Festival Rock al Parque 2018 - Jornada 2: De cal y de arena
Domingo 19 de agosto de 2018
Parque Simón Bolívar - Bogotá
Como pitazo inicial a esta segunda jornada de festival Dius Solis, Mad Tree y Manniax dieron la largada a un variado cártel, ellas son bandas de rock alternativo relativamente jóvenes, que exponen un sonido un tanto nostálgico con potencia y calidad, nombres que prometen un fuerte futuro en la escena musical capitalina y nacional.
Por su parte los mexicanos enmascarados de Machingon, tuvieron el reto de de ser la primera banda internacional del día con su aparición en el escenario Plaza. Es un grupo que une el hard rock, con sonidos latinos como el merengue, la cumbia o el son cubano, una mezcla que ellos bautizaron como Guapacha Paguer. Ataviados como luchadores, entregaron un repertorio enérgico con versiones de Hey oh Lets go de Ramones y Celos de su connacional Vicente Fernández, además de críticas a Donald Trump, mientras los podos se abrían entre la gente.
En los escenarios Lago y Eco hicieron presencia Lika Nova y La Mano de Parisi, respectivamente, formaciones distritales que al igual que las primeras crean sonidos de rock alternativo con un sabor moderno, informal además de encontrar apoyo en un número de seguidores.
Como de costumbre el grupo capitalino Rocka dejó su pasión en escena, a pesar de ciertos problemas técnicos con el sonido al inicio del show, su líder Julián Orrego, mostró sus credenciales como frontman y no dejo caer en ningún momento la elevada onda de energía que había en el Escenario Bio. Quenting Gas y Los Zirangos, banda procedente de España, dio un fuerte golpe a los oídos de los que estaban allí, la fusión de música tradicional con el indie proporcionó un solido set que dejó boquiabiertos a los presentes convirtiéndose en una de las sorpresas del extenso y variado cártel del día.
La música africana vino de la mano de Jupiter & Okwess, conjunto originario de la República del Congo que puso a bailar con a todos, sin importar su preferencia musical. Letras que relatan las problemáticas políticas y de corrupción de su nación, musicalizadas con la riqueza cultural de su extenso continente. La mayor de las sorpresas la dio el dúo francés The Inspector Cluzo, entregando hard rock, con combinaciones del jazz y blues, aparte de la interacción de los integrantes con el público, algo que género una fuerte relación de 40 minutos que culminó en sonoros aplausos y ovaciones que describían la magnitud de lo que allí se vivió. The Inspector Cluzo es uno de los nombres que nos deja Rock al Parque para seguirles el paso, un ejemplo de que el público y artista deben ser uno solo.
La combinación entre belleza y rudeza la proporcionó Candace Kucsulain, líder y vocalista de los estadounidenses Walls of Jericho, una presentación estruendosa e imponente, sin descuidar un solo detalle el quinteto hardcore brindó un sonido que galopante se extendió por toda la tarima del escenario plaza dejando al publico exhausto de tanto gritar y poguear sus temas.
Los encargados de dar cierre al escenario Lago fueron la agrupación antioqueña Don Kristobal & the Warriors en compañía de Dancing Mood de Argentina, bandas de ska que proporcionaron un fabuloso espectáculo digno de los bailes que allí se vieron y de los aplausos que se llevaron. Una fiesta.
Las propuestas de cierre para el escenario Eco fueron un tanto disimiles a los sonidos del festival, géneros más electrónicos y nuevas propuestas se vieron en este, por un lado HMLTD, grupo británic que sorprendió con sus mezclas y combinaciones de indie, por otro lado la polémica agrupación Rusa Pussy Riot, que presentó un retraso de cerca de 30 minutos, luego hubo una entrada extensa en donde exponían 25 premisas de sus ideales y un performance entre coreografías y danzas libres, criticada por muchos más allá de sus ideales políticos. Resultó desastrosa su presencia traída con la etiqueta punk, pero donde hubo más pose y palabra que música o actitud.
Para el cierre del escenario Plaza el hardcore elevó nuevamente su bandera e hizo de las suyas en esta tarima, con los capitalinos Syracusae, dotados de guitarras distorsionadas y solos un tanto psicodélicos que perfetamente calentaron motores para el cierre que ofreció Suicide Silence. El combo estadounidense se tomó los oídos de todos los asistentes, desplegando sus riffs, gruñidos e incluso tributando a Nirvana. El rock pesado sin cuestionamientos le da vitalidad y arraigo a este festival.
Cristián Contreras
Fotografías: Khristian Forero y Camila Castillo
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