Cómo Talar Un Alerce: Frío misterio
Miércoles 13 de junio, 2018
Sala Máster
Un hacha clavada a un tronco, un brasero (artificial), una caja de vino, un sillón con un sujeto arropado, durmiente e inmóvil, y un montón de instrumentos sobre el piso. Esa es la imagen que, de entrada, proyectaba el escenario de la Sala Master, con sus características luces de mediana intensidad y los colores otoñales propios del espacio. Esa percepción espacial es también la que Cómo Talar Un Alerce (CTUA) proyecta con su música. El frío de la ciudad en estos días también ayuda a la propuesta que, de manera directa o implícita, alude a las imágenes naturales y místicas del sur de nuestro país.
Como Talar Un Alerce celebró un año desde la salida de su primer disco hómonimo. con un show íntimo y familiar, antecedidos por la compositora salteña Agustina Vidal. Solto le bastó empezar a grabar distintos sonidos vocales para que sorprendiera inmediatamente por su canto que, cuando entonaba agudos de mayor intensidad, llegaba a ese color de voz inconfundible de Nina Simone. Realizó tres temas, siendo una baguala acompañada solo de la percusión con una guitarra (al revés), el que más impresionó. Un espíritu de fuego, como decía uno de los versos de la canción, es el mejor apelativo para esta música argentina que pretende instalarse en nuestro país.
Lo de CTUA, en vivo, está a medio camino entre Congreso, La Desooorden, Santiago del Nuevo Extremo e Inti Illimani. Una mixtura sonora que van entretejiendo sus siete músicos en escena, donde el saxo, el clarinete y el charango toman protagonismo en el espíritu instrumental de la banda. Las primeras canciones, como Desierto florido -tema nuevo-, Quiero bañarme en ese río o Como talar un Alerce, dejan en claro tanto el aura folclórica del proyecto como sus intenciones de intersectarlo con jazz fusión, blues y hasta retazos de folk rock británico, como Pentangle. La batería le dio un peso a las canciones, a diferencia del disco, mucho más potente y con más personalidad, e incluso, permitió darle más quiebres melódicos a las mismas, pero sin alterar su naturaleza orgánica. Los viejos, Canción de cuna para Miguel Krassnoff o Matar al asador son temas que van creando paisajes oníricos en sus momentos más acústicos, con técnica exquisita de cada uno de sus ejecutantes, pero que de a poco -o de golpe en algunos casos- se van agitando cuando se entromete el sonido eléctricos de los teclados, contrabajo o guitarra. Sin llegar a ser caótico, pero sí logrando tensionar el ambiente cinematográfico que a ratos van creando los acordes en guitarra acústica y flauta traversa. Acá, las voces son un instrumento más del viaje libre por las que llevan sus melodías de impresionismo musical, como llama José Antonio Mena, su principal compositor, a lo que CTUA busca provocar. Para nuestra sorpresa, hacia el final compartieron otro tema nuevo que se sale del halo de misterio de sus primeras composiciones para acudir a otros domicilios sonoros, igual de armónicos y explorativos, por cierto. Así es como Tereré entrega un bossa nova sacado de la cosecha del Caetano Veloso de los 70.
Recursos como recitar poemas con voz robótica o la performance a mitad de la presentación de una actriz que se mantuvo inmóvil por una hora en un sillón, fueron más ingredientes de una presentación que a pesar de evocar nostalgia, muestra un camino diferente y con mucha inquietud, de una banda con perfecta factura instrumental en su performance, y con hambre de hacer música como si sus instrumentos fuesen solo un canal para interpretar los mensajes de la tierra. De la pachamama.
Fotos: Juan Pablo Maralla
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