo material y gira.
Producido por Paul Epworth, un grande detrás de Paul McCartney, Adele, Bruno Mars, U2, Coldplay, Florence + The Machine, Stone Roses, Goldfrapp -por sólo nombrar algunos-, "V" viene a evocar el magistral y psicodélico sonido de "Primary Colours" de 2009, el que fue éxito absoluto, y el despegue y pavimento de ruta para "Skying" y "Luminus", hasta llegar a la creativa experimental metamorfosis que son hoy. El vocalista anglo/palestino Faris Badwan relató que el nombre del álbum tenía una doble lectura. Más allá del estricto significado "quinto", también es un "Fuck you" de los famosos "dos dedos" al estilo inglés, lo que a ellos les causa gracia. Sin embargo, la obra tiene más de placentero que de travesuras de chicos malos.
La audiencia en Cambridge Junction en Cambridge estaba expectante, hace tiempo que son favoritos en ciudades universitaria con gentío estudiantil y artístico. Nunca existió luminosidad absoluta. El tono era en penumbra y casi fúnebre, haciendo alusión a su nombre. La neblina de hielo seco se dispersó por cada rincón. Parafernálicas luces y un sostenido acorde de sintetizadores era el preludio para su entrada. Tomaron sus lugares. Badwan dijo Buenas noches en un muy preciso y profundo tono y comenzó a cantar Hologram. Las luminaria jugaban con la música pero en ningún momento pudimos ver sus rostros; si no era el pelo, era la pose y como coronación: las luces que se desplegaban desde el fondo, y hacia el público, logrando el efecto contraluz.
El estilizado cuerpo de Badwan, con unos pantalones ajustados, chaqueta de cuero negro -estilo The Ramones-, y su característica nariz aguileña, se apoderaban del escenario entre acentuados e histriónicos movimientos. Parecía enrabiado y abrumado, y sostenía una guerra a muerte con el cable del micrófono, que a ratos -por tanto girar- se le enredaba en el pedestal. Los otros miembros mantenían un bajo perfil, a los cuales sólo se le distinguían sus siluetas.
El show era para venerar la música y nada más que la música, y quedó claro. Siguieron con The Machine, en la misma tónica, mucho juego de luces laterales, intermitentes y sombrío. Cuando los acordes de Who Can Say se asomaron, el público comenzó a saltar como en fiesta de velatorio. Entre los negros trajes de la multitud y la euforia había un extraño regocijo que parecía no calzar, la oscuridad y felicidad no van de la mano. Mayoritariamente Intercalaron temas de su nueva producción junto con títulos anteriores. Atrás quedaron los tiempos de Jack the Ripper o Sheena is a Parasite. Algunos demandaron a grito vivo ser tocadas y Badwan respondió cortante "es de muy mala educación solicitar lo que no hemos ofrecido". Alejados del punk/garaje desesperado, por este renovado, maduro y sofisticado sonido electrónico. Su voz suena como siempre lánguida pero potente, en tonos sostenidos y seductores. Sus enigmáticas imágenes parecían ser figuras en un escenario surrealista fantaseando que de sus bocas emanaban sonidos. Siempre triunfantes siguieron con temas gloriosos como Sea Within a Sea, Still Life, que dejó coreando a todos. Y sin más, desaparecieron del escenario.
Tras volver a lescenario, Badwan, el único que agarra el micrófono para comunicarse, agradece brevemente el apoyo constante. Terminarían con dos de su álbum 2017, Ghost y Something to Remeber Me By, para retirarse. Finalmente sentimos las luces de la sala dilatar nuestras pupilas en resplandor.
Lorena Villegas-Cid
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