King Crimson en España: vendiendo nostalgia

22 de noviembre, Palacio Municipal de Congresos, Campo de las Naciones, Madrid, España
Desde su creación, King Crimson ha sido definido por los críticos como una banda progresiva, etiqueta que nunca han aceptado. La razón es que su capacidad creativa va más allá de ese concepto. Es rock experimental, es jazz rock, es rock psicodélico, es música noise y más. Sus creaciones, discos y sonidos no han perdido vigencia. Han sabido adaptarse a los tiempos y tendencias sin decaer en potencia ni en innovación. Sin duda, gracias a la marca de agua que le inoculó su creador impertérrito, el compositor y guitarrista Robert Fripp. Esto explica porque el Rey Carmesí tiene una legión de fans incondicionales, a los que se les perdona cualquier excentricidad. Y por ello tampoco es raro que los fans europeos se revolucionaran tras anunciarse una gira de otoño por el continente bajo el título de The Elements of King Crimson.
Los shows de la banda colgaron el sold out en todo el viejo continente y, por supuesto, tanto en Madrid como en Barcelona. Además los ingleses tenían una deuda con la capital española. No la visitaban desde hace 16 años. Para saldar cuentas Robert Fripp y Cia tenían preparado un repertorio de casi medio siglo de su historia musical. La cita con la historia era el martes 22 de noviembre en el Palacio Municipal de Congresos, a las afueras de Madrid. Llamaba la atención el aviso de que "los teléfonos móviles deberán permanecer apagados. Cualquier persona que incumpla estas condiciones será expulsada de la sala". Sólo permitían grabar el concierto con los ojos y oídos. Más de alguno intentó grabar a sus ídolos para la posteridad pero el dedo acusador de Fripp casi lo deja sin concierto.
A las 21:05, tan puntual como la hora del té inglés, Fripp que maneja a su antojo a la banda, entró en escena con una octava formación de lujo: al bajo y coros Tony Levin , al saxo y flauta Mel Collins, el guitarrista y cantante Jakko Jakszyk. Luego aparecieron las sorpresas de la noche: los tres baterías Gavin Harrison, Jeremy Stacey y Pat Mastelotto, que se posicionaron al frente de todos los músicos. Fripp se mantuvo en su lugar de siempre: a la derecha del todo (visto desde la galería), arrinconado, escondido con su teclado melotrón, su Gibson Les Paul Custom y su rack de efectos.
Pero además de ser una sorpresa, las tres baterías también, en mi opinión, han sido un error. El concierto por momentos parecía más una masterclass de tambores, que un concierto de Crimson. Se generaba mucho ruido y caos en las canciones en las que se optaba por utilizar las tres baterías al unísono. Ya lo dijo Belew en unas entrevistas en Chile: no siguió en la banda porque no estaba de acuerdo con esta formación. El segundo error fue el planteamiento del concierto en cuanto a los espectadores. Fripp puso como condición que los locales donde KC presentara su música debían vender asientos reservados. Así te ves sentado alrededor de tres horas, más 20 minutos de descanso, en un lugar incómodo sin posibilidad de moverte. Ni un asistente a la ópera aguanta tanto tiempo sentado. Creo que los fanáticos quieren hacer drum air o guitar air con la música de KC. No piensa lo mismo el señor Fripp y él es el dueño del espectáculo.
El concierto comenzó con una breve intro de los sonidos creados por Fripp, conocidos como Soundscapes, un conjunto de efectos envolventes que llevan a la audiencia a una dimensión extrasensorial y ambiental. Luego Mel Collins (muy tranquilo toda la noche) improvisa unos hermosos sonidos con la flauta y las baterías entran a toda velocidad para darnos el primer aviso de que la percusión será la dueña de la noche. Entre los tres músicos toman las riendas del concierto con un solo donde los toms, caja, platos en un estilo tribal, dan el vamos al espectáculo.
Crimson calienta motores para entrar de lleno en la música y nada mejor que el espectacular clásico de clásicos Pictures of a City para dejarnos creer en la nostalgia. Tras ese primer encuentro con la época dorada de KC, comienza la poderosa Cirkus. Luego la locura toma la sala con Lizard: The Battle of Glass Tears Part I: Dawn Song. Después de las primeras incursiones melodiosas, KC elige para continuar con Suitable Grounds for the Blues y VROOOM. En la mayoría de los temas, las baterías llenan todo el espectro musical, y el tempo va más lento de lo habitual. El Palacio se puso a mil por hora cuando The Court of the Crimson King inicia sus primeros acordes. Es una versión perfecta, casi como la original, y sólo una batería, la de Mastelotto, en acción.
El éxtasis empieza a sentirse en el aire. Es la hora de otro temazo. Fripp da la orden de tocar la obra de arte, oscura y depresiva The Letters, y después cambian de registro con una versión más industrial de la psicótica y moderna The ConstruKction of Light. Eso sí, en esta última se echó de menos a Adrian Belew. Jakko logra pasar el aprobado en cuanto a voz en algunos temas pero en otros es deficitario. Por ejemplo, en Easy Money no puede mejorar ni acercarse al registro de John Wetton, que es insuperable. Antes de ir al descanso de 20 minutos, KC interpretó temas densos como Interlude, Meltdown, Radical Action II, Level Five.
Ya en la segundo pase musical, el show comenzó con Peace: An End y luego Indiscipline. A continuación Easy Money y Epitaph toman el escenario y nos devuelve al pasado del futuro presente, porque son dos temas que aún mantienen ese sabor fresco de rock prog depresivo. En ambas canciones, los solos de Fripp crean ambientes asincrónicos. Ahora King Crimson presenta la mejor parte del concierto con Hell Hounds of Krim. Seguido suena Red que embruja a todos los presentes y pese a ser una versión a tres baterías mantuvo el tipo y los riff que le caracterizan, desembocando la euforia de los presentes. A Scarcity of Miracles es el siguiente. El tema de Crimson ProjeKct me parece espectacular, bello, apoteósico, con armonías perfectas y la voz de Jakko muy bien acoplada a los acordes del jefe.
¿Qué decir de The Talking Drum? Tony Levin hace maravillas con unas garras de goma para generar el ritmo y muestra por qué el líder no lo ha despedido aún. Levin es un instrumentista que hace su trabajo y cambio fuera: un profesional. Lo últimos tres temas del concierto fueron un orgasmo y pagan cualquier excentricidad de Fripp: Larks Tongues in Aspic, Part Two con toda su potencia y riffs, nos permiten entender porque KC son lo que son: una banda que no envejece. Tras 15 minutos de psicodelia pura con Lark s, sin dar respiro los británicos lanzan la bomba Starless, que pone los pelos de punta, simplemente porque es una obra de arte. Densa, amarga y potente. Agradecemos que Jakko, un guitarrista cumplidor, la cante con toda el alma ya que es elemental la parte vocal en este tema.
Ya es la hora de cerrar el local y para dejar contentos a todos los fanáticos, el concierto termina con un bis: 21st Century Schizoid Man. El respetable se pone de pie. Todos cantan, una audiencia en su mayoría hombres de entre 40 y 50 años, pelados, pero con la nostalgia intacta. Han visto a King Crimson: la historia viva del rock inglés de todos los tiempos.
Emilio Leighton V.
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