El oscuro terremoto llamado Moonspell

Martes 1 de mayo - Centro de Eventos Blondie
Santiago - Chile
A 20 años de su debut en tierras chilenas, cinco de su última presentación y a casi uno de su cancelada gira latinoamericana, Moonspell, uno de los mayores exponentes del metal portugués, finalmente regresaba a nuestro país, cerrando así una larga espera que incluyó la ya mencionada visita frustrada, tratándose esta vez, incluso, de una revancha muy merecida, frente a unos fans que ocuparon la mayor parte de la capacidad total de la discotheque Blondie. Los portugueses se dieron cita con un público ansioso por el reencuentro, así como también deseoso de recibir un show que resultara inolvidable, dados los comentarios recientes que aumentaron las expectativas de los fans. ¿Se cumplieron? Absolutamente.
De manera puntual, a la hora anunciada, los lusitanos iniciaron su show de una forma más oscura y teatral, con su frontman Fernando Ribeiro interpretando Em Nome Du Medo luciendo una vestimenta acorde a la propuesta de su álbum actual 1755, además sosteniendo una linterna antigua tipo farol. Bienvenidos a 1755 diría Ribeiro durante los primeros segundos de la canción homónima, esta vez luciendo una máscara de tipo renacentista, mostrando agregados visuales acordes a cada momento del show, que prosiguió con el primer acto de este reciente trabajo, es decir, con In Tremor Dei y Desastre, siendo Night Eternal el primer corte fuera del álbum conceptual. El vocalista no tuvo piedad con su interpretación, lleno de energía y desarrollando un alto nivel vocal, donde se destaca especialmente sus partes más graves y brutales. Por otro lado, el resto de los músicos demostraban entusiasmo, técnica y actitud, sin quedarse opacados por Ribeiro y su alto desplante.
A la interesante propuesta visual que pasó por las vestimentas y una menor y casi sutil decoración del escenario-, con la energía y técnica de cada músico, se le sumó un sonido claro y potente que se mantuvo en una altísima calidad durante toda la jornada, percibiéndose cada instrumento dentro de la oscura propuesta de los portugueses, así como también la voz de Ribeiro y la secundaria del guitarrista Ricardo Amorim, sintiéndose como un verdadero aporte en ese sentido. Lo presentado por la banda fue sólido, siendo aclamado en todo momento por un público que por más que disfrutara lo que se vivía, no demostró mayores señales de euforia. Y es que Moonspell no es una agrupación que cause mosh o saltos masivos, primando el headbanging en el lugar de cada presente en la Blondie. Incluso no eran pocos que solo se limitaron a mirar con atención la puesta en escena, y Ribeiro que varias veces se dirigió a la gente para agradecer y además para señalar cierta referencia a los terremotos que han afectado a nuestro país a lo largo de la historia, acercándose al telúrico concepto de 1755. Más allá de la distancia con Portugal, hay algo que históricamente nos une de una u otra manera, y la banda lo dejó bien claro, como lo expresó en entrevistas previas.
Sobre el setlist -como era de esperarse- predominó el material en su última placa, sonando cortes como Evento, Ruinas y Todos Os Santos, en donde el conocido líder mostró una cruz con rayos de luces rojas apuntando hacia el público, haciendo una oscura referencia a un evangelizador cualquiera. Otra revisión a material más reciente fue Extinct y Breathe (Until We Are No More), canciones que balancearon el repertorio entre lo antiguo y lo de los últimos años. Por otro lado, canciones del aclamado Irreligious, como Opium y Awake, fueron parte de los clásicos, destacando junto a la tripleta del debut Wolfheart, compuesta por Wolfshade (A Werewolf Masquerade) (no tocada previamente en el actual recorrido latinoamericano, sorprendiendo a varios), Vampiria, y el punto más alto de toda la presentación, Alma Mater, coreada a más no poder por los fans y que incluyó al vocalista cantando entre la reja del público y el escenario, antes de dar paso a lo que sería el encore tras unos pocos momentos de silencio y paz, terminados con Everything Invaded, que dio inicio a la última fase de la presentación. Incluso durante la breve ausencia de la banda sobre el escenario, la línea principal de Alma Mater era replicada por unos eufóricos y muy satisfechos fans. Clásico absoluto cuyo peso en vivo fue demostrado con creces.
En una hora y 45 minutos, Moonspell cautivó a los espectadores, ofreciendo algo que mezcló lo mejor de su oscura teatralidad con un setlist adecuado y una alta solidez musical. La oscura Full Moon Madness se encargó de cerrar la noche, al igual que en ocasiones anteriores, dando fin a uno de esos recitales que dan gusto en todo sentido, ya sea en el apartado técnico como derechamente por la parte interpretativa. La banda anunció hace un tiempo que en esta actual gira presentarían Uno de los mejores shows que Moonspell alguna vez ha dado en vivo. ¿Se hizo honor a aquello? Claro que si, porque como pocas veces, se obtuvo una presentación que a nadie deja indiferente en el buen sentido, llevándonos una sensación de que presenciamos un concierto al que no le faltó nada, y que rebosó de actitud y profesionalismo por parte de la banda. Ante esto, solo quedará esperar que un eventual regreso no tarde tanto, y que mucho menos sea afectado por cancelaciones como el año pasado, porque oportunidades así son las que realmente valen la pena.
Luciano González
Fotos: Peter Haupt
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