Téfiret: Rock triunfal

Jueves 6 de septiembre, 2018
Sala Rubén Darío, Valparaíso
En el universo del rock -vástagos incluidos- el tercer disco tiene un significado especial. Tal vez porque muchas títulos cenitales de bandas fundamentales ocupan ese lugar en sus discografías, quizás porque con la experiencia acumulada hasta ese instante la tercera entrega podría marcar el punto de inflexión en la historia de un grupo, lo cierto es que para músicos, fanáticos y prensa especializada ese hito agudiza la atención y pone las expectativas al alza.
Los porteños Téfiret parecen estar en sintonía con esa aura transicional y tomaron varias decisiones orientadas a abandonar su bien ganado pero acotado estatus de culto para avanzar en una ruta que los perfile como uno de los nombres relevantes dentro de la escena musical chilena: Después de dos esfuerzos autoproducidos contrataron a Cristian Mardones (Crisálida, Huinca) para que produjera, grabara y editara su nuevo opus y confiaron su identidad visual modelo 2018 a Médu1a (Kuervos del Sur).
También hubo determinaciones "estéticas": Dejaron de llamarse Tephiret y reemplazaron la rigurosidad informal del blanco y negro de "Regeneración" y "Dual" por la elegancia y pulcritud de vestidos y camisas. La tentación invita a considerar esas modificaciones como signos de madurez, pero eso es discutible. En realidad, lo que parece asomar es un colectivo que, consciente de sus capacidades, se ha vuelto más exigente, más perfeccionista. Coherente con esa orientación, el cuarteto decidió presentar "Alquimia" en la sala Rubén Darío, de la Universidad de Valparaíso. Sin embargo, el aroma a distinción que emanaba de los asientos cómodos y la madera reluciente del escenario contrastaban con los teclados espaciales de Gabriel González y la guitarra decidida de Boris Valenzuela en una introducción perfecta para Altavoz , más cruda que en la placa por la ferocidad con la que Esteban Silva atacó los parches e inclusiva como su clip pues contó con la interpretación de Mariel González en lengua de señas. Pese a que al inicio el volumen estaba muy fuerte, Raudo triunfó gracias a los coros sólidos y cautivantes de Claudia Contreras (Dúo Saudade), al perfume opethiano de su sección intermedia y a una Catalina Blanco maciza e inspirada, éxito que también compartió Chacal , que a 45 años del Golpe Militar y con un actualidad vergonzosamente negacionista, desafió con la fiereza de la denuncia, abrazó con el sentimiento del blues en un solo de guitarra preciso y tributó a los Detenidos Desaparecidos con imágenes emocionantes y un juego de voces tierno y sublime.
Tras una pausa en la que Catalina agradeció a quienes los han apoyado y presentó a sus compañeros llegó una de las fases estelares de la tarde con Ares , composición con muchas texturas y recursos (arpegios, poliarmonías vocales, cambios de ritmo), onda insuperable, una guitarra líder escalofriante, teclados a medio camino entre John Lord y Amorphis, un quiebre adictivo y majestuoso y una vocalista inmensa que coronaba una muestra incontestable de que virtuosismo no es sinónimo de gimnasia. Y si se trata de cumbres, Aura fue otra de ellas. A pesar que no estuvo Alain Johannes para contribuir con su voz como en el estudio, sus guitarras poderosas que recuerdan los instantes más estridentes de Echobrain, la calidez del fretless del enorme Ricardo Peña y el vaivén reconfortante que comanda la pieza delinearon una canción que reclama rotación radial a nivel nacional. Hoguera , por su parte, sorprendió por la contundencia y el protagonismo de Boris y Esteban y porque, lamentablemente, quedó fuera de "Alquimia" por "oscura y muy personal", como explicó Valenzuela. La performance de Tribu (inche kai che) estuvo muy conectada con su título en mapudungun ("yo, el hombre, permanezco", era el grito de guerra de los mapuches): Altisonante, rebelde, combativa, pero también ritual y cadenciosa. Esferas , en tanto, se transformaba en otra cima de la jornada con Catalina en trance e infinitamente expresiva, con un teclado deudor de Octavarium (Dream Theater) aplastantemente delicioso y con un desarrollo en escenas épico y cinematográfico que sedujo tanto por su emotividad como por su inteligencia compositiva e insolencia rockera.
El final estaba cerca, pero faltaba Alquimia . En ese momento, la escena fue copada por el elenco estable más un cuarteto de cuerdas dirigido por Gabriel Villalón y Jaime Frez (Pascuala Ilabaca & Fauna) en la tabla hindú, quienes firmaron una versión conmovedora de un tema tan grandilocuente y arrebatador como los mejores Orphaned Land. Tras las reverencias de los 13 artistas, el combo regresó junto a Gabriel para visitar sus, quizás, cortes más clásicos de "Dual" ( Tierra ) y "Regeneración" ( Fenix ) en una clausura vitoreada, efervescente y frenética.
¿De qué tamaño tienen que ser las victorias para que un conjunto sea exitoso?, ¿cuántos auditores se necesitan para que el rock venza?, ¿cuán profunda tiene que ser la satisfacción para que un músico sienta que ha cumplido la misión? A juzgar por lo vivido el jueves 6 de septiembre, un recinto pequeño, pero desbordado en su capacidad y con un público fiel que en el bis se paró arriba de las butacas para cantar con devoción y sacudirse con euforia parece ser la medida. La sonrisa inconmensurable de Téfiret en la despedida, también.
Mauricio Salazar Rodríguez
Fotos: Valentina Concha Ramírez
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