Neurosis: La Hora del Lobo

Blondie. Domingo 10 de diciembre
Dos golpes y los nacionales La Bestia de Gevaudan abrían la agresiva cita en Blondie. El trío en base a pistas de sus dos discos -el excelente Traidor (2013) y Feral (2015)- crearon, en cerca de cuarenta minutos, la antesala perfecta para un show con intensidad extrema. Lo de ellos es una de las propuestas más interesantes surgidas en el underground criollo en bastante tiempo, basta sumergirse en las atmósferas y brutales quiebres proporcionados por el baterista Alonso Bustamante, la furibunda guitarra de Diego Yañez y los pulsos incansables de Eduardo Román en bajo, para conocer su denso y certero viaje musical, uno ideal para esperar el ritual preparado por Neurosis.
Pasadas las 21:30 hrs, los californianos aparecían sobre el escenario dispuestos a deslumbrar con su debut en Santiago. Lost, tema desprendido de Enemy of the Sun (1993) fue el escogido para abrir la radical odisea, un tema que parece una declaración de intenciones: generosos diez minutos de complejas estructuras compositivas en las que coexisten lánguidas secciones y violentos arranques instrumentales, privilegiados por las voces de un trío espectacular: Scott Kelly, Steve Von Till ambos, a su vez, en guitarras-, y Dave Edwardson, también en bajo.
Luego apareció el sampler que invoca a The Web, otra antigua, pero esta vez, veloz marcha proveniente del álbum Souls At Zero (1992), tercer disco de la banda y en el que los californianos se deshacían del origen hardcore de sus dos primeros registros, adentrándose en las vanguardias de la psicodelia, la abstracción, el ambient e, incluso, el noise y el progresivo, pero asumiéndolas desde una genética propiamente metal, la cual, debida a la selección de pistas presentadas, se intensificó hacia la lentitud del doom y la suciedad sónica del sludge.
Turno de A Shadow Memory y sus lisérgicos minutos finales a cargo de la voz alargada de Von Till y las bases drone del siempre inquieto Noah Landis, pieza que nace en Fires Within Fires (2016), último de los discos publicados por la banda, y de la cual también emanaron los envolventes riffs de Fire Is The End Lesson, la sugerente y oscura psicodelia de Bending Light, así como Broken Ground y su bucólico inicio que pareciera nacer a partir de los experimentos de Scott Kelly y Steve Von Till, ambos dedicados al folk en sus labores solistas.
La dinámica percusión tribal de Jason Roeder que da inicio a Locust Star, así como el grito colosal de Scott Kelly, alertó a la buena cantidad de espectadores que llegaron a las profundidades del recinto ubicado en los márgenes de la comuna de Santiago, demostrando en su sección más explosiva otra de las grandes virtudes de Neurosis: los certeros juegos vocales desarrollados por la voz más grave y gutural de Edwardson, por las expresivas cadencias de Von Till, y por los siempre corrosivos gritos cercanos al hardcore de Scott Kelly.
Hubo tiempo para revisar dos pistas del también inspirado Giving To Rising (2007), pistas cargadas de un espíritu primitivo y, a su vez, profundamente maquinal. Primero aparecieron los cortantes riffs y las lisérgicas capas industriales de Water Is Not Enought, y luego el ambientalmente arisco inicio de At The End Of the Road, destacada pista que descarga todo su rabioso y atribulado carácter con guitarras que ascienden y descienden entre los furiosos rugidos de Kelly. Una ejecución que demuestra el fiato absoluto de una banda de más de tres décadas de existencia, y que incluso se grafica en que creativamente todas sus composiciones no son atribuidas a ningún integrante en particular, sino que a toda la banda. La frase All songs written by Neurosis se aprecia en todos sus discos, demostrando el comprometido carácter colectivo de los californianos, casi como si solo fuesen un vehículo o instrumento que canaliza una idea suprema venida desde una oscura y arcaica existencia exterior, la cual crece con otro que podría entenderse como un mudo integrante, el insoslayable productor Steve Albini, quien ha trabajado con la banda desde los inicios de la década del 2000.
Las campanas digitales de Noah Landis abrieron Stones From The Sky, sonando aún más desoladoras, siendo una de las pistas provenientes de A Sun That Never Sets (2001), disco que nuevamente marcaría otro hito en su carrera, al inclinarse por paisajes de una devastadora sonoridad, campos similares a los que invocan las obras apocalípticas de Cormac McCarthy y de los que también habla la naturaleza indócil e implacable de Jack London. La última pista que abordarían sería The Doorway, extraída de Times Of Grace (1999), quizás el más violento de su discografía junto a su hermano Through Silver In Blood (1996), por lo que sus demoledores riffs impactaron despiadados sobre el ánimo de los asistentes, quienes envueltos en una danza macabra veían como, luego de cerca de cien minutos de show, Neurosis concluía con su acostumbrado cierre noise en el que uno a uno fueron abandonando el escenario, sin que antes, y en un consecuente acto, Scott Kelly elevara la bandera del pueblo mapuche, como indicando que hay una naturaleza primitiva tan o más valiosa que la actual. Los hombres bebieron el fervor de los inagotables ríos. Los animales corrieron furiosos sobre las vivas llanuras. El lobo se alimentó. Comió la carne, lamió la sangre.
Carlos Navarro A.
Fotos: Peter Haupht
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