Borne y Los Santos: Hagamos las guitarras sonar

Jueves 1 de junio, 2017
Bar Loreto
Si hay algo por lo que no se caracteriza la escena rockera chilena, es por su aceptación a los cambios y la renovación. Los nombres se repiten aún con el correr de las épocas, y cada vez que aparece algo nuevo, una ola de prejuicios de valor cae sobre noveles grupos que intentan dar otro talante al circuito. Y a considerar: todo desde el underground. Ha pasado con Tus Amigos Nuevos, Adelaida, El Cómodo Silencio de los que Hablan Poco, Tenemos Explosivos; bandas con distintos colores sonoros, pero con los pies en el barro del rock chileno.
En la mira de la escena independiente aparece Borne y Los Santos, que pese a su reciente aparición, ha logrado romper la inercia del rock alternativo independiente gracias a su homónimo debut. Este disco, vino a aportar la fibra nerviosa que el indie local estaba necesitando. Un trabajo lúcido, que en vivo se robustece colosalmente. Y lo demostraron la pasada noche en el capitalino Bar Loreto, en un lanzamiento íntimo, lo que no quiere decir falto de energía, adrenalina y audiencia (incluso, Pete Doherty -que se había presentado en el país la noche anterior- andaba dando vueltas por ahí).
La intensidad de la banda sobre el escenario es lo primero que aturde. Si en estudio canciones como Tanto tiempo, Por la ventana o Caja de fotos se muestran más cuidadas y calmas, en vivo son las distorsiones las que se toman el protagonismo. A veces, hasta entrando en un fulgor esquizofrénico, pero sin perder el relato propio. Aquel carácter sónico recuerda esa potencia noventera de cuando las seis cuerdas metálicas se hacían aullar a todo volumen. Bien sucio, bien garage, bien ruidoso. Escuela inequívoca de Hernán Edwards -Borne-, que sin ser remitente al sonido de Los Ex (su anterior banda), conserva ese espíritu postpunk-grunge. Rasgueando o golpeando la guitarra con ímpetu, según el espíritu de la canción.
El oficio del resto de la banda es también intenso, y con muy buena oreja para los detalles. Salvo las segundas voces de Javiera González que no se escuchaban a cabalidad, el resto del equipo figuró cada uno en su posición, destacándose las omnipresentes líneas de bajo de Pape Astaburuaga. Tenaz, y con un ímpetu a prueba de nostálgicos, el también The Ganjas añadía cuotas de dub y atmósferas hipnóticas, que relucieron tanto en Caja de fotos y 1982 (en una versión más acelerada, que impulsó aún más arriba a la canción), como en Nada de nada y Cero Lolo, temas nuevos, compuestos en los ensayos ya conformados formalmente como banda.
Con este lanzamiento, Borne y Los Santos demuestran no sólo su potencial, sino que nos dicen fuerte al oído que revisitar un catálogo anclado en los 90 no tiene que ver con repetir fórmulas aunque nunca tuvimos nuestro modelo Nevermind por estos lados-, sino con patear el tablero y demostrar que aún se pueden cruzar guitarras y suspender voces con reverb, no de manera estruendosa, pero sí con la crudeza e inmediatez de lo sencillo. Un versión del rock alternativo directo y machacante, con mucha destreza en las distorsiones, en las capas de guitarras la labor silenciosa de Robert Rowe en segunda guitarra es también determinante-, y enrosques electrónicos desde teclados y uso de samplers.
Cuando muchos vociferan a los cuatro vientos sin ningún nervio- que el rock ha muerto, aparecen este tipo de bandas alejadas de la híper experimentación pretenciosa y vuelven a lo más puro, esencial y romántico del rock.
César Tudela
Fotos: Gian Franco Costa
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