New Order: Ente vivo

Domingo 4 de diciembre de 2016
Teatro Caupolicán
Cuando terminó Temptation , el motivo vocal del comienzo del tema se convirtió en un cántico de estadio y todo el Caupolicán siguió entonándolo después de que la banda dio la canción por finalizada. En una noche de aplausos entusiastas, ese instante apasionado fue más decidor sobre New Order que cualquier ovación calurosa. No sólo se les brinda el respeto que merecen en su calidad de institución musical británica, sino que también se celebra espontáneamente algo más importante que el currículum a la hora de montar un concierto: la capacidad del grupo para ser nuestros maestros titiriteros. Sentimos lo que ellos quieren hacernos sentir. Cuando decidieron que debíamos encender nuestros ánimos y entregarnos al baile, eso fue exactamente lo que hicimos.
Uno no le dice que no a New Order. Después de todo, vivimos en un mundo diseñado en buena parte por sus manos. Varios fragmentos del setlist tienden lazos con la historia del pop. Hacia el final, cuando rindieron tributo al legado de Ian Curtis, el par de temas de Joy Division que interpretaron ( Decades y Love Will Tear Us Apart ), aparte de emocionar profundamente, actuaron como un recordatorio de que, si alguna vez hubo revival post punk, fue porque ellos ayudaron a definir ese género. Y ocurre algo similar con Blue Monday , por ejemplo, que, además de ser una de las canciones más bailadas desde que existe vida nocturna y alternativa en Santiago, también nos conecta con los orígenes de la cultura hip hop; la revista Spin, sin ir muy lejos, se refería a la canción como "el más taciturno himno breakdance de todos los tiempos".
Pero, insistimos, New Order no sólo es una pieza de futuros museos o un objeto de análisis para los investigadores que se encargarán de reconstruir nuestra cultura, sino un ente vivo que todavía tiene cartuchos por quemar. De los temas célebres del grupo, prácticamente ninguno fue reproducido al pie de la letra. En las versiones que fueron surgiendo durante el concierto, había cierto nivel de deconstrucción típicamente asociado al remix. La mentada Blue Monday se tornó un espectáculo ruidista en un punto, con un remate ensordecedor, y las propiedades madchesterianas de Bizarre Love Triangle se agudizaron hasta hacernos imaginar, por un segundo, que estábamos en The Haçienda, el añorado club que se mantenía con las ganancias generadas por los discos de New Order. En un par de días, será imposible no tener este show en mente cuando toque Peter Hook. La vara de medición, le advertimos al bajista, quedó por los cielos.
Andrés Panes
Fotos: Carlos Müller (Lotus Producciones)
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