Biliana Voutchkova & Isidora Edwards: cuerpo y materialidad

Sábado 18 de agosto de 2018, Plan Sofá, Santiago
La tercera versión del ciclo de música improvisada y jazz Nieve & Smog, que se realiza en los inviernos capitalinos, tuvo de invitada a la importante violinista búlgara, que reside en Berlín, Biliana Voutchkova, quien se unió a la no menos destacada chelista chilena, Isidora Edwards, para la segunda jornada del ciclo. Ambas instrumentistas, compositoras e improvisadoras, desarrollaron tres sets de música contemporánea: primero, el solo de la artista chilena, luego el de la búlgara y, finalmente, un dúo que mostró las innegables cualidades interpretativas y el imparable afán creativo de las dos músicos.
En un sencillo escenario, el concierto comenzó cerca de las 10 de la noche con la intensa performance de Edwards. Tras unos segundos de respiración y concentración, la instrumentista empezó a ejecutar su violonchelo intervenido con una especie de fierro, utilizando diversas técnicas: con el arco, con golpes, roces, digitándolo y tocando las diversas partes del instrumento, que en toda su materialidad, servía para crear sonidos. En 15 minutos, Edwards viajó por momentos de misterio, inestabilidad y sigilo, generando al final, a través de tonos altos, sensaciones de gran dramatismo y visceralidad.
Sin mediar pausa, Voutchkova, quien pertenece a la escena musical berlinesa echtzeitmusik o música en tiempo real, subió al escenario para comenzar su improvisación. De inmediato, la búlgara sacó sonidos susurrantes y enigmáticos a su instrumento, utilizando la madera y el metal de las cuerdas ejecutadas con el arco y las manos, como sus armas sonoras. A aquello, sumaba extrañas vocalizaciones, que causaban sensaciones que iban desde el enigma al terror, en una performance que mostró su radical concepción musical.
Luego de un receso de algunos minutos, las instrumentistas se instalaron una a lado de la otra, para iniciar una travesía sonora inclemente, que no dio respiro en los 40 minutos que duró la improvisación conjunta. Ambas artistas llevaban hasta las últimas consecuencias las posibilidades sonoras de sus respectivos instrumentos, que interpretaban, por supuesto, no de la manera tradicional, sino que como un verdadero objeto, al que estrujaban para sacar disímiles sonoridades.
No solo utilizaban toda la materialidad de los instrumentos para generar la música, sino que también la propia corporalidad, que llegó a su clímax cuando ambas usaron sus voces: los cánticos, vocalizaciones y ruidos que salían desde el interior de ellas, se fusionaban con los timbres creados por los instrumentos de cuerda. Por un pequeño lapso, Edwards también ejecutó un violín intervenido, en un concierto que se debatió entre lo solemne y lo bizarro, entre la luz y la oscuridad.
Héctor Aravena A.
Fotos: Alberto Duarte
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