Rubio: una estrella en blanco y negro

Sábado 20 de octubre, 2017
Espacio San Diego
Que la música actual está cargada a los sintetizadores. Que todo es en base a samplers. Que a las mujeres les cuesta más llenar un lugar que a los hombres. Que la música electrónica parece hecha por robots y no por seres humanos. La pasada noche de sábado, en Espacio San Diego, todos esos prejuicios los rompió Fran Straube (ex-Miss Garrison) en el lanzamiento de su álbum Pez, primer larga duración bajo su nueva identidad: Rubio.
Desde los primeros beats, el lugar se transformó y tomó un aura mística, en blanco y en negro. El mundo pareció detenerse pasadas las once de la noche para sentir el pulso de la joven compositora devenida en una estrella incandescente. También, desde esos primeros beats, todas las miradas se centraron en ella: su performance era hipnótica y magnética, como si en cada canción entregara una parte de su alma. Desbordaba pasión en cada uno de sus movimientos, ya sea si cantaba, bailaba o le daba fuerte a las percusiones (como en Seres Invisibles y Coral). A ratos, incluso daba la impresión que estar poseída por sus propias melodías, en un shock artístico donde su voz logra transmitir rabia, pena y alegría, especialmente en los intensos pasajes de Árboles o Indonesia, que armada con su teclado generó un íntimo vínculo con todos los espectadores que repletaron el céntrico local capitalino.
Todo el desplante escénico de Rubio fue acompañado por una iluminación alucinante, sincronizada con la pulsión que exigía cada momento, y que funcionaban como olas lumínicas de alto voltaje. En ocasiones se sentía como si estuviera presentándose en las profundidades del océano, donde ella era el pez dorado que irradiaba energía y luz en esa densa oscuridad étnica de su propuesta en vivo. En ese universo creativo mucho tiene que ver su banda: Lego Moustache (ex-Astro) en la batería, el violinista Gustavo Monopancton, y Andrés Abarzúa en los sintetizadores, que paradojalmente no exigen protagonismo pero nunca están en segundo plano, entendiendo a cabalidad su función dentro del espectáculo, que es potenciar a Rubio en cada una de sus vertiginosas capas de sonido.
Inesperadamente, unos cortes de luz durante Seres Invisibles interrumpieron el show, un chiste de mal gusto para el que venía siendo un gran concierto de lanzamiento. Sin embargo, esto poco le importó a los fanáticos que, en trance, comenzaron a cantar el estribillo del tema como un acto de aguante, de confianza a un proyecto prometedor que ya con su álbum debut y las potentes versiones en vivo que entregó este concierto redondo, dilucidaron cualquier duda sobre si es posible humanizar a la música hecha con botoneras y máquinas. En esto, a Fran Straube se le notaron los años de experiencia, con un desplante escénico digna de quien ya ha dado mil batallas. Una frontwoman envidiable, que cualquier banda quisiera tener. Una estrella bicromática que hoy brilla con luz propia impulsada por constantes y complejos beast electrónicos, que probablemente no se apagará en un largo tiempo.
Bastián Fernández
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