Niño Cohete: Fiesta de nostalgia

Sábado 6 de mayo, 2017
Cúpula Multiespacio
En la historia de la música popular ha habido todo tipo de finales en las agrupaciones. Rencillas internas (la más común), desgaste, ocasos compositivos, fin de etapas, etc. Y a eso, en el escenario local, hay que sumar aquella desazón que sufren algunas bandas con la complicada pista para desarrollar el arte musical que muchas veces se vive en nuestras tierras. Con esos antecedentes, la despedida de Niño Cohete, agrupación nacida en Concepción en 2010 y cultivadora de un elaborado pop-folk, llama la atención. Sorprende porque el quinteto penquista se erigía como una de las destacadas del país. Con dos discos larga duración, "Aves de Chile" (2013) y "La era del sur" (2015), la banda ya se presentaba en festivales internacionales, era nominada a premios y la crítica elogiaba sus creaciones. ¿Qué pasó entonces? Según se informó, el cantante Pablo Álvarez ha decidido tomar otro camino. Un fin inesperado y anticipado. Como sea, Niño Cohete se encargó anoche de realizar su show de despedida en Santiago a butaca llena en el Teatro La Cúpula del Parque OHiggins. Un espectáculo festivo, pero cargado de nostalgia.
A las 20.30, el conjunto se hizo presente en el escenario, justo cuando algunos ya comenzaban a impacientarse. Vestidos con poleras de tono oscuro, como un uniforme de luto, los penquistas se plantan en el escenario con propiedad. Como unos veteranos con varias guerras en el cuerpo. Rengo entra en la Cúpula con una ejecución que bordea la perfección. La voz de Álvarez se apodera de cada rincón del recinto y se entremezcla con aquellos evocadores sonidos de guitarra, logrando una emotividad completa.
El guitarrista Matías Pereira toma la palabra reiteradamente. Bromea con la gente. Hace que el adiós sea menos doloroso para los fanáticos. Los músicos se muestran contentos, seguros y comprometidos en lo musical. Y con ese aire infantil y tímido, que los caracteriza. Luego de Osos y cazadores, Pereira dice "somos Niño Cohete, somos de Conce", olvidando que los dueños de la fiesta son ellos y que la mayoría de los presentes lo sabe. Casi como retrotrayéndose a una época inicial, donde probablemente eran teloneros de alguien y tenían que decir el nombre de la banda en cada momento de la tocata para que los asistentes no la olvidaran.
El lugar elegido para la despedida es familiar para el grupo. Allí fue donde dejaron su huella una tarde de 2014, en el marco del festival Lollapalooza. "El lugar nos trae buenos recuerdos. Aquí tocamos en Lollapalooza hace como tres años. Lamentablemente, ahora estamos despidiéndonos", exclama Pereira, lo que es replicado por el público con un largo grito de negación. Entonces el músico arremete de nuevo: "Haremos el mejor show de toda nuestra historia". Fiordos aparece con pulcritud entre el juego de luces y aquel entusiasta coro de sonoridades tan europeas. Botes y Continente, son las siguientes. A esa altura, el público ya está rendido ante los penquistas. Pájaros Rojos es una de las más esperadas y bailadas.
Con las más suaves, como El escondite o Monstruo, el recinto santiaguino se transporta hasta un sereno lugar sureño, con alguna fogata de acordes. Tras casi una hora veinte de show, hacen una pausa. Álvarez, quien lució concentrado durante todo el show, parecía estar algo ido. Más allá de agradecer los aplausos tras las canciones, no intercambió palabras con el público. Como si ya estuviera vislumbrando su camino sin la banda. No obstante, su voz destaca en cada interpretación. El cantante tiene la impronta de coloso y goza de una voz memorable y cálida.
La espacial Vultur es la escogida para volver a escena tras el receso, instalando esa agitación pinkfloydiana de un instrumental bien ejecutado. Álvarez suelta las cuerdas y se avoca a una percusión, a la que arremete con pasión. Al caer La Muerte, la gente la ovaciona de entrada. El final es emoción pura. Máquina del tiempo, la que cierra el EP con el que debutaron en la escena local, es la encargada de bajar el telón. El quinteto se abraza en el escenario, como un grupo de amigos que logra el objetivo, mientras el aplauso es cerrado. Si fue la culminación de su historia, lo hicieron en grande.
Juan Pablo Andrews
Fotos: Peter Haupt Hillock
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