Circa Survive: Alta tensión
Viernes 7 de septiembre, 2018
Club Subterráneo
Qué difícil es la tarea de escribir sobre dos bandas que, desde sus antecedentes previos en vivo y la cantidad de gente que convocan, se ven aportilladas por externalidades ajenas a su oficio. Tenemos Explosivos en la previa, y Circa Survive como show principal, tuvieron que salir remando como suelen hacerlo los buenos artistas sobre un mar de deficiencias técnicas que poco ayudaron al disfrute de los espectáculos que sus fanáticos saben son de primer nivel.
Lo peor de la noche lo sufrieron los nacionales. Un grave problema técnico con unos equipos conllevaron a un corte eléctrico en el local de Providencia. Aún así, Tenemos Explosivos sacó su acotada presentación adelante. Una de las bandas de post-hardcore chileno más sobresaliente del último tiempo pagaba la primera cuota de una deuda pendiente con su público; una que tiene que ver con el distanciamiento obligado de los escenarios por la residencia en el extranjero de su vocalista y letrista, Eduardo Pavez (hoy cursando un doctorado en New York). Esa mística (de tocar solo cuando Pavez puede viajar a Chile) hace que el quinteto deje todo en el escenario, y que la vibra del público en canciones como La libertad absoluta y el terror, El misterio de Kosovo, Agamenón, Coéforos, Opúsculo de Tennesse o Antígona sea una catarsis descollante. Entrega sinérgica de ambos lados, que también tiene mucho que ver con la propuesta integral del grupo: una música que es una carga de dinamita capaz de derrumbar edificios; un discurso que verbaliza la rabia, el descontento y la memoria; y una performatividad sobre el escenario que causa escalofríos. Breve, accidentada y apasionada presentación de Tenemos Explosivos.
Do you wanna dance?. Más que una pregunta, las primeras palabras de Anthony Green al público fueron una advertencia. Solo bastaron dos canciones una nueva como Rites of Investiture, y la ya clásica The Difference Between Medicine and Poison Is in the Dose para que Circa Survive desatara un tifón de emociones con sobredosis de adrenalina. El Subterráneo se transformó en una caldera apenas sonaron los primeros acordes de la canción del disco On Letting Go (2007) y de Wish Resign. Brazos en alto, huracán humano y un coro masivo dieron los indicios que los de Philadelphia estaban noqueando en el primer round.
Parte importante de lo que estaba pasando en aquel lugar tenía que ver con el público. La fanaticada local de los estadounidenses estuvo completamente comprometida en las quince canciones del show. A cada susurro o grito de su vocalista cuya característica voz se hacía más aguda a lo largo de la presentación lograba apretar el pecho de cada uno de los que repletaron el recinto. Era cosa de verles las caras. Siempre hubo un gesto de respuesta: un grito, un salto. Un llanto. Y si bien a ratos la voz de Green parecía diluirse y la música se ahogaba en los parlantes (dejando de percibir los detalles de su música, como las electrizantes capas de guitarras), todo lo que pasaba en la pequeña tarima era un llamado a expulsar las energías negativas durante el baile, como le gusta describir al blondo cantante a lo que sucede bajo del escenario. Dicho de otro modo, los riffs descollantes de Colin Frangicetto y Brendan Ekstrom eran como las trompetas de guerra que arengaban a sus huestes a dejarlo todo esa noche, como si algo muy importante dependiera de ello. ¿No es acaso esa la máxima del emocore?
Tunnel Vision, otra de su último disco The Amulet (2017) que andan promocionando con la actual gira sudamericana muestra en vivo los matices por los que se mueve la banda. Las líneas de bajo de Nick Beard llevan el pulso, mientras Green utiliza todos los recursos disponibles para dar rienda suelta a su relato performativo, que en Child of the Desert quedaron demostrado. En este punto, hay que ser claros: el vocalista que el día anterior había dado un set acústico es un frontman multifacético. Si bien es cierto no tiene un registro vocal tan amplio, ese talón de Aquiles lo equilibra con una entrega a prueba de cualquier crítica. Es difícil no entusiasmarse viéndolo saltar por el escenario, jugar con el micrófono, encaramándose sobre las vallas, y hasta poco faltó para verlo colgado sobre la estructura soporte de la luminaria. Cada mueca, cada accionar, provoca delirio de un público que disfrutó tanto como él. No se guarda nada y lo pasa increíble en su rol, donde es el protagonista absoluto, en complicidad de sus compañeros.
Puntos altos se vivieron cuando visitaron su cancionero más señero, con canciones como Get Out, Living Togheter, Act Appalled o I Felt Free, donde demostraron el dominio cabal que tiene sobre un estilo que se pasea entre el post hardcore, el rock alternativo, el emo y el indie, con quiebres llevados con precisión por Steve Clifford en batería. Todo parecía desbordarse en esos instantes, donde el canto colectivo seguro se coló por la escalera del recinto hacia el exterior.
Con la aletargada y proto-sicodélica Descensos, Circa Survive cerró su segunda visita al país. Banda y público lo dejaron todo, aunque sí estos últimos hacían notar su malestar mientras salían del local, tanto por lo corto del show (de hora y media) como por el sonido. Deuda pendiente para una audiencia cada vez más exigente y ya acostumbrada a shows internacionales de primer nivel.
César Tudela
Fotos: Juan Pablo Maralla
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