Electrodomésticos: Productores de su propio tiempo

Domingo 22 de abril, 2018
Teatro Municipal de Santiago
Al igual que sucede con sus discos, los shows de Electrodomésticos son siempre una invitación a lo imprevisible, un paseo inesperado por ruinas que se han conservado tan bien con el tiempo que son un testimonio único de su época. Son patrimonio flamante, dúctil, ecléctico. Carlos Cabezas, el único Electro original, ha sabido tomar las decisiones correctas para darle el prestigio y vigencia a esa máquina que es hoy la banda, una de las más inquietas en cuanto a búsqueda estética de nuestra escena criolla, que pese a sus más de 30 años de carrera artística, son auténticamente modernos y siguen deslumbrando a un público joven.
Si en los 80 deambulaban por aquellos espacios semi-clandestinos y antidictatoriales como El Trolley o el Garage Internacional, en el nuevo milenio han hecho del Teatro Municipal de Santiago, su casa. Ahí, celebraron la noche del domingo el lanzamiento de su último disco editado a fines del 2017, Ex la humanidad, interpretándolo íntegramente. Vestidos como si estuvieran tributando a Kraftwerk con impecables camisas rojas y un sonido que partió encerrado (sobre todo en la batería, bajo y voz) pero que rápidamente fue mejorando y creciendo, el concierto fue un viaje de ida y de vuelta entre lo inmenso y lo citadino, con melodías hipnóticas, oscuras, e intrigantes. Punto aparte para el sonido envolvente de los samplers usados, que desconcertaban al público haciéndolos mirar a todas direcciones del teatro.
En las primeras canciones, la batería de Edita sonó sucia, industrial (Ex la humanidad, Desamor), y la cavernosa voz de Cabezas parecía perdida entre tantos parches de efectos de teclados, sintetizadores y baterías programadas (aunque hay que destacar la labor encomiable de Valentín Trujillo en toda esa creación de atmósferas tecnicolores). La tremenda Canción azul impactó por su performance desgarradora, que tuvo la colaboración de Agnes Paz en el theremin (que ingresaría nuevamente en La luna es un lugar). Fui detrás de ti, Viento en el corazón y Dos mil canciones fueron de momentos altos, con un sonido construido por botoneras y procesos digitales que parecen sacados del synthpop más oscuro y de las bases con las que Nine Inch Nails se ha validado en el último tiempo. La referencia también sirve cuando tocaron Detrás del alma, No me digas, Fe de carbón, temas de su disco anterior que absorbían el espíritu del rock industrial. Maldita y En tu mirar fue lo más cercano a canciones clásicas, extraídas del disco que los trajo de vuelta en 2004, La Nueva Canción Chilena. Y para nuestra sorpresa, un tema nuevo antes de cerrar la cortina del Municipal: Voz de la calle, una canción que parece teledirigida al nuevo Gobierno voy corriendo, soy el pueblo, dice el estribillo y que finalizó con un solo soberbio de Edita, a estas alturas una de las mejores bateras del rock chileno.
Productores de su propio tiempo, Electrodomésticos nuevamente hicieron gala de su inagotable vocación por llevar la música a nuevos límites, a sabiendas que la indefinición puede ser un valor. Un show que a pesar de no visitar su catálogo señero intencionalmente, por supuesto estuvo lleno de sensibilidades, pasajes oníricos, pulsiones agresivas. Sabemos que Carlos Cabezas es alguien que no se queda estancado y que constantemente está mirando hacia el futuro, deconstruyendo su propia euforia sónica, con convicción, perseverancia y, por supuesto, mucha humanidad.
César Tudela
Fotos: Juan Pablo Maralla
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