Emir Kusturica: Bailando en fiestas perdidas

Jueves 16 de noviembre, 2017
Teatro Caupolicán
Lo de la pasada noche fue la unión de dos culturas en donde la música estuvo en función del festejo y la celebración. 18 músicos en escena, en total, fueron los que pisaron el escenario dispuesto en el Teatro Caupolicán para la velada que reunía los desbordantes y esquizofrénicos sonidos de La Floripondio, y a Emir Kusturica junto a la No Smocking Orchestra, su combo que retrata perfectamente la ideología musical de los serbios: la invencible danza balcánica.
Así las cosas, el ambiente se convirtió rápidamente en una caldera. Desde las primeras canciones de la banda mater del Macha Asenjo, el espíritu de jolgorio tomó por asalto la cancha del teatro, transformándola en pista de baile o en arena para los pogos. Todo dependía de la canción, si era Inga, Vacaciones para siempre, Tiemblan los bares, Gimnasia para momias, Dime qué pasa! o Si es necesario matar al Presidente.
No es un misterio que su propuesta refleje el carácter de una banda que lo pasa demasiado bien haciendo lo que les gusta: música sin fronteras y como si estuviesen tocando para los amigos. Por eso, cree uno, que pueden pasearse sin morir en el intento- por melodías de reggae rock, a su ya clásico rock tribal y el ska que tan bien les sale. Experimentando y siendo a la vez pop, acercando de manera precisa las músicas cálidas al terreno del rock. Breve pero revitalizadora presentación.
El estado anímico dispuesto para el baile se podía respirar literal-, y un repleto Caupolicán esperaba impaciente el número principal. Luego de un inesperado coro masivo de Tu alma mía de Los Miserables, que sonó por los parlantes, salió sin mucha sorpresa la banda liderada por el cineasta serbio. Una visita mermada a fines del año pasado por la cancelación del Frontera, hizo que los ánimos estuvieran a tope. Sin embargo, la banda estaba en otra sintonía. Primero, llama la atención que Kusturica, viniendo del mundo audiovisual, su performance carezca de una propuesta llamativa. Desde la iluminación hasta el vestuario. Sin nada que rescatar al respecto, lo único que queda es la música.
Concentrado en nuevas canciones, con notoria influencia latina (menciones a Carlos Santana o Tito Puente parecen ser algo más que solo una anécdota), los primeros minutos fueron de expectación, más que de entretención. La banda no lograba sintonizar, y parte de sus dinámicas en la performance, como tocar la famosa intro de "La pantera rosa" (de Henry Mancini) como puente de canción en canción, no se entendían. Echando mano a las bandas sonoras de La vida es un milagro y Gato negro, gato blanco, más la pachotada transformada en karaoke de Fuck you MTV, lograron enchufarse en el alto ambiente que había dejado La Floripondio. Hasta que subieron al escenario una veintena de jóvenes mujeres para bailar. Lo que parecía un acercamiento a la experiencia enérgica de estar en ese espacio, terminó siendo una malísima performance donde Kusturica las guiaba para hacer una sarta de tonteras que poco sumaban al show. Acá no había sarcasmo, ni excentricidad, ni humor. Y así lo entendió el público. No fueron pocas las pifias que se comenzaron a escuchar, y hasta vasos cayeron al escenario.
Cuando todo parecía tocar fondo, la banda encuentra la conexión. Y a lo que han venido. La batuta la toman dos de los integrantes más llamativos de la formación: el violinista Dejan Sparavalo, y el acordeonista Zoran Miloevi? -ambos también vocalistas-, que aparte de brindar soporte e identidad a la banda con la ejecución de sus instrumentos, resultan ser los más histriónicos, y logran transmitir la buena vibra que se vive arriba del escenario, sin trucos baratos más que su talento.
El concierto agarra un nuevo aire, y la banda empieza a tocar parte de sus éxitos más conocidos, logrando altos momentos llenos de entretención, baile frenético y música virtuosa. Como en la pegada de Pitbull terrier, Was Romeo really a jerk dos de su disco debut Unza unza time-, y Sheva (la canción característica de la película Underground, compuesta por Goran Bregovic), exponiendo el talento concentrado de la No Smocking Orchestra, que bailaron y hasta se ubicaron al borde de la reja para tocar por unos minutos.
Extrañamente, luego del bis, echaron mano a un par de nuevas canciones que ya habían tocado, Cerveza cantada en español- y Comandante (dedicada a Fidel Castro). Pero para los fanáticos poco importó. Seguían viviendo la particular experiencia de ser partícipes de un show que no partió bien, que pudo naufragar, pero que salió a flote gracias a los matices de su propuesta intensa y contagiosa, que es su amalgama entre el folklore balcánico, el punk gitano y el rock bajo la óptica de Kusturica y sus socios. Y que nos tuvo a todos bailando como monos.
César Tudela
Fotos: Juan Pablo Maralla
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