Manuel García: creer en la canción
Viernes 16 de noviembre, 2018
Teatro Caupolicán
Manuel García es un músico receptivo: sus canciones no pueden escapar a lo que sucede a su alrededor. Así ha sido desde que tomó la guitarra criolla tras la disolución de Mecánica Popular y comenzó una vislumbrante carrera solista, que la pasada década entregó dos de los más destacados discos de la entonces novel cantautoría nacional. Pánico (2005), primero, pero sobre todo Témpera (2008), fueron álbumes que le permitieron abrirse camino en una escena creciente y prometedora, a la vez que lo situaron rápidamente en primera línea, casi guiando al resto de sus colegas. Absorbiendo y abrazando con igual intensidad el legado de grandes compositores latinoamericanos como Atahualpa Yupanqui, Víctor Jara y Silvio Rodríguez con quien fue altamente comparado por su timbre y color de voz, consiguió con ese segundo disco una notoriedad impensada, en concreto, porque musicalmente se mostró más inquieto que en su antecesor (un folclore moderno con más matices), y con letras mucho más transversales, simples y directas.
Diez años después, las trece canciones que conforman Témpera, más que un buen pasar, se han mantenido vivas y luminosas. Algunas, incluso, transformadas en clásicos ineludibles tanto de su repertorio como del cancionero de nuestra música popular. Por esa razón, se hacía una necesidad poder celebrarlo en vivo. Con el Caupolicán repleto por un público variopinto, el compositor ariqueño y sus músicos Diego Álvarez, Rodrigo Godoy, Luis Faúndez repasaron íntegramente el disco, aunque con varias particularidades y contrastes, propias del riesgo constante de García en todos los años posteriores a este lanzamiento. Sin preámbulos y luego de la breve pero contundente presentación del español Depedro, la inoxidable Témpera abrió la primera parte del show, provocando el aullido del público. De inmediato llamó la atención que García, durante varias canciones, dejara su oficio como guitarrista para solo dedicarse al canto. En su lugar, tuvo de invitado en esta sección a Simón Canales, cuyo talento impresionó. Con nuevos arreglos en cuerdas hasta tres guitarras en Barcos de cristal y Cangrejo azul, canciones como Nadie más que el sol, Ninguna calle y Es bello es bueno mostraron un crecimiento instrumental, aunque manteniendo el mismo espíritu acústico y delicado del registro en estudio.
Manuel también cuidó su performance vocal, emulando ese registro rasposo, suave y agudo de hace una década. En Los colores, se potenció aún más su vínculo a la música de raíz (utilizando solo cuatro y bombo), y fue dedicada a la incansable luchadora Ana González; en Panuelí, los fanáticos sacaron sus pañuelos para revolearlos en el aire, mientras que en Tarde Diego acompañó en voces, dándole un tono más grave. En Canción y plegaria, Manuel toma por primera vez la guitarra para interpretarla en solitario, tras contar la historia de su composición. Perderse fue una de las que más creció en su nueva versión: eléctrica, ambiental y cadenciosa, que estalla al final con una batería trepidante y un arreglo que recordó el rock alternativo de Mecánica Popular. Del mismo modo, Piedras también se robusteció, y contó hasta con una batalla de solos de guitaras entre Godoy y Canales. Para cerrar, el single gigante del disco: La gran capital, que hizo levantarse al público para cantarla bien fuerte.
En casi una hora, las canciones de Témpera hablaron por sí solas, y conmovieron a todo el teatro que experimentó emociones desde el llanto a la exaltación. Pero quedaba mucho concierto aún. García repasó varios de sus otros éxitos que ha acumulado como Acuario, Carcelero, Vida mía, María, Hablar de ti o la siempre vigente Piedra Negra (que cada vez suena más indómita y rockera). En este punto, hay que destacar la encomiable y excelsa labor de Diego Álvarez, amigo, consejero y director artístico del proyecto solista. Es el nervio sonoro central, quien da los matices, quien guía con sus líneas de bajo o le da el corpus guitarrero a las canciones según corresponda. El mismo García se deshizo en elogios hacia él, aunque las palabras sobran cuando toma protagonismo absoluto gracias a su ejecución, realizando arpegios imposibles e improvisando. Depedro acompañó en Tanto creo en ti, la propia Nubes de papel y en La cuadra, canción nueva de Manuel bajo la producción del español ex-Calexico. Una versión aún más abolerada de Medusa brilló por sus arreglos de guitarras de impronta desgarradora, y fue dedicada a Lucho Gatica y Juan Gabriel. Antes, y cudrándose con el termómetro social, ingresa una guitarra llena de flores, y dedican un homenaje de despedida al joven comunero mapuche Camilo Catrillanca, asesinado por el Comando Jungla. El minuto de silencio del Caupolicán fue estremecedor y emotivo entre la pena y la rabia, y con la imagen impactante de García cubierto de la bandera mapuche y con la banda depositando una rosa en la guitarra animita.
Finalmente, La danza de las libélulas cantada por su padre, Don Manuel cerró un show de casi tres horas, donde se paseó por la nostalgía, sí, pero aún más decididor fue la muestra empírica de la década ganada por esas canciones que fueron puente hacia el éxito y reconocimiento imperativo que necesitaba esa generación a comeinzos del nuevo siglo.
César Tudela
Fotos: Juan Pablo Maralla
Tags
Ultimos Contenidos
Got Back: Paul McCartney inició su gira sudamericana
Miércoles, 02 de Octubre de 2024
U2 lanzará material inédito de su época ''How to Dismantle an Atomic Bomb''
Lunes, 30 de Septiembre de 2024
'Heroes': Duff McKagan versiona clásico de David Bowie
Lunes, 30 de Septiembre de 2024