Niños del Cerro: Complicidad pura

Jueves 17 de mayo, 2018
Bar Loreto
Un nuevo single. Ese, más que el motivo, fue la excusa de Niños del Cerro para juntarse con sus seguidores veinteañeros en el Bar Loreto. Y es que a pesar de que el afiche hablara de la nueva canción ´Flores, labios, dedos´ (antes llamada Las Flores), este show consistió en eso y en mucho más.
Entrando con fuerza en el tema Sufre , demostraron una energía difícil de describir, que de manera contraproducente incitaba a descansar y a botar tensiones, al mismo tiempo. El público no tardó en reaccionar, y para los temas Capital, Ropa de verano y Días frescos, la atmósfera de tranquilidad y electricidad no hizo más que crecer entre esas paredes, que cada vez se hacían más chicas. Pese a que el mismo Simón Campusano vocalista y guitarrista declaró casi al final que pensó que no llegaría más gente, el lugar estaba con alrededor de cien personas coreando y disfrutando de cada letra, cada efecto, cada acorde. Tanta era la intimidad, que rara vez alguien sacó su celular para capturar el momento. Sólo eran estos cinco chicos oriundos de comunas más bien periféricas y sus fanáticos. Un encuentro necesario ates de su viaje a Barcelona para participar en el festival Primavera Sound de este año.
Obviamente no se iban a marchar sin dejar huellas de su esperado segundo disco: tocaron un nuevo tema titulado Lance, y también Las distancias, acompañados en la última por la artista Martina Lluvias, quien hizo gala de su facilidad para navegar en las órbitas creadas por estos artistas, mediante una voz cálida y particular. Sumado a eso presentaron El sueño pesa, con Chini Ayarza (vocalista del grupo Chini & The Technicians), quien pese a tener una vibra distinta a la de Martina, calzaba perfecto con lo que el grupo transmite: una vibración relajante.
Si los sonidos que son emitidos en el espacio fueran captables para el oído humano, probablemente se escucharían los interludios musicales de estos jóvenes; si los aliens escuchan música, probablemente sigan a los Niños del Cerro en su Spotify. Jamás los ruidos saturados habían sido tan agradables. Su sonrisa al tocar lo decía todo. Campusano también hizo de las suyas con su voz y sus movimientos particulares al perderse con su guitarra, tendiendo a agacharse para que su instrumento se alzara junto a los de sus compañeros: el bajo de Felipe Villarrubia, alternando entre dedos y uñetas llevó las líneas alegres de las cuerdas más graves del conjunto, y la guitarra de Nacho Castillo, que permaneció concentrado pero no pasó desapercibido. Diego Antimán (teclados, guitarra) también hizo gala de sus habilidades, ayudando en gran parte a crear estos momentos atmosféricos únicos.
Cerrando, el vocalista se despidió con unas frases sencillas, pero cálidas. Que lleguen bien a sus casas, manifestó, y luego añadió un escueto gracias chiquillos, pero fueron palabras suficientes para hacer más evidente la complicidad pura que existe entre los asistentes y los artistas, como si ambos compartieran un secreto que los hace felices. O mejor dicho, que ambas partes forman esta música tan particular, porque toda su performance da la sensación de una relación cercana y horizontal. Incluso hasta sana. No debería ser sorpresa que en unos años más, esta energía galáctica sea compartida por un público mucho más amplio.
Paula Vivanco
Fotos: Juan Pablo Maralla
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